Dante Bobadilla

Seguimos en lo mismo

Patinando en el fango de la retórica hecha ley barata

Seguimos en lo mismo
Dante Bobadilla
19 de abril del 2018

 

La foto del presidente Vizcarra posando con la Ley del Cambio Climático, junto a Marco Arana, felices como si acabaran de firmar el Acta de la Independencia, me recordó los días de Alejandro Toledo, con sus cantinflescos shows de firma de leyes rimbombantes y su pose de héroe nacional levantando la hoja firmada, como si fuera la cabeza sanguinolenta de un enemigo vencido. Cubierto de flashes, el farsante posaba petulante, como si acabara de lograr una gran proeza. Bueno, seguimos en lo mismo. La competencia por la ley más cursi y regalona no se detiene.

Me falta memoria para recordar cada escenario fastuoso montado para la firma de alguna ley de nombre pomposo. Incluso Machu Picchu sirvió como telón de fondo para la firma de alguna ley promocionada como la salvación del Perú y el acto de justicia más esperado de la historia. Por ello, ver esa foto de Vizcarra me dio mala espina. Me temo que nos espera más de lo mismo. Hasta ahora no hay ideas, salvo la austeridad anunciada por el nuevo ministro de Economía. Pero una austeridad que no pase por podar el frondoso árbol de la burocracia estatal solo quedará en verso.

En buena hora se han destapado algunas frivolidades de la burocracia dorada, como contratar oficinas de lujo en las mejores zonas de la ciudad. Eso es pan corriente en el aparato del Estado. Los más de 300 organismos públicos se dedican a malgastar el presupuesto en toda clase de frivolidades insólitas. Pero nadie tiene la menor intención de reorganizar el aparato público para eliminar organismos redundantes que duplican o triplican la labor de otros entes. Lo más ridículo es que ahora existen organismos reguladores del propio Estado. Es decir, una oficina de burócratas displicentes vigila a otra oficina de burócratas displicentes. Todo lo que se consigue es aumentar el gasto público sin ningún resultado porque la incuria burocrática es la norma y es total.

Resulta lamentable que en este país se malgaste tanto tiempo en debates ociosos, como el de la famosa ley de la alimentación saludable, un adefesio legal que viene rodando de país en país, defendido por todos los que se creen mesías, profetas y defensores de la salud, pero que al final solo terminan fastidiando a la industria alimentaria. ¿Cuándo se ocupan de lo realmente importante? La alimentación es un problema de cada uno, y basta con la educación escolar, la guía de los padres y las recomendaciones médicas para que cualquier persona sepa alimentarse bien, si es que eso le interesa. Ninguna ley va a cambiar los hábitos alimenticios de las personas o de una cultura.

Cada congresista sueña con su propia ley. En sus perfiles de Twitter puedo leer notas curiosas como “autor de la ley...”. La mayoría de leyes que se discuten son copiadas de otros países, a veces promovidas por agencias internacionales. Es decir, no se sustentan en nuestra realidad ni en nuestras urgencias, sino en la agenda de estos organismos burocráticos internacionales o locales, además de la vanidad y estupidez de los congresistas para posar como salvadores o defensores. En estos días acabamos de copiar una pésima ley chilena que obligar a los centros comerciales a ceder gratuitamente los parqueos construidos con millonarias inversiones, como si los congresistas tuvieran el derecho a meterse en los negocios privados.

El país no va a ningún lado. Seguimos patinando en el fango de la retórica hecha ley barata y en el intervencionismo político en la vida económica del país, siempre bajo la pose del defensor de los más necesitados, del consumidor, de los niños, de los enfermos, de los pobres, de la mujer y de cuanta causa noble se les ocurra. Pero todo con efectos siempre nefastos, como la creciente morosidad escolar que ha generado la demagógica Ley Lescano, que permite el perro muerto en los colegios.

Así no vamos a ningún lado, salvo a convertirnos en Venezuela en el 2021.

 

Dante Bobadilla
19 de abril del 2018

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