Hugo Neira

Sociedades suicidas y el desprecio al Político

Sociedades suicidas y el desprecio al Político
Hugo Neira
09 de marzo del 2015

El rumor suicida de la plebe urbana es “los políticos son para robar”. Verdad a medias.

Algunos científicos sociales han extendido el concepto de suicidio a anchas colectividades. Los mayas, Bizancio, Roma desde el siglo II, y también a casos nacionales, el Japón de Pearl Harbor. El antropólogo Manuel Delgado, español, describe sociedades movedizas y patologías colectivas. No estamos en eso, pero casi, a dos dedos de esos abismos. Una señal, el odio al político cuando más lo necesitamos. En un artículo del amigo y vecino de página, el doctor Herberth Cuba dice, alarmado, “para los establecimientos de salud nos faltan 40 mil médicos”. Con no menor urgencia nos faltan políticos. Y atinadamente, se ha puesto de moda despreciarlos. 

¿Saben que en los años previos a la Guerra del Pacífico lo que más tirria le tenían en Lima era a comprar fragatas? En este país se desprecia lo que se necesita. Sobre el político llueven los insultos. Tuiteros, blogueros, del insultismo anónimo ni me ocupo. Hay algo peor, la improvisada sustitución. 

¿Qué la hace posible? El rumor suicida de la plebe urbana, “los políticos son para robar”. Verdad a medias. Valentín Paniagua no. Ni Fernando Belaunde. Ni Barrantes. Ni Béjar, ni Hugo Blanco. Ni Bedoya Reyes que me hace el honor de recibirme y conversar. Ni Armando Villanueva. Con “político igual ladrón”, se busca sacudirse de una tutoría. Rousseau decía que toda comunidad aspira a no tener reyes ni gobiernos, “pero para eso tendríamos que ser ángeles”. Con despreciar la cuestión pública esquivamos el fondo del asunto. La política es una actividad. Desde los griegos. No es una chambita, a ratitos. Es a tiempo completo. Haya de la Torre se cepillaba los dientes en Villa Mercedes y salía pitando a Alfonso Ugarte. Política era lo que hacía mañana y tarde, día a día, año tras año. Ver gente, informarse, discutir, decidir. 

La política es una carrera. Pero ¿qué se creen? Nixon comenzó en un distrito de California. Bill Clinton de gobernador en Arkansas. Para ser un profesional de la política hay gente que va a Harvard (los Kennedy), a Oxford, a Ciencias Políticas en París. Para ser político se estudia. La informalidad nos ha lavado la cabeza. Como hubo gente que metía papas y camotes en una carretilla y las vendía al otro extremo de Lima y cobraba el esfuerzo —meritorio—, hoy muchos creen que la política es algo parecido. Admito que para cargos locales, la democracia directa es posible. Pero no convocas a 1200 millones de habitantes de la India para una decisión. Quién la tome, eso es ser político. Tener cabeza y tener huevos. 

Cuando enseñaba en la Católica, recuerdo un grupo de alumnos, muy competentes, iban a formar un partido, “Constructores”. Puro ideario, sin acción. Los políticos son full time. Lo era Barrantes. ¿Hay políticos así, ahora? Ricardo Letts, Luis Castañeda, Yehude Simon, Mauricio Mulder, Alan García. Me cuenta Carlos Meléndez que entrevistando a Alan, este le pregunta: “¿piensa usted en lo que piensa el ciudadano de a pie?” Y agrega Alan: “yo, todas las mañanas de mi vida, desde hace 40 años”. Eso es un político. De por vida. ¿Estamos? Y tengo entendido que Keiko viaja por provincias. ¿Qué creen que hace Mujica, la señora Bachelet? La política es profesionalización. En fin, también es una disposición. Y en esto, es como el Evangelio, “muchos son los llamados, pocos los elegidos”. La simpatía, el carisma, unos lo tienen y otros no. Lo siento. Otra cosa es que nos interese. Pero Sartre, Sartori, Raymond Aron, ni políticos ni opinólogos. Escribieron Tratados. La opinología es la huachafería limeña del siglo veintiuno.   

Por Hugo Neira 

09 - Mar - 2015

Hugo Neira
09 de marzo del 2015

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