Hugo Neira

Brexit inglés y Verstehen de Max Weber

Brexit inglés y Verstehen de Max Weber
Hugo Neira
04 de julio del 2016

El acto fallido del político Cameron

Verstehen es vocablo alemán y uno de los conceptos mayores de Max Weber. Quiere decir “explicación comprensiva”. En Querétaro, México, pude adquirir la última edición de su obra total. Se trata de una edición revisada, comentada y anotada por Francisco Gil Villegas, del Colegio de México, a quien tuve el gusto de conocer y platicar, como dicen los mexicanos. Debo decir, sin rubor alguno, que aprobó y gustó de mi ponencia. Esa edición, la tercera en español, gracias al trabajo de Marianne Weber, la viuda, trae documentos inéditos y decisivos en materia de teoría del Estado. Esta edición, de 1451 páginas, tiene centenares de notas de Gil Villegas, gran conocedor de Weber. Por mi parte, si alguna filosofía política tengo es la weberiana, que separó “el científico del político” (1919). Son ambos un beruf, una “vocación” pero distintas. Pero eso no me lo entienden, y se asombran de que dé conferencias en locales partidarios diversos. Sin pertenecer a ninguno.

Ante el Brexit hay gente en Lima que parte del costo/beneficio. Las cosas no son tan simples. El macizo libro de Weber tiene un intitulado, “la economía y los órdenes y poderes sociales”. Propongo al amable lector otro camino. Una explicación donde interactúan mercado, clases políticas y la especificidad de cada nación.

 

1. Antes del Brexit, al Reino Unido no le iba nada mal. Hablo de cifras. Unos 65 millones de habitantes, el PBI a 2’522 billones, inferior a Alemania (3’634) y a Francia (2’734). Pero tenía ese Reino Unido —hoy desarticulado— un crecimiento de 2,8%, es decir, el más fuerte de los países del G7. Entonces, razonemos. La salida no tiene sustento económico como algunos alegremente sostienen. Si los opinadores consultaran fuentes serias, que es lo que yo hago, encontrarían lo siguiente: “el alto PBI se ha recobrado gracias en particular a la política de la Banca de Inglaterra, con programas de acomodamiento (a la UE) mediante quantitative easing”, o sea funcionaban los acuerdos con la UE (Images Economiques du Monde, 2016). Repito, no le iba mal. Pero a Lima la intoxican con la idea de que la UE está quebrada y “el socio inglés se sale a tiempo”. Eso no se lo banca ni el propio primer ministro David Cameron, que no era partidario del Leave, o sea irse, sino del Remain, quedarse. La UE tiene dificultades, pero las tienen todas las economías del mundo. Tienen que sostener a cuatro millones de sirios, en Turquía. Para que no invadan el viejo continente.

2. ¿Qué pasó? Algo que rara vez confiesan nuestros hombres públicos. Se equivocó el político Cameron. Hoy sabemos que no tenía ni siquiera un plan B. O sea, Londres se ha llevado una sorpresa. Y la crisis es hoy tan grave que ni Boris Johnson, el primer partidario del Leave, quiere ir a Downing Street y asumir el cargo de Primer Ministro. Ahora, después de embarrarla, los euroescépticos se tiran para atrás.

3. El Brexit es un asunto político. Es el acto fallido de un estadista. No es la primera vez que un político europeo acude al referéndum y el electorado le dice “No”. Le ocurrió al presidente francés Jacques Chirac. En 1996, creyendo proteger a su Primer Ministro Alain Juppé, disuelve las cámaras legislativas y en la elección el pueblo francés le envía un socialista, Lionel Jospin. No tuvo más remedio que cogobernar con su rival político. En un referéndum le dijeron “No” a De Gaulle y decidió irse. Algo por el estilo, el general Pinochet. Un plebiscito, en octubre de 1988, consultaba prolongarse en el poder, la respuesta fue el “No”, un 54,7%. Al año siguiente fueron las elecciones y llega Aylwin. Esas consultas son imprevisibles, miren el caso de Evo Morales. Le han rechazado un cuarto gobierno.

4. Acaba de morir Michel Rocard, la izquierda de la izquierda de François Mitterrand. Y así, en las primeras páginas en París sus opiniones, “a ustedes los ingleses solo les interesa el comercio”. Hay una corriente europea para la cual es un alivio que el Reino Unido se vaya. Al parecer están hartos del “I want my money back” de Londres. Devuélveme mi dinero y nada de federalismos. El tema, para la próxima semana.

5. En fin, en las neblinas limeñas no faltan quienes creen que el plebiscito es la mayor expresión de democracia. No cito a la opinóloga, por respeto al género. No es así, sorry. Suelen ser usados por los tiranos. Hitler llega por las urnas y se afianza a punta de plebiscitos. Esas consultas —no siempre vinculantes— dividen a los pueblos. Convocan verdades absolutas. Por o contra. Ahora bien, salvo la religión, nada es absoluto. En las elecciones se da poder legítimo a gente distinta. Se institucionalizan tendencias opuestas, a saber, extrema derecha, derecha, centro, centroderecha, centroizquierda, izquierda moderada, extrema izquierda. Me temo que muchos de mis compatriotas no han entendido todavía que una democracia es pluralista o no es. Muchos desean una versión unanimista de la política. “Todos juntitos”, en plan procesión del Señor de los Milagros, dicho con todo respeto por la cofradía, a la que pertenecía mi padre. Pero las andas del Estado son demasiado pesadas para una sola espalda.

 

Hugo Neira

 
Hugo Neira
04 de julio del 2016

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