Para que no se repita

Sobre la agresividad presidencial y la débil institucionalidad política.                  

Hay, en los gestos y palabras del Presidente Humala, preocupantes evidencias de desconexión con la realidad, una percepción desde el país de nunca jamás, fruto perverso y previsible de su desconocimiento de los usos y costumbres democráticos, lo que lo lleva a alimentar su creciente paranoia, considerando enemigo a todo aquel que ose discrepar en público de su simplista visión de la realidad nacional y mundial. 

La combinación de esto con la doctrina que aprendió en la Escuela Militar de Chorrillos lo lleva a atacar cada vez que se siente amenazado, aislándose cada vez más en su pequeño círculo, que, a su vez, se hace cada día más pequeño con el alejamiento de los que botó por desconfianza y de los que hoy ven peligrar su futuro político si siguen unidos a esta aventura surrealista que, combinando la ignorancia y el temor, ha frenado el desarrollo del país. Van quedando solo los que lo aplauden o escupen para el aplauso del jefe. Chi cheñó.

 Ollanta Humala se dedica a espiar y atacar porque no entiende que no existe ningún partido político ni grupo económico que conspire o siquiera desee que su gobierno colapse. Los partidos porque, además de sus convicciones, requieren de la continuidad democrática, la alternancia en el poder y el fortalecimiento de la institucionalidad, para su existencia y desarrollo. Los grupos y gremios empresariales porque tenemos frescos los dañinos efectos que los sobresaltos e interrupciones políticas tienen sobre la inversión y el desarrollo de los mercados. Estos dos solitarios síntomas de madurez política son en realidad lo que mantiene a flote una gestión que hace buen rato evidencia síntomas que en otros tiempos, no tan lejanos, hubiesen generado una interrupción ¨a la paraguaya¨. 

Esta coyuntura, que se deteriora velozmente, está asentada sobre una deficiencia estructural que ya venía siendo notoria en las elecciones locales y regionales y que debemos corregir pronto si queremos avanzar. Durante este quinquenio hemos visto crecer la corrupción y frenarse el desarrollo de la inversión y la lucha contra la pobreza, no por el mercado externo (Colombia ha crecido en el mismo entorno, con exposición similar), sino por permitir que se encaramen en el poder muchos caciques regionales egocéntricos sin visión nacional y una amalgama gelatinosa de inexpertos de gabinete, bajo un comando oportunista, pobremente dotado de cuna, sin formación académica suficiente y por añadidura inexperto, amalgama que se viene desmoronando como castillo de arena al exponerse al sol. 

El Perú necesita establecer la obligatoriedad de pertenencia a un partido político nacional para poder acceder por elección a un cargo. Urge asegurar formación y experiencia de los elegidos a través de una carrera política progresiva, para que puedan ganar la experiencia necesaria, tal como ocurre en el mundo empresarial y académico, nadie empieza presidiendo el directorio ni como decano universitario. Esa condición obligaría a la existencia de una concepción programática y un objetivo al cual llevar el país, más allá de los liderazgos personales. El votante sabría así porqué está votando, los elegidos tendrían mejor preparación y mejor equipo para no sucumbir en las aguas de la política, disminuirían el transfugismo y los saltos por la borda, y los elegidos para liderar contarían con una estructura nacional más sólida, capaz de informar de la realidad sin recurrir al recurso vedado del espionaje, la intromisión y el seguimiento. 

Por Dardo López-Dolz
27 - Ene - 2015