Martin Santivañez

La separación entre la Iglesia y el Estado

La separación entre la Iglesia y el Estado
Martin Santivañez
05 de febrero del 2016

Debate sobre el Estado laico

Un peligro latente para la sociedad peruana es la barrera artificial que algunos progresistas y liberales intentan crear entre el Estado y la Iglesia, un tema que se trae torcidamente al debate electoral. Se trata, para la alianza liberal-progresista de una barrera infranqueable, sin caminos de contacto, sin puertas de comunicación, que busca dividir hasta la enemistad al Estado y la Iglesia. En el fondo, lo que este grupo pequeño pero bien organizado desea es destruir cualquier punto de contacto entre la política y el hecho religioso, sosteniendo que una y otra no solo no deben mirarse, también deben golpearse cuando entren en contacto.

Esto, por supuesto, no resiste el menor análisis jurídico ni científico. La realidad religiosa puede influir positivamente en la configuración de un Estado de Derecho donde la libertad sea un bien jurídico reconocido. La política no puede existir de espaldas a la sociedad. Mucho menos el Estado. Cuando un Estado vive de espaldas a la sociedad entonces vivimos en medio de una dictadura. La religión es un componente fundamental de toda sociedad, por lo tanto, el Estado no puede vivir de espaldas a la religión. Ninguna sociedad se explica sin el hecho religioso. Reconocer esto no implica imponer las creencias mayoritarias a las minorías. Pero tampoco es posible defender la visión radical y contraria que pretende que unas minorías impongan su particular visión del mundo en detrimento de una población mayoritaria que respeta y comparte la religión.

El Estado y la Iglesia deben de cooperar siempre. El Estado y la Iglesia no deben enfrentarse. La Iglesia tiene la misión de proclamar la verdad, no solo la verdad religiosa. La Iglesia tiene que defender TODA LA VERDAD y existe, ¡claro que sí!, una verdad política, una verdad jurídica y como madre y maestra, la Iglesia está en todo su derecho, el de la libertad religiosa, de pronunciarse sobre todo lo humano. San Agustín tenía razón cuando dijo que la Iglesia habla todas las lenguas y las que no habla las hablará. El lenguaje político, el lenguaje estatal es un idioma que los católicos debemos dominar porque la civilización nos interesa, la política nos atañe y el Estado nos preocupa. En realidad, la crisis moral que atraviesa el Perú se debe al olvido del idioma estatal, a la postergación del lenguaje político por parte de los cristianos. El Estado entregado a pseudo-tecnócratas que idolatran el mercado o a filo-marxistas que rinden pleitesía a la lucha de clases es un Estado amputado en su esencia valorativa. Solo el cristianismo es capaz de iluminar las realidades temporales de la política y precisamente por eso, la Iglesia tiene el deber de pronunciarse sobre el descarrilamiento de los políticos y la creciente inoperancia del Estado.

No nos engañemos. Los enemigos de la Iglesia quieren copar el Estado y convertirlo en un instrumento de sus fines temporales. El vacío de poder siempre es cubierto por los grupos mejor organizados. Precisamente por eso los cristianos tienen que organizarse libremente para defender que todas las realidades humanas pueden y deben ser iluminadas por el Evangelio, restaurando la cooperación entre la Iglesia y el Estado siempre dentro de sus respectivas esferas de independencia. Esta cooperación franca y decidida es la base del verdadero Perú. 

Martin Santivañez
05 de febrero del 2016

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