Milko Ibañez

Reformas, inteligencia artificial y kleroteria

Elegir a los parlamentarios aleatoriamente

Reformas, inteligencia artificial y kleroteria
Milko Ibañez
08 de noviembre del 2018

 

Creo que las reformas políticas presentadas por el Ejecutivo son escasas, poco profundas, responden a temas de coyuntura y no cambiarán en nada la situación actual. Ninguna de las reformas planteadas, de aprobarse, nos pondría en una situación mejor a la que hoy vivimos. Y por una razón muy simple: nada se compone con furia, sino con la razón y la reflexión. Y hoy esas virtudes parecen muy escasas entre las autoridades.

Hubiera preferido que se discuta ir a una modificación constitucional en temas como el voto voluntario, la renovación y elección por tercios o mitades del parlamento, los distritos uninominales y la representación demográfica de los diferentes provincias y regiones, todo bajo un sistema unicameral o bicameral. Pero no, estamos gastando nuestro tiempo y energía en prohibir la reelección (cuando en la práctica se reelige menos del 25% de los representantes), en usar la moción de confianza como un arma (en vez de un instrumento de balance), y un largo etcétera de discusiones bizantinas y que responden a otros intereses. Una vez más la mayoría de los políticos de hoy demuestran que no tienen la capacidad ni la visión para buscar nuevas soluciones a los problemas de la República.

Por eso recojo la propuesta de Brett Henning en base a su pregunta: ¿cómo debemos vivir juntos? Él propone: “Reemplacemos a los políticos por gente seleccionada aleatoriamente”. Es decir que la inteligencia artificial nos ayude a lograr que la democracia realmente funcione. Este sistema aleatorio no tiene sus raíces en algún laboratorio de Silicon Valley, sino en Grecia; y funcionó así desde los mismos inicios de la democracia.

Henning, sobre la base de datos estadísticamente comprobados, sostiene que una selección aleatoria sobre una muestra representativa será un microcosmos de nuestra sociedad, porque tendría médicos, profesores, ingenieros, empresarios y artistas, y claramente resolvería de un plumazo la paridad de género. Y además recogería la sabiduría de las multitudes, rescatando la diversidad como instrumento superior a la habilidad.

Henning hace la pregunta de ¿a quién le gusta la democracia? Y la respuesta es casi unánime a favor de ella. Pero también pregunta ¿quién cree que nuestras democracias están funcionando bien? Y la respuesta negativa es tan abrumadora como la primera fue positiva. El sistema político, dice, está roto. Los políticos no son confiables y el sistema está distorsionado por poderosos intereses establecidos. Por todo ello, solo quedan dos caminos: el primero, renunciamos a la democracia y elegimos un demagogo populista (¿les suena familiar?); y el segundo, arreglamos el sistema dañado acercando la práctica al ideal.

Henning también cree que el resultado no sería un gobierno regido por las encuestas de opinión, ni por referéndums (¿les vuelve a sonar familiar?) pues este grupo iría más allá de la opinión pública. Dar responsabilidad genera responsabilidad, reflexiona. El segundo efecto importante de este sistema sería el fin de los políticos profesionales. Ya demasiado bueno para ser verdad, ¿no?

Bueno esto, que suena a futuro, era como se elegían muchos de los representantes en Grecia. Y se hacía a través de instrumentos como la kleroteria, que sería la inteligencia artificial de la época, que ayudaba a democratizar la elección, ya que esta en sí era un mecanismo creado por la aristocracia. Hoy en Suecia, Noruega y Holanda se reserva un porcentaje del parlamento para ser elegido vía la estadística. Así se resuelvan algunos desbalances en la elección y se hace más diversa la representación parlamentaria.

Este mecanismo aleatorio ha tenido un renacer y se ha aplicado en el proceso de toma de decisiones en una diversidad de elecciones y para la creación de instrumentos como la nueva constitución de Islandia, la reforma electoral de Canadá, el destino de la basura nuclear en Australia, el proceso deliberativo del G1000 en Europa. La evidencia empírica moderna es abrumadora, y está funcionando.

La pregunta que se hace Herring si este es un sistema perfecto. No, nada lo es. También se pregunta si el sistema es mejor a lo que tenemos hoy. Su respuesta es sí. La mía también.

 

Milko Ibañez
08 de noviembre del 2018

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