Horacio Gago

¿Alguien dijo “mejor centralizar”?

La corrupción sistémica se inicia en Lima

¿Alguien dijo “mejor centralizar”?
Horacio Gago
10 de enero del 2018

Cualquier funcionario de tercer o cuarto nivel de un ministerio importante en el Perú se da el lujo de hacer esperar largas antesalas a gobernadores regionales y alcaldes —autoridades elegidas— para después pedirles coimas por los proyectos que esa autoridad gestiona ante el tesoro o los sectores en Lima. A ese funcionario nadie lo eligió, solo fue designado por su jefe.

Los periodistas repiten como loros que los gobernadores y alcaldes son corruptos, pero no hablan nada de la corrupción sistémica iniciada en Lima desde la cúspide del poder y arraigada en todos los ministerios, merced a ese sistema de antesalas y prebendas. Los periodistas de Lima no tienen idea alguna sobre la descentralización, la cantidad de PBI que ha agregado a cada pueblo desde que se inició en el año 2004, las nuevas capacidades que ha generado entre los profesionales del interior, ni del crecimiento del empleo, del parque automotor, del boom universitario de las principales ciudades intermedias (y no se hable de calidad universitaria, porque ni en Lima hay universidades “rankeadas” mundialmente) y de la modernización en general que ha sido posible gracias a la apuesta por la descentralización.

Los periodistas golpean la muletilla del caso Áncash, como si esa trama corrupta se hubiera generado por decisión de “La Bestia” César Álvarez, cuando se sabe que sin Ollanta Humala, Nadine Heredia, Fredy Otárola y Martín Belaunde, “La Bestia” no hubiera podido cometer crimen alguno. También hablan de Jorge Acurio en Cusco, pero omiten decir que esa corrupción se hizo jugando en pared con Gustavo Salazar, el más refinado de los “niños pijos” del Regatas.

Imaginemos por un segundo un país sin descentralización. ¿Las juntas vecinales, las comunidades de regantes, los frentes de defensa van a viajar a Lima a hacer las antesalas? No, van a incendiar el país. La descentralización permite en lo político un nivel de intermediación y pacificación muy eficiente. Las comunidades de base interpelan todos los días a sus alcaldes y gobernadores, les trasmiten sus quejas y aspiraciones, los controlan al dedillo. Adjetivan, irrumpen, reclaman. Y las autoridades locales acatan y viajan a Lima a buscar recursos. A transitar la trama corrupta nacida en esas antesalas.

En el nivel de gestión, la descentralización ha logrado ir cerrando la brecha de infraestructura en mucho mayor medida que antes. Los gobiernos regionales son más eficientes que los ministerios en la gestión de proyectos. Están más cerca de las cosas para controlarlas y monitorear a los proveedores. Los profesionales son locales y conocen mejor su geografía y realidades. Un ejemplo: el Ministerio de Agricultura echó a perder un proyecto de represamiento y canalización de agua para riego en las nacientes del río Shullcas (Huancayo) porque eligió mal al contratista y no lo supervisó como debía. Ahora, ese proyecto debiera pasar al gobierno regional para empezar desde cero.

¿La descentralización es perfecta? No, claro que no. Necesita de mayor control político a nivel del Congreso. Tampoco lo es a nivel procedimental, pero ese es un trabajo de la Contraloría, que debería descentralizarse con mejores profesionales. Pero el espíritu de cuerpo es su peor enemigo.

La descentralización es una larga aspiración peruana desde los tiempos de Ramiro Prialé y la Ley N° 14700, o las Juntas de Obras Públicas de Fernando Belaunde. Quizá haya constituido la verdadera y más importante revolución redistributiva y generadora de desarrollo del país. Pensar lo contrario es reaccionario, y decirlo siempre resulta superficial. Reconocerlo es el mejor homenaje a esos dos grandes peruanos.

Horacio Gago
10 de enero del 2018

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