Santiago González Díaz

LA LÓGICA SINDICAL

LA LÓGICA SINDICAL
Santiago González Díaz
09 de enero del 2017

¿Dónde se origina el poder de los eternos dirigentes sindicales?

Una constante a comienzo de año, luego de los correspondientes recesos de verano, es el inicio del conflicto entre el gobierno de turno y los sindicatos de los distintos rubros que representan a los trabajadores.

La lógica de negociación empleada sigue un patrón similar en todas partes. Se inicia con la exigencia de un aumento de salario que, desde antemano, se sabe que será rechazado por el gobierno. Desde las esferas de poder simulan una evaluación de la demanda sindical y su “respuesta – oferta” suele ser mucho menor al porcentaje exigido, con el pretexto de no contar con suficientes recursos presupuestarios para cubrir lo requerido. En algunos casos, la expectativa de inflación es otro elemento que se emplea como factor al momento de realizar la contrapropuesta. Finalmente, la consecuencia de ello es el rechazo sindical y la subsiguiente amenaza de paralización de las actividades laborales del sector hasta que no se llegue a un acuerdo satisfactorio.

Tres etapas que concluyen con acuerdos que, según el sector y la capacidad de “negociación” o presión, pueden asemejarse a las solicitudes iniciales.

Cabe preguntarse entonces ¿dónde se origina el poder sindical? El derecho a huelga avala cualquier medida de los sindicatos y es la fuente de poder sobre la cual los distintos gremios se sostienen, sumando a ello la adjudicación exclusiva de la representación de los trabajadores ante la “patronal”.

Los sindicatos se vuelven grupos de choques, en muchos casos; y cuanto mayor es su concentración, mayor será su capacidad para desestabilizar gobiernos a su antojo. Es decir, la adjudicación de representación sindical en algunos países a veces se vuelve monopólica, y termina actuando como algo que muchos repugnan decir: corporaciones, organizaciones verticalistas que se vuelven poco democráticas porque sus líderes asumen eternamente el liderazgo adjudicado por el voto.

A mi entender, un detalle que es necesario recalcar es que aquellos que dicen defender los derechos de los trabajadores son personas de las cuales poco se conoce de sus patrimonios, que usualmente distan en demasía de lo que perciben la mayoría de sus representados. Resultan ser de los hombres más adinerados del país, cuyas necesidades económicas reales son nulas, y su única actividad es la representación full time de los trabajadores. La duda queda con respecto a la honestidad del origen de sus riquezas.

¿Puede realmente alguien conocer la necesidad de los trabajadores cuando su estilo de vida se asemeja al de grandes empresarios? Quizás la alternativa más viable y honesta pueda ser la desconcentración, y permitir a cada organismo o trabajador, negociar directamente con sus empleadores.

Por Santiago González Díaz

Santiago González Díaz
09 de enero del 2017

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