Tres verdades

Proceso de denuncia decimonónico

Un país en el que el proceso de denuncia es tan engorroso que, aún con los policías más diligentes y responsables, la víctima se ve forzada a perder un día de trabajo o más en el proceso de denuncia, no va a ser seguro jamás. Incluso si se multiplica el número de policías y se compran miles de patrulleros, ya que el delincuente sabe de los problemas de lo complicado de esos procesos y confía en que el ciudadano honesto no desea perder más tiempo de lo que ya le arrebataron.

Presentar la denuncia, esperar en una comisaría (en riesgosos tiempos de pandemia) a que esta sea redactada (en pleno siglo XXI debería ser grabada y remitida por correo), firmar actas (varias horas después), esperar que el delincuente detenido sea revisado por el médico legista (y esperar varias horas más), esperar a que regresen con el delincuente (otras horas más), para que luego te quieran exigir que vayas a otra oficina policial (Depincri) casi a las 10:00 p.m. Y después volver a responder lo que ya te preguntaron, para esperar luego a que el fiscal buenamente tenga tiempo, te vuelva a hacer las mismas preguntas, etc. Es un proceso tan engorroso, repetitivo y anacrónico que haría empalidecer la imaginación de Frank Kafka. ¿O es que el sistema juega a favor de los malos?

En el pasado, cuando ejercía en el campo penal, he asistido como abogado a numerosos clientes que presentaron denuncias. Pero nunca el trámite fue tan largo y repetitivo cómo lo que me ha tocado vivir tras ser estafado por un falso médico de apellido Illman, que decía tener Orgoteína (un potente desinflamante alemán) y vendía en realidad dexametasona china de dudosa calidad. El engorroso proceso de denuncia, causado por el actual código procesal penal, tiene que modificarse si se quiere frenar el crimen.

Si queremos un país seguro, si queremos convencer a ese 70% informal que tanto nos cuesta hoy, urge hacer más amigable el proceso de acudir a las autoridades policiales en búsqueda de la protección por la que se tributa. 

Balcanización del Perú

Un país cuyo Gobierno permite o alienta la impunidad en el bloqueo de vías por parte de comunidades de nativos o colonos que se irrogan un ilegal, inconstitucional y prepotente derecho a controlar accesos; un país que pretende legalizar aduanas y retenes interdistritales o interregionales, es un país que está haciendo realidad las fantasías de George Soros, adicto impenitente a la balcanización para comprar barato y obtener réditos a costa de la sangre de los pueblos. Los uniformados, de cualquier color, que omitiendo el sagrado deber de defensa patria permitan tal cosa, merecen algo peor que el paredón.

Cuarentena inútil

Analizando la cuarentena dominical 2.0 y la impracticable restricción horaria a niños y adolescentes menores de 14 (¿acaso los van a detener si incumplen?, encontramos tres motivos, cada uno peor que el otro:

1. No saben qué hacer y cualquier finta es buena para engañar.
2. Nos están probando para ver cuánto aguantamos en la privación de libertades. 
3. Están haciendo la camita para hacer parecer imprescindible la altamente manipulable votación electrónica a la que son tan afectos los hijos del socialismo del siglo XXI.

De pronto viene a mi mente un estribillo de una vieja canción de Joan Manuel Serrat “Harto ya de estar harto, ya me cansé”. ¿Hasta cuándo vamos a esperar sentados los peruanos de buena fe? 

¡Viva la libertad! ¡Viva el Perú! ¡Muerte lenta y dolorosa a sus enemigos!