LA COLUMNA DEL DIRECTOR >
El audio tiene 100 razones para el final
Grabación destruye últimas líneas de defensa del Ejecutivo
La transcripción del audio en que Zamir Villaverde le dice al ex ministro de Transportes y Comunicaciones, Juan Silva, tengo “100 grandes para usted”, revelaría que el hombre de confianza de Pedro Castillo habría recibido sobornos por el caso Tarata. El audio fue entregado al Ministerio Público y forma parte del proceso de colaboración de Villaverde.
El audio es brutal y descarnado porque, de una u otra manera, revela la naturaleza de un Gobierno que llegó al poder prometiendo “no más pobres en un país rico” e intentando representar una nueva política, frente al fracaso y la corrupción de la clase política y “200 años de experiencia republicana al servicio de las clases dominantes”. De alguna manera el Gobierno de Pedro Castillo, de Perú Libre y del propio Movadef,comienza a resumirse en un desgobierno nacional sin precedentes. Pero ahora habría que agregarle “los 100 grandes para usted”.
A nuestro entender, el audio puede acelerar todos los procesos que se están tramitando al interior de las instituciones para desencadenar la transición del desastre nacional que ha desatado el Gobierno de Castillo. En el Congreso, entonces, las cosas adquirirán velocidades diferentes. Por ejemplo, el proceso de vacancia o la acusación constitucional contra el jefe de Estado, en primer lugar, debe tramitar la situación de la Vicepresidente, Dina Boluarte. Si alguien hoy imagina una transición con la señora Boluarte o es un activo militante del Foro de Sao Paulo y del progresismo continental o, simplemente, es un ingenuo de ese nuevo sector social que ha surgido en América Latina, llamado “cojudigno”.
Una transición con Boluarte sería escribir quizá el capítulo final de esta guerra que ha terminado devastando la experiencia republicana. Un capítulo final en el que, simplemente, se rifaría el destino de la libertad.
De alguna manera, pues, estamos llegando al final de la triste experiencia a la que nos llevaron tres décadas de relatos progresistas, a la que nos llevó la llamada “república progresista”, en que algunos sectores pretendían gobernar permanentemente sin haber ganado elecciones.
Ahora bien, el Perú ha sido destruido, devastado, en menos de un año de gobierno de Castillo. El Estado ha sido liquidado por dentro y se ha lanzado a las minorías radicales contra las minas buscando su estatización. Sin embargo, la destrucción no ha sido total por la heroica resistencia de las mayorías en contra de la constituyente. La reconstrucción tomará tiempo, pero será posible.
De otro lado, más allá de los errores de la oposición, es evidente que un capítulo final de esta tragedia, con este libreto, evita de plano que en el Perú surja una especie de Allende andino, de origen rural; uno de los objetivos que se planteó el Foro de Sao Paulo –en caso de una vacancia presidencial prematura– para desarrollar un contragolpe revolucionario y organizar un relato de mediano y largo plazo, tal como sucedió en Chile.
Casi estamos seguros de que, a partir de ahora, Perú Libre y el Movadef comenzarán, como se dice, a sacar cuerpo del cadáver maloliente del Ejecutivo. Si se materializan estas tendencias, el Perú se convertirá en la tumba del comunismo y del progresismo en América Latina, tal como lo fue del terror colectivista en los ochenta.
Las nuevas reformas constitucionales deberán establecer que nadie en el país puede presentarse a los comicios nacionales proponiendo una constituyente por fuera de la Constitución. Es la manera frontal de evitar que esta tragedia se repita.
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