LA COLUMNA DEL DIRECTOR >
Apuntes sobre Nadine
Recordando a la mayoría silenciosa que hizo retroceder la “reelección conyugal”
La señora Nadine Heredia acaba de declarar al diario El País que no postulará el 2016 así tuviera 70% de aprobación, porque ella es respetuosa de las normas y la Constitución. Una buena noticia que todos los peruanos de buena voluntad debemos celebrar. Sin embargo, el análisis no puede obviar verdades que se levantaron como catedrales en los dos primeros años de gobierno nacionalista.
La mención al 70% de aprobación parece un acto fallido, un tema para los psicoanalistas, pues era una condición para una eventual candidatura. O, ¿no?
En los primeros 24 de meses de gestión, cuando el 70% de la gente que no votó por Ollanta Humala en la primera vuelta le otorgó a la administración nacionalista una de las lunas de miel más prolongadas de la historia política peruana, precisamente por la valentía del jefe de Estado en archivar el plan bolivariano de la Gran Transformación, las cosas parecían absolutamente diferentes.
En medio del remanso que se extendía en la sociedad porque el gobierno de Humala no viraba hacia el infierno izquierdista, Nadine Heredia no solo monopolizó el manejo del poder de la administración, sino que se convirtió en el rostro público del gobierno. Semejante voluntad de representar al régimen solo se puede explicar por una súbita dependencia de las cámaras o reflectores o por una clara decisión de candidatear hacia el 2016.
Cuando el nacionalismo se empecinó obsesivamente en inhabilitar a Alan García, el potencial candidato que podía expresar el espacio no fujimorista ante la solidez del apoyo a Keiko Fujimori, las cosas se aclararon. El gobierno tenía 60% de aprobación, había empezado a controlar las jerarquías de las fuerzas armadas y la policía, pero, sobre todo, tenía una candidata de quilates: carismática y dialogante con sectores de la élite periodística, intelectual y empresarial. Como que la mesa estaba servida.
Pero alguien demasiado entusiasta quiso acelerar los cronogramas: mientras se acentuaba la polarización con el aprismo y el fujimorismo se intentó comprar La Pampilla para restablecer el monopolio de combustibles y se produjo “la repartija” con el objeto de controlar las instituciones tutelares del Estado. García respondió acuñando una frase demoledora: “la reelección conyugal”, y se corrió el telón.
Por su inexperiencia y soberbia, la señora Heredia se convirtió en un grave problema para Palacio. Los yerros fueron tantos que la mayoría parlamentaria se convirtió en minoría y el Congreso terminó abofeteando a dos Gabinetes Ministeriales. Poco a poco la candidatura de Nadine se hizo inviable.
Cuando la señora Heredia habla del 70% de apoyo parece recordar una de las condiciones de todos los proyectos autoritarios de América Latina: la aprobación popular. Sin ella nada funciona. El control de las fuerzas armadas y la Sunat no valen un comino. Así son las cosas.
Algunos analistas y posiblemente los llamados garantes del nacionalismo siempre dirán que las sospechas de la reelección conyugal solo representaban la “expresión de la histeria de la derecha”. Pero ahora que la señora Heredia confirma en todos los foros internacionales que su candidatura no va, es necesario recordar a una mayoría social, política y mediática que hizo escuchar su voz con una potencia que hizo retroceder al régimen. La oposición en el Perú, no obstante sus errores y deficiencias, parece haber cumplido el deber de toda oposición en democracia: garantizar la pluralidad y alternancia en el sistema.
Por Víctor Andrés Ponce
27 - o0ct - 2014
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