LA COLUMNA DEL DIRECTOR >
La disyuntiva del Perú en el 2021
Continuar con el modelo o “refundar” el país
Para nadie es un secreto que en el 2021, de alguna manera, se juega el futuro del Perú para los próximos años. ¿Por qué? Porque existe una disyuntiva sobre si seguimos en el camino iniciado tres décadas con la economía, y dos décadas en la construcción democrática, o si enrumbamos hacia una “nueva refundación de la sociedad”, tal como alguna vez, por ejemplo, sucedió con el velasquismo por la izquierda y con el fujimorato de los noventa por la derecha.
Existen muchos factores que favorecen a la posibilidad de “una nueva refundación del Perú”. Por ejemplo, el deterioro político e institucional hoy se combina con recesión y aumento de pobreza. El legado de la administración Vizcarra estremece por sus efectos devastadores. La contracción económica y el aumento de los pobres son las grandes novedades con respecto a las últimas dos décadas. En el país, en las últimas cuatro elecciones nacionales, se puede decir que hubo crisis política perpetua, pero las instituciones, mal que bien, funcionaban y el crecimiento reducía pobreza. Hoy todas las crisis se combinan a niveles impensables: aumentan los pobres, el Ejecutivo pasa ilegalmente al retiro a 18 oficiales generales de la PNP y la mesa directiva del Congreso pretende convertir al Legislativo en un soviet en contra del sector privado. En todos estos casos, la Constitución empieza a ser letra muerta.
Ahora bien, el gran problema de una nueva refundación de la sociedad es que –así lo parece hasta ahora– solo puede venir por el lado izquierdo. Es decir, por el lado de las corrientes comunistas y colectivistas que proponen la constituyente para redactar un capítulo económico anticapitalista.
Si las cosas son así, una campaña con mínima posibilidad de esclarecimiento en los electores, simplemente dejaría sin posibilidades al proyecto de refundación izquierdista. ¿Por qué? Porque el Perú tiene una memoria anticomunista y anti colectivista muy sedimentada. La hiperinflación de los ochenta evoca a uno de los primeros modelos económicos chavistas: el velasquismo. La violencia recuerda la vesania terrorista de los ochenta. Pero sobre todo la informalidad es una realidad económica y social anticolectivista, en donde las libertades de precios y de contratos se llevan al límite.
¿Por qué entonces las corrientes comunistas aparecen con posibilidades? Por los yerros cometidos por los movimientos y líderes políticos luego de las elecciones del 2016, que posibilitaron que la administración Vizcarra deteriorara las instituciones, la política y la economía, hasta llegar al actual gobierno de las minorías de las minorías en el Ejecutivo y en el Congreso. Imaginar una clase política con tantas falencias como la nuestra, a tal extremo de entregar el poder a las corrientes colectivistas, no parece posible. Sin embargo, es lo que sucede en el Perú.
En este devastador contexto solo queda la posibilidad de que algunos candidatos intenten representar ese humor anticolectivista, abrumadoramente mayoritario en la sociedad peruana. Es decir, desvelar el contenido comunista y antimercado de determinadas propuestas y demostrar que la tragedia venezolana está demasiado cerca de nuestra realidad. Si las cosas van por allí, podremos reconstruir el país.
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