LA COLUMNA DEL DIRECTOR >
Humala y sus ministros
El contraste entre una pobre cúpula palaciega y la calidad de algunos ministros
Luego de la última edición de la CADE y las exposiciones de los ministros participantes queda en evidencia una tremenda paradoja del gobierno nacionalista: la mediocridad y pobreza de la cúpula palaciega frente a la calidad de los titulares de algunos sectores, sobre todo, los vinculados a la producción. Y es lamentable que algunos de ellos tengan que cargar con la pesada cruz de la desaceleración económica, no solo porque no estuvieron cuando los errores políticos envenenaron la economía, sino porque, en democracia, los ministros son impotentes para crear confianza y predictibilidad al margen del Presidente.
Si recordamos que el ministro de Economía, Alonso Segura, señaló que la segunda parte del cuarto paquete reactivador incidirá en los temas tributarios y laborales; si reseñamos las propuestas de Jaime Saavedra para reformar la educación en gestión, carrera docente e infraestructura, entonces, no sería arbitrario decir que algunos ministros están aprovechando la desaceleración para lanzar las reformas estructurales que necesita el país para avanzar en competitividad. El anuncio de que la OCDE aprobó el programa del Perú y las exposiciones de los titulares de Trabajo y de la Producción parecen avanzar en ese sentido.
Sin embargo lo más probable es que los esfuerzos ministeriales mencionados sean siembras para el largo plazo, sin posibilidades de germinar demasiado en la actual administración, no solo porque el régimen nacionalista entra a la etapa final de su gestión, sino, sobre todo, por la persistencia en el error de Ollanta Humala.
Mientras los ministros se fajaban por recuperar la confianza del empresariado en la CADE, objetivo fundamental considerando que el 80% del total de la inversión corresponde al sector privado, el presidente Humala visitaba al Papa en el Vaticano y le pedía la clasificación del seleccionado nacional de fútbol para el próximo mundial. El jefe de Estado ratificaba su vocación futbolera luego de enfrentarse a Burga y ponerle los puntos sobre las íes a un desarreglado Reimond Manco.
Mientras los ministros mencionados se esforzaban por delinear las vigas maestras de reformas estructurales que podrían representar la mejor herencia para el siguiente gobierno, el jefe de Estado seguía embarcado en las sucesivas cortinas de humo de las que parece echar mano para esconder las denuncias que vuelan hacia Palacio y que se agravan con las imputaciones contra Martín Belaunde Lossio.
La perpetua distancia entre buena economía y mala política, que el Perú padece con los tres gobiernos democráticos elegidos luego del fujimorato, parece reproducirse entre Humala y sus ministros, no obstante que todos los titulares tendrán que lavar culpas por la desaceleración económica que ya azota al país.
En todo caso si las cosas son así de tiranas, el papel de los ministros reformadores tiene doble valor, no solo por la justeza de las propuestas que se empiezan a plantear sino por la consciencia de que serán otros los que cosecharán el fruto de las reformas.
Quizá estos hechos deberían merecer un reconocimiento de la oposición política del país que, sin arriar banderas en sus denuncias, podría señalar el enorme aporte de las reformas planteadas para la gobernabilidad del país. En el tema de educación, por ejemplo, ahora que Saavedra ha retomado el camino de la meritocracia (superando los errores de su antecesora) como eje de la reforma educativa se podrían establecer las bases de un acuerdo nacional.
La actuación de los ministros reformadores es una clara señal de que, por angas o por mangas, ha surgido una tecnocracia eficiente y responsable que debería sobrevivir a los gobiernos.
Por Víctor Andrés Ponce
(17 .nov - 2014)
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