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Cuándo no sabes que eres marxista

El avance ideológico de la izquierda

Cuándo no sabes que eres marxista
Víctor Andrés Ponce
09 de julio del 2018

 

La semana pasada leí un artículo de Víctor Vich —“La sutil arrogancia de los empresarios peruanos” en La Mula.pe— en que el mencionado crítico literario comenta una entrevista en la que el periodista Renato Cisneros le pregunta al congresista Pedro Olaechea por qué los empresarios peruanos tienen tanta mala fama en diversos aspectos y por qué los congresistas que representan a empresarios aparecen tan insensibles e indolentes. Según Vich, Olaechea respondió de la siguiente manera: “Bueno es el sector que arma los 150,000 millones de presupuesto”. Sobre la marcha Vich critica la soberbia del parlamentario, pero enseguida agrega un argumento ideológico: “Ese es exactamente el problema: los empresarios peruanos en el Perú creen que ellos ´solitos´ son los productores de la riqueza nacional. De manera increíble, invisibilizan el trabajo de los miles de obreros que realizan en sus empresas, fábricas o campos”.

Mi intención no es polemizar con Vich, un reconocido académico e intelectual. Si él es consciente de lo que ha dicho está en todo su derecho, pero debe saber que está defendiendo abiertamente la teoría del valor marxista que, de una u otra manera, explica la Guerra Fría en el siglo XX y los genocidios que hincharon los cementerios en Europa del Este. La teoría marxista del valor señala que el valor se produce socialmente; es decir, que los obreros producen el valor en las fábricas en donde se ha logrado dividir y especializar el trabajo (tomado de Smith). Sin embargo, según el barbado Marx, la economía capitalista tiene una contradicción insalvable: entre la forma privada de apropiación del valor y la producción social del mismo. De allí proviene la revolución anticapitalista profetizada por el marxismo.

Siempre vale recordar que los actores que han transformado a la humanidad llevándonos a este nivel de desarrollo únicamente son los empresarios. ¿O no? Cerremos los ojos e imaginemos algo de la civilización que no haya sido hecho por un emprendedor. Seguro que hay algunas cosas, pero el foco, la silla, la carretera, el Ipod, el Iphone, son obras empresariales. En otras palabras, el empresario, generalmente, suele ser el innovador, el creativo, el que conecta cosas. El empresario no trabaja ocho horas, no tiene vacaciones, ni CTS. El empresario duerme y se despierta pensando en su negocio. Y cuando un trabajador innova, en el acto suele convertirse en empresario.

De allí que los países que han prosperado sean procapitalistas: Estados Unidos, uno de los países más procapitalistas del planeta, solo legisla para favorecer la inversión y el emprendimiento, porque es la única manera de que el Estado recaude impuestos y distribuya mediante la obra pública; porque es la única manera también de generar empleo. En Estados Unidos, con una legislación laboral absolutamente procapitalista, el trabajador suele cambiar de trabajo antes de los siete años y, en realidad, es el soberano de su vida ante tanta oferta laboral.

En el Perú, pues, hay demasiado marxista en el espacio público; o en su defecto, repiten tantos lugares comunes que han olvidado la raíz marxistas de sus argumentaciones. Este desbalance ideológico es muy grave, sobre todo considerando que el Perú —más allá sus problemas acumulados— ha logrado reducir pobreza del 60% de la población a solo 20% en base a la inversión privada. Es muy grave también porque, no obstante la crisis perpetua de nuestra democracia, el Perú avanza hacia la quinta elección nacional sin interrupciones gracias a la expansión del bienestar que se alcanzó en los últimos 25 años. Es decir, gracias a la emergencia de un capitalismo que busca afianzarse.

En cualquier caso estas reflexiones grafican la manera como la izquierda está ganando una guerra ideológica en medio del fracaso de las élites, los políticos, la corrupción de Lava Jato (que ha afectado a un sector del empresariado) y la renuncia a batallar por las ideas de los defensores de la democracia y el mercado.

 

Víctor Andrés Ponce
09 de julio del 2018

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