Dante Bobadilla

Los buenos agresores

La izquierda nos dice a quién debemos odiar

Los buenos agresores
Dante Bobadilla
19 de octubre del 2017

Me ha llamado la atención el rechazo más o menos amplio que ha merecido Rafo León, el obsesivo-compulsivo maltratador de mujeres fujimoristas. Y me sorprende porque el insulto al fujimorismo es ya un estilo periodístico establecido por el progresismo, con ribetes de pasar incluso como pauta moral. Es difícil encontrar una diva de la televisión que no sea una furibunda antifujimorista. Parece ser que el antifujimorismo es una especialidad o una maestría en el periodismo de hoy. Como sea, a la gran mayoría le encanta posar como un furioso antifujimorista.

Lo cotidiano es ver carátulas, titulares, columnas y caricaturas dedicadas a Keiko o al fujimorismo. Hay periodistas y dibujantes cuyo único logro profesional es vivir rajando del fujimorismo y de Keiko cada semana o cada día. No tienen otro tema. Están entregados a la calumnia y el agravio a Keiko Fujimori y al fujimorismo. A ver ¿Cuándo alguien ha cuestionado esta ridícula situación de la prensa?

Por eso me sorprende la condena a Rafo León, pues se trata de un insigne miembro de la caviarada. O al menos uno de sus engreídos, a quien ven como el bufón de la corte que deleita con las majaderías y groserías que la China Tudela profiere contra las damas del fujimorismo, causando la risa de la nobleza caviar hasta hacerlos atorarse con el chardonnay. Esa es la lindura de país que tenemos hace 17 años, desde que el progresismo se erigió como la casta moral de la nación. Acá nunca se condena a un progre. Ellos gozan de franquicias para cometer toda clase de felonías, disfrazados de luchadores anticorrupción y defensores de la ética y la democracia. Todas las condenas al mal comportamiento están dirigidas a la derecha; y las hace la izquierda porque ellos son los guías espirituales de la nación, los propietarios de la moral, la verdad y la memoria, y vigilantes celosos de la corrección política.

Lo que ha pasado es que la sociedad anda muy sensibilizada por una seguidilla de grotescos actos de agresión a la mujer, y han pescado a Rafo León parado en posición adelantada. Eso es todo. Pero el malandrín en ciernes no es el único agresor de mujeres del fujimorismo. De hecho, la misma revista Caretas le ha dedicado humillantes carátulas a Keiko apelando al fino humor gráfico caviar. ¿Alguien se ha indignado y protestado por los asquerosos carteles que portan los perturbados mentales del colector infantil “No a Keiko”? Al contrario, esa manga de fascistas callejeros son vistos como chicos buenos. Si hasta PPK tuvo el cuajo de meterse a su pocilga para posar con carteles de “no al narcoestado”.

La izquierda se ha apoderado de la moral y nos dice a quién debemos odiar. Según la moral de izquierda, Hitler es condenable por haber asesinado a siete millones de personas; pero Stalin y Mao, que asesinaron cerca de cuarenta millones de personas cada uno, son dignos de admiración y reciben homenajes. Nos han enseñado a odiar a Pinochet por dictador y asesino, pero le rinden pleitesía al criminal del Che y a la cruel dictadura de los Castro. Nos enseñan a detestar a Fujimori mientras justifican a Maduro; a condenar la prensa chicha de Montesinos, mientras defienden la libertad de expresión de la prensa chicha de izquierdas y sus nauseabundas columnas.

Los guachimanes de la moral nos enseñan a combatir al fujimorismo mientras sus recomendados, aliados y compadres políticos fugan del país o se niegan a responderle a la justicia. Las ONG de izquierda, modernas instituciones tutelares de la nación, queman maleza antifujimorista con el asunto del indulto para esconder a sus amigos y facilitarles la fuga, sin mencionar jamás que ellos le han robado al país en estos quince años como nunca antes nos habían robado en toda la historia de la República. Y es que mientras el manicomio entero de la izquierda, desde todos sus pabellones de lunáticos de toda clase, nos llena los ojos con su antifujimorismo patológico y relamido, con sus cuentos y mitos sobre los noventas, al Perú se lo siguen llevando en peso ahora mismo y de muchas maneras más sofisticadas y finas. En unos cuantos años, cuando caiga la caviarada, tendremos que hablar de las ONG chicha, los contratos chicha y de las leyes chicha. Solo hay que sentarse a esperar.

 

Dante Bobadilla

 

Dante Bobadilla
19 de octubre del 2017

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