Dardo López-Dolz

Se va el tren, se va lejos

Cómo desmontar el infierno kafkiano de la burocracia

Se va el tren, se va lejos
Dardo López-Dolz
23 de enero del 2018

 

Se fue el Papa, dejando un claro testimonio abrumador de la fe mayoritaria del pueblo peruano que, sin menoscabo a la laicidad constitucional del Gobierno, deja un claro mensaje de la preponderancia de los valores católicos en la mayor parte de la población peruana. Ojalá la tregua haya dado tiempo para considerar la necesidad de empezar a abordar los temas que importan al ciudadano de a pie, dueño de los votos, y al empresariado gestor de la imprescindible inversión que mueve la economía y genera puestos de trabajo y recaudación, que es la sangre que mueve el accionar al que está obligado el Estado.

Esta por acabarse enero y el país necesita mirar adelante, más allá de la fallida vacancia y las polémicas por el indulto a AFF. Los engranajes de la economía mundial empiezan a moverse nuevamente y no podemos quedarnos una vez más en el andén, mirando nuestro propio ombligo. Más allá de las diferencias verbales y de estilo, más allá de las pullas y las heridas, asistimos a una correlación de fuerzas en el Congreso que, con paños fríos, hace perfectamente posible pensar en emprender (sin claudicar y sin el riesgo inherente de las alianzas) las reformas imprescindibles para reactivar la economía, con una legislación laboral y tributaria que procese inteligentemente el efecto adverso causado por los tozudos desincentivos involuntarios a la formalización de una legislación que es fruto de décadas de cháchara socialista. El respeto al medio ambiente es hoy exigido a la actividad formal por prácticamente todos los mercados mundiales, así que facilitando el camino a la formalidad cuidaremos también mejor nuestro entorno.

Viene un buen momento para el precio de los minerales. Debemos ser capaces de convencer a la población de las bondades de la industria extractiva moderna y hacerla partícipe de los beneficios, mejorando sus opciones futuras. La tara burocrática heredada del virreinato, recibió nuevo impulso durante el Gobierno de Humala y este Gobierno no ha conseguido (pese al acertado impulso legal inicial) desmontar el infierno kafkiano al que tenemos que enfrentarnos a diario los ciudadanos. Un infierno en el que funcionarios de cuarto nivel se niegan a cumplir la ley aduciendo que aún no la han reglamentado; o peor aún, no han preparado la directiva para el cumplimiento de la misma. Estos tíos parecen creer que la ley no es de aplicación obligatoria en tanto ellos no cumplan con la diligencia esperada de quien come y vive gracias a nuestros impuestos.

Humala creo oficinas autónomas y superintendencias con el fin de inflar planillas dando cabida a numerosos adeptos de dudosa o nula capacidad para la posición encargada. Y muchos siguen allí. Personalmente me ha tocado lidiar (en una superintendencia ubicada en Magdalena y en una municipalidad) con funcionarios que no tienen la más remota idea de la materia sobre la que les toca decidir, incluso algunos que tienen la formación académica básica suficiente para que el programa Servir los haya tomado en cuenta. Si este Gobierno quiere hacer andar el país, debe abocarse a remover y remplazar esos lastres anacrónicos que creen que se les paga para estorbar el accionar respetuoso de la ley, prohibiendo o denegando aquello que no entienden.

 

Dardo López-Dolz
23 de enero del 2018

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