Luis Enrique Cam
Ramón Castilla y el bicentenario
Gobernó con honradez e hizo respetar los derechos del Perú
En las conmemoraciones por el bicentenario de la Batalla de Ayacucho, una gesta que selló la independencia del continente, se ha omitido a un personaje fundamental de nuestra historia republicana: don Ramón Castilla y Marquesado. Su contribución en la pampa de la Quinua merece un justo reconocimiento. Para reparar esta omisión, expondré un recuento de su destacada trayectoria militar y política. Con sus aciertos y contradicciones, Castilla encarna un patriotismo innegable.
Curtido desde muy joven por las fatigas de numerosas campañas militares adquirió una fuerte personalidad que le dio las características de jefe respetado y admirado tanto en el campo de batalla como fuera de él. Castilla llegó a ser presidente del Perú en dos periodos. Gobernó con honradez e hizo respetar los derechos del Perú. Convocó a los mejores de todas las tiendas políticas, aunque hubieran sido sus detractores. Puso orden en la administración pública y aunque no fue un amante de la lectura comprendió que el camino del desarrollo es la educación de los pueblos.
De realista a independentista
Nació en Tarapacá, el 31 de agosto de 1797, durante el Perú virreinal. Pasó a vivir a Lima y junto a Leandro, su hermano mayor, se trasladó a la ciudad chilena de Concepción. Aquí Castilla ingresará como cadete en el ejército realista.
En Chile, participó en la victoria de la batalla de Rancagua. Pero cuando tuvieron que salir al paso de las tropas del general San Martín en la cuesta de Chacabuco, las tropas independentistas batieron a las realistas. En la refriega los hermanos Castilla fueron hechos prisioneros.
Tratados con benevolencia por ser jóvenes y americanos fueron conducidos a Buenos Aires. Los hermanos Castilla lograron escapar, pero sufrieron una verdadera odisea para reincorporarse nuevamente al ejército.
Cruzaron todo el continente por caminos inexplorados. Desde la selva tropical de Río de Janeiro pasando por Mato Grosso hasta los áridos desiertos de Oruro camino hacia la Paz. De allí enrumbaron hacia Huancavelica siguiendo el camino de muleros para llegar finalmente, con los cuerpos endurecidos por las privaciones de las largas jornadas, a la capital del virreinato.
En Lima, el virrey Pezuela recibió con agrado a ambos oficiales, nietos de españoles, y les asignó el destino correspondiente. A Ramón Castilla, con el grado de Alférez, se le agregó al regimiento Dragones de la Unión que guarnecía la ciudad de Arequipa.
Por esta época, la noble idea de una América libre en la que sus mismos hijos rigiesen sus propios destinos comenzó a prender en la mente y alma del joven Ramón Castilla. Así, toma la decisión de plegarse a las tropas que hasta entonces había combatido.
Tras una arriesgada marcha hacia Lima se presenta ante el general San Martín en el pueblo de La Magdalena para ser admitido en el ejército patriota. Sometido a diversas pruebas para demostrar su lealtad a la causa independentista, fue enrolado en los Húsares de la Legión Peruana de la Guardia. Se le encargó el reclutamiento e instrucción de los voluntarios en la zona norte del país: Trujillo, Lambayeque y Piura.
Batallas de Junín y Ayacucho
Aunque Ramón Castilla no luchó en la victoria de la llanura de Junín, su acción fue decisiva por la caballería peruana, que formó con gran esfuerzo. Bolívar los llamaría desde ese día como los “Húsares de Junín”. Después de la batalla se iniciaría una larga marcha hacia el sur siguiéndole el paso al ejército realista.
El 9 de diciembre de 1824 los gruesos de ambos ejércitos se encontraban frente a frente en la pampa de la Quinua, en Ayacucho. Durante la sangrienta batalla, de más de cinco horas, fue hecho prisionero el virrey La Serna junto a un gran número de oficiales españoles. Los realistas intentaron reagruparse, pero no les fue posible, el triunfo de los independentistas era un hecho histórico.
En una valiente incursión de caballería, Castilla sufrió una herida de bala en el cuerpo y otra por una lanzada en el brazo izquierdo. El general Sucre lo mencionó elogiosamente en el parte de batalla afirmando que se había hecho digno de una distinción singular.
Castilla en el Perú independiente
Castilla, ascendido al grado de teniente coronel efectivo por acción de guerra, fue llevado herido al hospital de Huamanga. Aquí se encontrará con su hermano Leandro, también herido en la batalla, y que había permanecido fiel a la causa realista.
Restablecido de sus heridas, Ramón Castilla fue designado subprefecto de Tarapacá, su tierra natal. Ascendido al grado de coronel, el presidente Agustín Gamarra lo nombró su edecán. Pero al poco tiempo es acusado de conspirar contra el gobierno y es recluido en las casamatas de la Fortaleza del Real Felipe.
Aquí enferma por las terribles condiciones de humedad e insalubridad de la prisión. Gamarra quiere su ruina. En febrero de 1833 es trasladado al hospital donde encuentra amigos que le facilitan la fuga. Apenas logra huir le escribe al general Luis José de Orbegoso contándole sus penas e incitándole a una verdadera rebelión:
“Gamarra me persigue a muerte, de la que he escapado por feliz casualidad, saliendo del hospital, en donde hasta ayer me encontraba preso, cuya suerte corren hoy el comandante Salaverry, el presidente del Consejo de Estado Tellería, el Mayor Pezet, que lo estaban por otras causas y muchos otros ciudadanos. ¿Se conservará indiferente el Departamento de la Libertad a cuyas heroicidades y sacrificios debe su independencia la República? Ud. y el general Raygada, indicados para correr la misma suerte que los injustamente presos, ¿no moverán hasta las piedras para restituir el imperio de la ley y castigar al tirano?”
Con la proclamación del general de Orbegoso como presidente provisorio, Castilla es nombrado prefecto de Puno. De Orbegoso le ofrece el ascenso al grado de general, pero Castilla rechaza el ofrecimiento con una carta: “La patria no necesita tantos generales que merman sus rentas, cuando no hay enemigos que combatir ni ejército que dirigir”.
Castilla se equivocó porque muy pronto se produciría una nueva revolución. El general Felipe Santiago Salaverry se alza contra Orbegoso en 1835 y le ofrece a Castilla un cargo en su gobierno. El futuro Mariscal se negó respondiendo:“Mi principio político es Constitución y leyes”.
Castilla combatió contra la Confederación Peruano-Boliviana en el ejército restaurador unido. Por ironías del destino, peleó a favor de Gamarra, su antiguo rival, contra las tropas del general Andrés de Santa Cruz. El 20 de enero de 1839 tuvo una decisiva acción en la batalla de Yungay. Cuando el general Bulnes le insiste en replegarse, Castilla le responde que no iba a correrse. Con su energía y visión táctica, Castilla decidió el triunfo de la batalla por lo que fue ascendido a general de División con tan solo 42 años de edad.
La Restauración había triunfado, sin embargo, no era fácil devolver la paz y el bienestar al Perú. Gamarra nombró a Castilla ministro general y luego ministro de Hacienda. Don Ramón Castilla no era un financista, pero suplió esta debilidad con aplicación y honradez. En la guerra contra Bolivia acompañó al presidente Gamarra como jefe del Estado Mayor y combatió en la batalla de Ingavi el 18 de noviembre de 1841.
Muerto Gamarra en la primera línea de fuego por un certero disparo, Castilla fue hecho prisionero en el campo de batalla y llevado a pie hasta Oruro. Recuperó la libertad al año siguiente con la firma del tratado de paz.
Ramón Castilla, presidente del Perú
Con la muerte de Gamarra el Perú se convirtió en un mar revuelto entre pugnas de caudillos, levantamientos y cuartelazos que buscaban asaltar el poder. En 1843 el coronel Manuel Ignacio de Vivanco se declara Supremo Director. Entra en Lima el 8 de abril y exige a todas las autoridades un juramento de obediencia. Castilla se negó a prestarlo y en represalia fue borrado del escalafón militar.
Se unió a los generales Domingo Nieto y José Félix Iguaín para derrotar a Vivanco. Castilla logra vencer a las fuerzas directoriales en la batalla de Carmen Alto en Arequipa el 22 de julio de 1844. Vivanco huye por Islay al Callao y es desterrado al puerto de El Realejo en Nicaragua. El vicepresidente Manuel Menéndez asume el mando del país hasta 1845, año en el que se celebran elecciones resultando ganador por abrumadora mayoría don Ramón Castilla y Marquesado.
El caudillo supo ser estadista. Gobernó con sabiduría y magnanimidad, no persiguió a sus enemigos, al menos no como sus adversarios políticos quienes no le ahorraron odios y calumnias. El pueblo lo admiraba y lo seguía al grito de: ¡Viva Castilla! En su primer gobierno aprovechó la venta del guano para traer progreso con oportunas decisiones. El 27 de julio de 1848, como regalo de Fiestas Patrias, llegó desde Estados Unidos el buque a vapor Rímac, armado con 6 cañones para defender el extenso litoral peruano. Luego vendrían la fragata “Amazonas”, el bergantín “Gamarra” y las goletas “Peruana” y “Héctor” para proteger las islas guaneras de los barcos extranjeros que se aprovechaban del abandono.
Sobre la modernización del poder naval Castillo dijo: -“No es la Marina para nosotros un objeto de lujo y de vana ostentación, sino un elemento de orden, por la facilidad y rapidez con que puede transportar las fuerzas de la República, una activa y vigilante custodia del inmenso tesoro de nuestras islas guaneras y un símbolo vivo del Perú que ha desplegado con honor el pabellón nacional en puertos extranjeros”.
El 8 de noviembre de 1850 inauguró el primer ferrocarril de Sudamérica con un viaje desde el Callao a Tambo de Taboada. Modernizó el servicio de Correos con la introducción de estampillas e inició la instalación de las primeras líneas telegráficas. Ante la falta de mano de obra en la agricultura y minería, favoreció la inmigración china y dispuso que los obreros de las minas no fueran enrolados en el ejército.
Deseaba olvidar las pugnas intestinas y que todos trabajaran por el bien de la patria. A pesar de ello muchos empezaron a conspirar para derrocarlo. Hubo abuso de la libertad de imprenta para difamar y sembrar odios y divisiones. Castilla indicó: “Aunque soy amigo de la libertad aborrezco la impostura y el libertinaje, por eso recuerdo a las cámaras del congreso a que ponga diques a estos desbordes de la pasión política… El abuso como todo principio disolvente no tiende a componer ni a mejorar, sino por el contrario a descomponer”
Los generales Juan Torrico y San Román conspiran contra el gobierno y son llevados prisioneros. En abril de 1851 culminó el mandato de Castilla. Fue el primer presidente peruano en completar su mandato.
“Ningún interés puede mover a quien ya fatigado por las penosas e incesantes tareas de la administración pública ve con alegría aproximarse el momento en que la ley ordena que deje de mandar y que empiece a obedecer (…). Atribuid a la imperfección humana si no he acertado siempre en el ejercicio del poder, pero tened entendido que mi anhelo constante fue servir bien a la Nación”.
Castilla 2
Lo sucedió con el voto popular el general José Rufino Echenique. El gobierno de Echenique se ensombreció con escándalos de corrupción que favorecieron a sus allegados y amigos.Con este ambiente y en oposición a la política de Echenique en el conflicto con Bolivia y a la ley llamada de represión, Castilla se levanta contra el gobierno en Arequipa.
En la ciudad blanca, Castilla se transforma de jefe del Ejército en Presidente provisorio en un acta firmada el 4 de abril de 1854 y se resolvió la convocatoria a una constituyente 30 días después de la pacificación del país. En la sublevación, Castilla abolió el tributo indígena y proscribió la esclavitud en todo el territorio nacional con decreto firmado en Huancayo, el 3 de diciembre de 1854. En el acto, más de veinticinco mil esclavos quedaron libres de sus cadenas.
Ramón Castilla preparó a sus tropas para enfrentar a las de Echenique en el campo de La Palma, muy cerca al pueblo de Miraflores, en Lima, el 5 de enero de 1855. Tras la victoria de La Palma empezó, según Castilla, la indispensable “dictadura de la revolución”. Así, el otrora gobernante magnánimo empezó una velada represión a sus adversarios: borró del escalafón a los militares no alineados a su régimen y proscribió a los diplomáticos y vocales partidarios de Echenique.
Presidente provisional desde enero de 1855 hasta octubre de 1858. Fue elegido presidente constitucional por cuatro años. En 1860 promulgó una nueva constitución que duró hasta 1920.
La política americanista es obra del mariscal Castilla. Protestó contra la invasión española en Santo Domingo, por la intervención francesa en México y por la invasión de Nicaragua por parte del mercenario William Walker. Logró que el Perú, Ecuador y Chile firmaran un pacto de unión el 15 de septiembre de 1856 a la que se sumaron otras naciones americanas contra las agresiones que pudieran venir del exterior.
Remoza la Alameda de los Descalzos con finas esculturas traídas de Roma, mandó a esculpir el monumento a Bolívar y a Cristóbal Colón, construyó el edificio de la Penitenciaría de Lima y el Mercado Central, inauguró el alumbrado a gas y el servicio de agua potable. Convierte al colegio Guadalupe en colegio nacional modelo y crea el Archivo Nacional. Adquirió dos fragatas: Amazonas y Apurímac, seis buques armados y otros seis transportes. La escuadra peruana fue la primera del Pacífico.
Realizó el primer censo nacional en 1862. Publicó el Atlas del Perú de Paz Soldán, erigió la Escuela Normal Central con personal contratado en Europa y reorganizó la Escuela Militar con una sección especial para la formación de ingenieros. El 28 de julio de 1862 ante la invasión francesa en México dijo en Amancaes:
“Brindo por la independencia de los pueblos de mi raza. Si después de un siglo mis cenizas sirven para fundar sobre ellas una columna de libertad, estoy seguro que se estremecerán de placer. Señores: ¡Viva la independencia del Perú!”
La administración de Castilla fue honrada con las rentas públicas. Pero los ingresos no alcanzaban para los pagos de los préstamos solicitados por el gobierno revolucionario de 1854 y por la deuda contraída con los dueños de los esclavos.
Se trató de acrecentar las entradas modernizando la tributación, aunque la mayor parte de los ingresos provenía de la venta del guano y de algunos metales como la plata y la exportación del bórax y el salitre. Y así se acercaba el final de su segundo gobierno…
“Desciendo del alto puesto que vuestra libre voluntad me designó con la conciencia tranquila y con la frente limpia de las feas manchas que deja tras sí el crimen. Mi vida pública, durante el tiempo de esta última administración que acaba mañana, para fortuna mía, no estará tal vez exenta de faltas y errores… más en cambio la paz, sin la cual los pueblos no se desenvuelven ni se fortifican, ha sido sólidamente asegurada en beneficio de la sociedad… Cansado de las tareas administrativas, voy en busca de reposo que tanto ha menester una existencia crudamente combatida por los contratiempos, la revolución y las fatigas de la guerra”.
Castilla, sus últimos años
Pero la actividad política de Castilla no cesó. Nombrado presidente del senado criticó duramente la actitud débil del presidente Juan Antonio Pezet frente a la cuestión española lo que le valió su destierro a Gibraltar. Repelida la escuadra hispánica en el combate del 2 de mayo, Castilla regresó a Lima e inició la oposición contra las elecciones que darían legitimidad al general Mariano Ignacio Prado. Considerado como un rival político a aislar se difunden cartas apócrifas para descalificarlo moralmente. Prado justifica así el destierro de Castilla a Chile.
Afligido por el asma se unió a otros militares para restituir en el gobierno a quien la ley determinaba. Cuando llegó a Tarapacá, su tierra natal, el 18 de mayo, el pueblo lo recibió con total algarabía..
“Yo sabré restituir a Tarapacá con ventaja lo que el tirano le ha quitado y lo único que os encargo es que, si por mi actual estado de salud, perezco en la campaña, como es probable, no olviden mis paisanos el sacrificio que hago por la nación y por nuestro país, que se acuerden del ejemplo que les doy y que jamás manchen su honor y patriotismo”.
Trece días después, enfermo, le faltan las fuerzas para proseguir la marcha rumbo a la hacienda Tibiliche. De camino con su guardia de honor, bajo un sol abrasador en el desierto de Atacama, murió al pie de su caballo en la pampa del Tamarugal de Tarapacá. Era el 30 de mayo de 1867.
Enterrado en la iglesia parroquial de Arica, sus restos fueron trasladados a Lima un año después. Pocas veces se ha visto en la ciudad unos funerales tan suntuosos. El cortejo fúnebre fue seguido a pie por millares de personas que rindieron, con su presencia, el homenaje a una de las figuras más importantes de nuestra historia.
Los restos del gran Mariscal Ramón Castilla se encuentran en el Panteón de los Próceres. El Ejército lo declaró como patrono del arma de Caballería. En 1915 se inauguró en la plazuela de la Merced del centro de Lima una efigie suya a cuerpo completo. La obra artística fue develada por el mariscal Andrés Avelino Cáceres.
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