Hugo Neira

Dos temores y una «realidad sin teoría», el fujimorismo

Dos temores y una «realidad sin teoría», el fujimorismo
Hugo Neira
02 de mayo del 2016

Radiografía de la cultura política en elecciones

Estoy de vuelta, tras meses de viaje y de escritura. Y lo que encuentro es un cielo donde vuelan brujas mientras los medios preguntan a doctos adivinos sobre nuestro porvenir. Diría que estoy en las colinas de Escocia, en las inmediaciones del Colegio Hogwarts de Magia de J. K. Rowling, en pleno Harry Potter. Los medios hacen preguntas propias a profesores de hechicería. Y una de nuestras eminencias pronostica «la hija será autoritaria». ¿Cómo lo sabe? Supongo que el sociólogo entrevistado usó la varita mágica. Ingenuo de mí, tenía entendido que nosotros, los de ciencias sociales, estudiamos clases enteras, pero no individuos específicos. Los arcanos del yo son terreno de una disciplina que se llama el psicoanálisis. Pero vista la situación a ella acudo. Un amigo me hace llegar una entrevista a Matilde Caplansky.

Psicóloga por San Marcos y psicoanalista por la API de Londres (Asociación Psicoanalista Internacional) es apreciada no solo por su competencia profesional sino por su franqueza e independencia de criterio. Así, le preguntan si Keiko es «una niña edípica», cosa que sostuvo años atrás, y responde: «creo que ya maduró un poco, la veo más articulada, más tranquila». Y más adelante, «es una chica aplicada, inteligente, aunque también muy afectada por los desmanes de su padre y por la relación de éste con Montesinos». Caplansky también toca un tema de fondo, «no hemos procesado razonablemente la guerra de Sendero». Obra de la periodista Tania Temoche, el texto completo se puede ver en virtual (lamula.pe).

Keiko es una persona normal, y punto. Y no hay 5,9 millones de malvados que quieren una dictadura.

Al volver, he podido apreciar la geografía social del voto. Las provincias se inclinan masivamente por Keiko, salvo el sur. Pero veo algo más. A mi vuelta un país dividido no por uno sino por dos temores. Comencemos por los de abajo. La doctora Caplansky señala un big bang, los años 90, el gran terror provocado por el desorden asesino que desencadena Sendero, seguido por los abusos de los sinchis. Y pueblitos peruanos y su sencilla gente en la doble tenaza de la violencia. Todo eso también en una reciente película, La última noticia. Políticamente incorrecta, gracias al cielo. Muestra la doble violencia. Vaya, amable lector, a verla.

¿El voto de Keiko teme el retorno de Sendero? No, pues, no seamos ingenuos, existe otra violencia que igual destroza la paz social. Mafias, cupos, sicarios, los Oropeza, los Belaunde Lossio, presidentes de regiones fugados o tras las rejas. No es la violencia centralizada, para llamarla de alguna manera, de los senderistas del pasado. No por eso menos peligrosa. Por eso votan por el apellido Fujimori y no porque quieran «un sultanato» (J. Cotler).

Y hay el otro país, también con su porción de racionalidad. El que se preocupa por los derechos humanos. Acaso en Keiko no ven una persona peligrosa, pero sí en su vieja guardia. Y para confirmar esa sospecha, Kenji y sus insalubres declaraciones. Dos países, dos temores. A ver si nos olvidamos un poco del prisionero de Azkaban, o el temor al retorno del malvado Lord Voldemort (Montesinos).

Por mi parte prefiero ver el mundo tal como es. Y por eso hago una pregunta ¿qué son los fujimoristas? Abundan estudios sobre el gobierno de Alberto Fujimori, pero no sobre ese pueblo, partido y tendencia. Marisol de la Cadena, antropóloga, frente a la actual comunidad campesina, la llama «una realidad sin teoría». Brillante. Lo mismo diré del fujimorismo. Lo más completo que tenemos es Yusuke Murakami, Perú en la era del chino (IEP, 2007). Es decir, hace diez años. Y sin embargo hay 140 universidades. Y ONGs, unas 600. ¡Y ni un solo estudio descriptivo! Del fujimorismo de abajo en pequeñas ciudades y aldeas, sabemos casi nada. La opinología no se ensucia los zapatos. En mis tiempos, los diarios enviaban corresponsales a investigar. Así escribí Cuzco, tierra y muerte. Por lo visto, hoy basta la bola de cristal. Lo dicho, el Colegio Hogwarts.

Hugo Neira

 

Hugo Neira
02 de mayo del 2016

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