Darío Enríquez

Socialismo, capitalismo y neoliberalismo

Socialismo, capitalismo y neoliberalismo
Darío Enríquez
15 de febrero del 2017

Cómo entender la megacorrupción desde las tendencias políticas

Hay mucha confusión respecto a la ubicación precisa en el espectro político de la megacorrupción del Foro de Sao Paulo y del cártel Odebrecht, su brazo financiero. Cada quien trata de ubicarla lo más lejos posible de su espacio. No debiera haber tal confusión desde que esa organización se autodefine como socialista, su auspiciador emblemático fue el tirano socialista Fidel Castro, su operador central es el socialista Partido de los Trabajadores de Brasil, su líder es el socialista Lula Da Silva y está íntimamente ligada al autodenominado “socialismo del siglo XXI”, una suerte de franquicia tropicalizada con variantes tales como el opresor chavismo, el histérico kirchnerismo, el romántico mujiquismo, el arrogante correísmo, el confuso bacheletismo, el pintoresco evismo, el pusilánime humalismo y el duro orteguismo.

Diversos “especialistas” desde las izquierdas tratan de explicar el fenómeno atribuyéndolo a un fracaso del “sistema capitalista y neoliberal”, ignorando que la megacorrupción que hoy azota a América Latina tiene origen en el proyecto del socialista Foro de Sao Paulo. Desde la academia se llama “autoritarismos competitivos” a las versiones más verticales de los mencionados gobiernos, pues llegaron al poder usando los mecanismos electorales de la democracia liberal, que sus antecesores ideológicos despreciaban y que ellos mismos relativizaron una vez en el gobierno. Algo que sorprendió desde un primer momento fue el gran despliegue de recursos financieros que estos grupos lucían en campañas electorales millonarias. Antes del Foro de Sao Paulo y del cártel Odebrecht, las izquierdas tenían un perfil más bien franciscano. Ahora lo sabemos, el Foro de Sao Paulo y el socialismo de Lula, desde su llegada al poder en el 2002, construyeron una vasta red de empresas brasileñas que irrumpieron y corrompieron gobiernos diversos en más de una decena de países. Ese era el brazo financiero que sostenía el proyecto del Foro de Sao Paulo con las izquierdas del siglo XXI en nuestra América.

¿Eso quiere decir que la megacorrupción es un asunto surgido, alimentado y perpetrado exclusivamente por las izquierdas latinoamericanas y el socialismo tropical que representan? No. La corrupción no nace con el Foro de Sao Paulo y el cártel Odebrecht, ni termina con su enjuiciamiento. Tiene larga data, y aunque en todo el mundo hay problemas de este tipo, en nuestra región ha tomado un rumbo dramático. Es la derecha mercantilista que desde siempre ha impedido el capitalismo de libre mercado, que ha sometido a nuestras economías y a nuestras instituciones a sus intereses subalternos, convirtiéndolos en repúblicas fallidas. El cártel Odebrecht es la expresión genuina y aplastante de esa derecha mercantilista. En un encuentro histórico e inédito, los grupos de poder mercantilistas hicieron alianza con la ambición del socialismo tropical brasilero. Tal sorprendente conjunción se extendió sobre todo el continente, tal como lo propugnaba el Foro de Sao Paulo, e hizo metástasis en la región. En el Perú, la derecha mercantilista que se había plegado al proyecto autocrático entre 1997 y 2000, supo reciclarse sobre la marcha y muy rápidamente se unió al nuevo gobierno, luego de la caída del fujimorismo en una gran crisis política de corrupción.

Las responsabilidades penales de este gran aparato delictivo se hubieran diluido en los pasillos judiciales brasileños y en las “aceitadas” redacciones de la peor prensa si no fuera por que cometieron el error de usar bancos norteamericanos para el lavado del dinero mal habido. Ya (casi) no hay forma de impedir que la verdad de toda esa podredumbre se conozca. Las consecuencias empiezan a mostrar un perfil apocalíptico en el Perú con la imputación del expresidente Alejandro Toledo, mientras los otros expresidentes —Alan García y Ollanta Humala—, lo mismo que una legión de políticos de diversas tendencias, altos funcionarios, mandos medios y operadores mediáticos cruzan los dedos en un compás de espera interminable. Incluso el actual presidente Pedro Pablo Kuczynski está seriamente comprometido en los graves delitos que se le imputan a Toledo. En 2005, como primer ministro en funciones, Kuczynski estampó su firma en cuatro de cinco instrumentos legales que conformaron la cadena delictiva que permitió a la empresa Odebrecht ganar fraudulentamente la licitación de la Carretera Interoceánica. Por este hecho Toledo habría recibido una coima de US$ 20 millones y ya hay una orden de captura nacional e internacional contra él.

Por Darío Enríquez

Darío Enríquez
15 de febrero del 2017

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