Editorial Política

Sin fujimorismo económico, no hay fujimorismo

Las peligrosas concesiones al populismo parlamentario

Sin fujimorismo económico, no hay fujimorismo
  • 29 de noviembre del 2017

 

¿Existiría el fujimorismo democrático de los últimos quince años sin la herencia de las reformas económicas de los noventa? Imposible. Sin embargo, en el momento histórico en que el fujimorismo se convierte en mayoría legislativa y tiene la posibilidad de demostrar su relación histórica —valga la redundancia— con las reformas económicas que transformaron al Perú, triplicaron el PBI, expandieron las clases medias y redujeron pobreza como nunca en la historia del Perú, el movimiento naranja comienza a desarrollar guiños alarmantes con el populismo y un cierto desdén por la economía; como si los sociólogos de la Católica –que suelen ningunear el crecimiento económico- se hubiesen convertido en la fuente ideológica de su accionar legislativo.

La lista del evidente retroceso ideológico del fujimorismo en cuanto a temas económicos empieza a ser preocupante. Se acaba, por ejemplo, de promulgar —por insistencia del Congreso— la ley que homologa las pensiones de los militares y policías retirados con los efectivos en actividad. En el Ministerio de Economía se calcula que esta contrarreforma previsional le costará al Estado S/ 1,100 millones anuales, en momentos en que para el presente año se calcula un déficit de 3% del PBI, y para el 2018 de alrededor de 3.5%. Pero eso no es todo: la deuda pública se acerca peligrosamente al 30% y la recaudación fiscal cae al 13%. Incrementar los gastos del Estado en busca de adhesiones políticas significa olvidar que uno de los pilares fundamentales de las reformas económicas de los noventa fue la macroeconomía: equilibrar los ingresos y gastos del Estado. El fujimorismo de hoy parece olvidar este principio —junto a un Ejecutivo que renuncia a reformas y continúa incrementando gastos—, y se convierte en responsable de que el país pueda perder sus niveles de riesgo país.

Hay todavía más. En medio de cruenta guerra política planteada por el establishment antifujimorista, el fujimorismo prioriza la defensa de su movimiento político y comienza a ceder ante la ofensiva ideológica del parlamentarismo antisistema. Se ha aprobado la ley de “cabeceras de cuenca”, que posibilita establecer que una zona por encima de los 3,000 metros sobre el nivel del mar sea declarada como “cabecera de cuenca” y, por lo tanto, libre de inversiones mineras. ¿Se olvida que la mayoría de proyectos mineros de cobre del Perú está por encima de los 3,000 m.s.n.m.? Se aprueba una norma que prohíbe utilizar leche en polvo importada en la elaboración de lácteos, contraviniendo los acuerdos del Perú en la Organización Mundial del Comercio (OMC) y todos los TLC suscritos por el país. Se deja pasar un dictamen del parlamentarismo antisistema que, sin razones ecológicas y ambientales, propone crear una reserva natural en la costa norte del país, con el objeto de bloquear todas las inversiones en hidrocarburos y en gas de la zona. Se aprueba por unanimidad un dictamen que establece la posibilidad de que los sindicatos desarrollen una negociación colectiva en el Estado, sin considerar la situación fiscal del Perú ni la reforma meritócratica necesaria para organizar un estado moderno.

¿Hacia dónde avanzamos con estas contrarreformas económicas que se aprueban en el Congreso? A un momento terrible para el país y una situación extremadamente adversa para el fujimorismo en el 2021. ¿Por qué? Por la sencilla razón de que en el Perú se comienza a confirmar la peligrosa trampa en la que caen las sociedades de ingresos medios que no desarrollan una segunda generación de reformas, tal como sucedió con las tragedias económicas y sociales de Venezuela y de Argentina. Cuando estas sociedades alcanzan un nivel de crecimiento, de reducción de pobreza, y se niegan a seguir impulsando reformas —ante la ralentización del crecimiento— surge la tentación de los políticos de redistribuir la riqueza acumulada mediante legislaciones populistas.

Cuando eso sucede el abismo populista se vuelve incontrolable y llega la hora de un Chávez o de un Kirchner, y todos los políticos vinculados a las reformas previas (es decir, el fujimorismo) son barridos electoralmente. A partir de allí solo empieza la destrucción de una sociedad. ¿Se puede seguir jugando con fuego?

 

  • 29 de noviembre del 2017

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