Elder Calderón
¡Qué diría mi abuelo!
De los resultados electorales de la semana pasada

Según mi abuela, mi abuelo fue siempre una persona de pocas palabras debido a su estricta formación militar. No era de las personas que solían mostrarse vulnerables frente a alguna situación complicada, pero sí era de aquellas personas que se volvían extremadamente pedantes cuando hablaban de política. Esa última descripción de mi abuelo es la que yo comparto a cabalidad. Recuerdo ocasiones en las que él, hasta enfermo, era partícipe de las conversaciones más controvertidas (y peculiares) sobre política y coyuntura de ese entonces. Y me emociona pensar en eso porque yo jugaba a ser parte de la discusión, con menos de 11 años de edad, cuando me sentaba en primera fila a escuchar su siempre rescatable punto de vista, rodeado de su entrañable grupo de amigos.
Cuando recuerdo a mi abuelo trato de asociarlo a cómo sería mi vida si él no hubiese fallecido. Y lo relaciono más con hechos trascendentales de la política nacional, que con meros hechos personales. Y me pregunto qué habría dicho de las elecciones del pasado domingo. Quizá, como en sus últimos años de vida, hubiese expresado lo sumamente afortunado que era de no vivir la decadencia de la política en nuestro país, mientras agitaba las versiones impresas de El Comercio o La Razón, sus periódicos insignia, en su intento de encontrar una forma adecuada de leerlos.
A mí, seguramente, me hubiese explicado con mucho detalle el significado de sus palabras, o su visión de país rumbo al bicentenario, utilizando probablemente frases que no había escuchado. Estoy convencido de que su frase recurrente “A río revuelto, ganancia de pescadores” tendría un sentido particularmente gracioso hoy en día, considerando la álgida situación política en la que nos encontramos. Situación en la que, por cierto, el Frepap “pescó” más de lo esperado.
Y es que, por no decir menos, estas elecciones reflejan, por parte de los electores, una nueva tendencia en la elección de sus representantes. Basta con prestar atención a algunos partidos de mucho arraigo en el pasado, como el APRA o incluso el PPC, los cuales se toparon con una realidad mucho más que confusa para ellos (o tal vez no tanto), en la que dejaban de ser prioridad para el electorado peruano y pasaban a la lista de los relegados, de aquellos que ni siquiera llegaron a superar la valla electoral.
Qué diría mi abuelo, me sigo preguntando. O qué me diría a mí, respecto de aquellas propuestas en favor de la comunidad LGTBI que se propagan por todo el Perú o del preocupante resurgimiento de la imagen de Antauro Humala en las zonas más alejadas de nuestro país. Quizá, en aras de evitar entrar en debate conmigo, hubiese soltado algunas carcajadas luego de recordarme la huida más vergonzosa de un hotel por parte de un integrante de nuestra siempre colorida política peruana.
Espero, ahora que han pasado 10 años desde que se fue, encontrar algunas respuestas.
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