Dante Bobadilla

El político exitoso

El político exitoso
Dante Bobadilla
08 de diciembre del 2016

No importa lo que haga, sino lo que la gente cree que hace

La política dejó de ser el esfuerzo para transformar la realidad y se ha convertido en el arte de posar y de mentir con cierta credibilidad. El político de hoy es como el estudiante al que no le interesa conocer, sino solamente aprobar el examen; que no lee para saber más porque el conocimiento no le interesa. El estudiante que solo quiere saber qué vendrá en el examen y punto. Aprobado el curso arroja el libro a la basura con una expresión de alivio. Todo se reduce a un afán utilitario inmediato.

En la política esto se traduce en el mero afán de superar mediciones típicas como la prueba PISA o indicadores de anemia infantil. Todo esfuerzo político se concentra en entrenar a los alumnos en el tipo de preguntas que vendrán en la prueba y en repartir pildoritas antes de las mediciones. Las estadísticas mostrarán las mejoras en la política educativa y en salud, aun cuando los chicos sigan igual de ignorantes y hambrientos. En estos tiempos las estadísticas han reemplazado a la realidad. La manipulación de la data es el arte más exquisito para engañar de manera creíble y “científica”.

Pero también es importante contar con buenos canales de comunicación. El político exitoso tiene que asegurarse una buena prensa; no hay otra forma de ser popular. De modo que el arte de la política pasa necesariamente por ganarse a la prensa. Una manera sutil es repartir un gran presupuesto de publicidad. Se debe llegar al punto en que la gente confunda la publicidad con la noticia. Además, de alguna manera hay que ganarse a los periodistas claves, obviamente. Su opinión importa. Hay muchas técnicas para ganarse el aprecio y, sobre todo, la gratitud y el compromiso de estos periodistas claves.

Cuando hay un bajón en las encuestas la explicación siempre es que “falló la estrategia de comunicación”. Por eso todo organismo cuenta hoy con una “oficina de imagen institucional” que se encarga de que la publicidad reemplace a los resultados de gestión. Además cuentan con un pool de periodistas encargados de la asesoría en comunicación, o tienen “expertos en comunicación” bajo contrato. No hay periodista mermelero gratuito. Cada columna tiene un precio. Hay verdaderos mercenarios del periodismo expertos en linchamientos, adulaciones y en generar trending topics a pedido. Tan fácil como colocar una rosa para María en Palacio.

Al final no importa lo que haga un ministro, sino lo que la gente cree que hace. No importa lo que esté pasando, sino lo que la gente cree que está pasando. De allí que a las encuestas solo se interesen por lo que la gente cree, y es que la gente cree lo que la prensa le pone al frente. Así miden la efectividad de sus psicosociales. Así es como funciona el negocio. El saber ha sido reemplazado por la creencia, la información por el psicosocial, los resultados por la propaganda. Toda esa plaga histérica de chiquillos antifujimoristas cacareando consignas idiotas es producto de esta maquinaria implacable de manipulación mediática, cuyo potencial se ha incrementado gracias a las redes sociales, donde la estupidez prima y el insulto campea.

Toda buena estrategia comunicacional debe actuar en las redes sociales, donde las “cuentas chicha” son las que tienen más seguidores. Es un fenómeno de las redes sociales. Basta con una fábrica de memes baratos, grotescos e insultantes, y un ejército de trolls para asegurar likes y seguidores. No se requieren grandes dotes analíticas ni de redacción, ni mucho menos conocimientos. Cualquier barbaridad será creída y compartida si el meme es bueno.

Orson Wells probó en 1938 el poder de convencimiento de los medios y el nivel de estupidez de la gente al hacerles creer, utilizando la radio, que los marcianos habían aterrizado en Nueva Jersey. Desde entonces sabemos que las masas son capaces de creer cualquier disparate si está bien contado. Hoy es muy fácil utilizar las redes para convencer a la gente de que hay una invasión de pishtacos robando órganos de niños o, incluso, que hay una magistral reforma de la educación a cargo de un ministro que está a la altura de Grau y Bolognesi. Y se lo van a creer.

 

Dante Bobadilla

Dante Bobadilla
08 de diciembre del 2016

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