Horacio Gago

A grandes males, grandes remedios

PPK nos ha dado una lección maestra de corrupción sistémica

A grandes males, grandes remedios
Horacio Gago
19 de diciembre del 2017

 

Horas antes de decidirse —en el Congreso, por 93 votos contra 17— debatir su vacancia en el cargo, PPK habló de “combatir la corrupción sistémica” subyacente en el país (irónico, teniendo en cuenta las prácticas del amigo Sepúlveda y de él mismo). Un “sistema” es un engranaje de normas y herramientas para usarlas, caracterizado por su capacidad de auto organizarse o auto generarse (ver Niklas Luhmann). Un sistema funciona siguiendo sus propios mecanismos, pero siempre es permeable o influenciable por el entorno, es decir por lo que pasa afuera. Por ejemplo, el sistema judicial es influido por el sistema mediático; el sistema educativo por el cultural. La sociedad es entonces un conjunto de sistemas que el Estado debe saber regular.

En ese marco, la corrupción sistémica sería entonces el engranaje de normas formales o informales, y sus mecanismos de aplicación, para el uso y goce inmoral de los dineros estatales o públicos por personas, su familia y sus “amiguetes”. PPK nos ha dado una lección maestra de corrupción sistémica. Siendo ministro de Economía, es decir dispensador y gendarme de los recursos del tesoro, autorizó endeudamiento público vía bonos del Estado para dar dinero a Odebrecht a fin de que esta empresa financiara proyectos en el Perú (Olmos). La empresa brasileña, a cambio, contrataría a la firma del propio PPK para asesorar esa colocación. El amigo Sepúlveda cobró cientos de miles de dólares. ¿Qué más sistémico que eso? Si el arquitecto del modelo se beneficia de ese modo, ¿qué puede exigirse a los demás miembros del equipo?

La práctica descrita tiene cientos de variables, pero su lógica es la misma: usar el acceso a las llaves del tesoro, y las normas que lo “resguardan”, para dárselo a quien uno desee y cobrar comisiones en el camino. Esto no es nada nuevo. Es de toda la vida. ¿Puede erradicarse desde fuera? Claro que sí. Todo sistema es vulnerable desde fuera. La economía se regula con derecho. El derecho evoluciona mediante presión social. La organización social es influenciable por las tecnologías. Lo importante es tener claridad de dónde se encuentran las causas del problema.

Una de las causas es una plaga denominada de diverso modo en el transcurso del tiempo: mercantilismo, amiguismo, clientelismo, o últimamente “puerta giratoria”. A través de esta discurrieron durante décadas, como Pedro en su casa, los tecnócratas, yendo y viniendo de las empresas a los ministerios para ocupar en ellas “cargazos” como gerentes; para después hacerlo en el Estado, como viceministros o directores estratégicos. El sistema defendía “la necesidad de convocar a los mejores cerebros para que sirvan al país”. Ahí están los resultados.

Otra causa igual de envilecedora o más (por cuanto se encuentra arraigada en el mismo sistema político) es el voto preferencial. A este se deben todos los problemas derivados de las corruptelas congresales: la debilidad de los partidos, el financiamiento oscuro de las campañas, la defensa de intereses de grupo en el Congreso, la llegada del narcotráfico a la política, la prevalencia del toma y daca empresarial en las decisiones del Congreso, el paupérrimo nivel de los congresistas, la conversión de los partidos en clubes de amigos financistas. Todo lo peor del drama republicano se llama voto preferencial.

Cuando acometamos de verdad esas dos reformas (al menos esas dos), veremos herida de muerte la corrupción sistémica que preocupa tanto a PPK.

 

Horacio Gago
19 de diciembre del 2017

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