Jaime Chincha

La rebelión nacionalista

La rebelión nacionalista
Jaime Chincha
18 de julio del 2014

¿Llegó a su límite la influencia política de la esposa del presidente?

La presidencia del Congreso no está para los nacionalistas. Al gobierno le ha estallado en la cara la falta de candidatos para relevar a Otárola. La oposición, mientras tanto, aprovecha el caos oficialista para mostrar sus mejores cuadros: Eguren y Bedoya. La antesala no pudo ser peor: Marisol Espinoza y Ana Solórzano de las mechas peleando por la silla más importante del hemiciclo. Digamos, no es primera vez que presenciamos un pugilismo político-congresal por estas fechas, pero que Nadine Heredia haya querido inclinar la balanza a una de ellas sin buscar consensos, sin establecer acuerdos, sin hacer política, ha degenerado en esta suerte de rebelión entre los ya confundidos nacionalistas.

Nadine ya no acierta una. Ni sus propios congresistas aceptan su constante irrupción en asuntos de gobierno. Ni qué decir de los opositores. Y la elección de Solórzano, valgan verdades, se veía frágil, con muy poca fuerza. Y fue desde el propio nacionalismo que se desató la alarma: no queremos imposiciones, dijo Esther Saavedra. Lo que deja este cisma es penoso; congresistas adocenados, vacíos ideológicamente, sin piso (recordemos a Julia Teves hablando esta semana de "la hora de las mujeres", defendiendo forzadamente a Solórzano).

Si uno fuera malpensado diría que todo este quilombo fue a propósito. Es decir, ya se sabía que Espinoza tenía la vicepresidencia de la República y eso terminaría descalificándola; Solórzano, además de ser la candidata de la señora Heredia, es todavía inexperta, sin peso propio y se ha convertida en un satélite de Palacio. Suena el nombre de Josué Gutiérrez pero presiento que su postulación se va a desinflar. Es el congresista que secundó a Alexis Humala en su viaje a Rusia; además de haberse ganado una imagen de adulón por colgar cuadros enormes de Nadine en su oficina. La última carta que se jugaría el nacionalismo sería que Otárola repita el plato.

El PPC entonces queda pintado para esta elección. Palacio ha hecho todo para desacreditar a sus congresistas y dejarle la cancha libre. Eguren puede tener más suerte que Bedoya por haberse hecho de una imagen de conciliador, político sereno y fiscalizador; condiciones difíciles de encontrar en un político de hoy. ¿Alguien dijo acuerdo bajo la mesa? En política nunca se sabe. Recordemos que el PPC inclinó la balanza a favor de la continuidad del gabinete Cornejo cuando se salvó de la censura por otro penoso incidente en el que, una vez más, estuvo comprometida la influencia desgastante de la señora Heredia.

El gobierno llega debilitado al mensaje de 28, incapaz de establecer acuerdos con los demás partidos, más aún ahora que la economía pide a gritos medidas concretas para dinamizarla y atraer capitales. Ni Perú Posible ha aceptado la imposición de Nadine. Así, según se advierte, el humalismo ingresa al cuarto de año en un escenario similar al que enfrentó el toledismo hace diez años: la oposición se haría cargo del Congreso y ello terminaría sosteniendo el sistema. Eguren tiene el perfil que la coyuntura necesita.

Por Jaime Chincha

Jaime Chincha
18 de julio del 2014

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