Dante Bobadilla

Volver al futuro

Volver al futuro
Dante Bobadilla
10 de marzo del 2016

Populismo llenan las propuestas electorales

El panorama político es desolador. No tenemos ninguna posibilidad de desarrollo. Todos los candidatos solo buscan hacer realidad sus sueños de Robin Hood, asaltando las arcas del Estado para regalar dinero de mil formas. Verónika Mendoza lidera el ranking de la insensatez con su propuesta “pensión mamá”. Le sigue Alan García con su Ministerio de la Juventud, copia del inútil Ministerio de la Mujer, que financiará la titulación de los egresados, para empezar. Barnechea propone un Estado de Bienestar con una feria de subsidios de todo tipo. Además, todos están ansiosos por reactivar el rol empresarial del Estado. En otras palabras, estamos de regreso a los 80, como en “Volver al futuro”.

Con estos candidatos solo retrocedemos. No son líderes que conducen a un pueblo sino hojarasca llevada por las masas hacia donde estas quieren ir. Todos son estatistas consumados y enemigos de la empresa privada. Y eso, lamentablemente, es el sentir popular que espera todo del Estado y guarda extraña animadversión hacía la empresa privada. El subdesarrollo es, finalmente, consecuencia directa de esta mentalidad. En toda la historia moderna no hay un solo caso en que un país se haya desarrollado por la acción de la burocracia estatal. Todos los países exitosos se han sustentado en el accionar de las empresas privadas en un ambiente de libertad económica. Esto debería enseñarse en las escuelas y en todas las facultades.

EEUU no se hizo grande por sus políticos sino por sus empresarios. La grandeza de EEUU la hicieron hombres como John D. Rockefeller, J. P. Morgan, Andrew Carnegie, Henry Ford, Howard Hughes, etc. Una lista interminable de empresarios que forjaron el poderío de los EEUU incluso más allá de sus fronteras. Fueron auténticos revolucionarios que transformaron el mundo con creatividad. Pero no solo hicieron empresas que innovaron la tecnología, sino que fundaron universidades, centros de cultura y fundaciones benéficas que funcionan hasta hoy. Mientras acá lo que tenemos es una patética visión estatista y anti empresarial que apenas quiere apoyar al micro empresario “emprendedor”. ¿De dónde han salido estos genios que apuestan al Estado y pretenden asfixiar a la empresa privada acosándola con impuestos e inspectores, y maniatarla con regulaciones que eliminan toda libertad empresarial?

Los candidatos más sofisticados solo atinan a señalar a la educación como la base del desarrollo. ¿Pero para qué sirve la educación sin un entorno empresarial capaz de absorber a los formados? Se quejan de la calidad de las universidades pero lo cierto es que estas no pueden ir más allá de lo que el mercado exige. ¿Para qué van a investigar si no hay dónde aplicar los resultados? ¿Quién pagará las investigaciones si no hay un entorno empresarial tecnológico e industrial? Son las empresas las que guían los esfuerzos de investigación. En EEUU casi el 70% de la investigación y desarrollo se produce en empresas privadas, y lo mismo ocurre en los demás países líderes como Corea del Sur. La empresa privada es el verdadero motor que promueve la educación y fomenta la investigación. Acá se habla de la educación pero solo para posar porque suena muy bonito hablar de la educación y de los niños.

El aspecto más patético de nuestra realidad es que prevalece un espíritu anti empresa privada. No se puede hablar de privatización porque se les para los pelos a todos. La retrasada mentalidad progresista se ha impuesto a través de su red de medios y comentaristas, que gozan de amplios espacios por no sé qué extraña razón. No se cansan de atacar a las AFPs solo por el hecho de ser empresas privadas. Se pasan la vida exigiendo que el Estado intervenga y regule. Y como corolario de esta tragedia tenemos un escenario laboral estrambótico, repleto de asfixiantes regulaciones y sobrecostos que han generado desempleo, subempleo e informalidad. Los demagogos han convertido el ambiente laboral en un templo, donde lo que se idolatra no es el trabajo sino los “derechos laborales”. Así hemos llegado a la ridícula situación de estar repletos de derechos pero sin empleos formales. Acá estamos predispuestos en primer lugar a exigir derechos antes que ofrecer esfuerzo y responsabilidad. Mientras nada de esto no cambie, nuestro destino hacia el subdesarrollo está asegurado.

DANTE BOBADILLA

 
Dante Bobadilla
10 de marzo del 2016

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