Elizabeth Zea Marquina

¿PRENSA LIBRE?

¿PRENSA LIBRE?
Elizabeth Zea Marquina
02 de febrero del 2017

Las noticias se venden mejor en páginas de tinta roja y amarilla

Por Elizabeth Zea Marquina

El periodista Raúl Sohr, en su libro Historia y poder de la prensa, logró desnudar el indudable poder que ejerce la prensa desde sus diversas facetas: como un medio de información, de entretenimiento, de alerta y hasta como un vehículo de la justicia social. Hoy en día, la prensa como “gran generadora” del debate y la crítica, se aparta de su tradicional función para innovar en su rol de comunicación e información, y se convierte en un muy útil instrumento de influencia política. Su impacto puede incluso determinar coyunturas, pues en sí la naturaleza de la libertad de prensa es compleja y, querámoslo o no, debemos aceptar que lleva consigo intereses contrapuestos: es negocio y es servicio. Sin embargo, y más allá de su complejidad, es acertado afirmar que no hay mejor garantía para la democracia que una prensa libre.

¿Pero qué tan convenientemente libre es la prensa hoy en día? Y creo que la palabra “conveniencia” resulta muy acertada en este caso. Atrás quedaron las vetustas ideas de que el periodismo es un apostolado de transparencia y objetividad; eso es casi tan imposible como tratar de deshumanizar a los hombres de prensa: dueños de medios de comunicación, comunicadores y periodistas. Todos cumplen una labor, y por esa labor reciben beneficios o paga; y estos pueden ser los mejores siempre y cuando llenen las expectativas quienes retribuyen por ese “servicio de informar”. Así de claro. El periodismo es una profesión, por ende un trabajo, y todo trabajo tiene sus condiciones y debe ser remunerado.

Sin embargo, el periodismo no es un negocio ni una profesión cualquiera. No solo debido a los altos valores democráticos que representa, sino también a sus divergentes relaciones con el poder económico. Los medios de comunicación, como cualquier negocio, se guía por sus propios intereses; pero bajo el marco de un Estado social, constitucional y democrático de derecho, coadyuvan a los fines del Estado peruano, y entonces les atribuimos finalidades como las de contribuir a la educación, a la cultura y a promover valores democráticos. Pero valgan verdades, lo último que hacen es justamente eso. Y es que eso no es negocio pues, no vende. Sin embargo, es más lucrativo optar por “la concentración de medios”, que ofrece alternativas más eficientes para el empleo de su poder, llevándose de encuentro nuestro artículo 61 de la Constitución. Total, business are business.

En una sociedad donde se premia al “vivo” y se perdona al que roba, donde la vida de un policía vale menos que la de un delincuente, donde los derechos humanos son utopía, ¿en serio te extraña que haya periodistas que vendan su opinión al mejor postor? Todos los días hay una noticia al alcance del ojo avisor de un periodista, y un alma dispuesta a venderse para sacarle el mejor provecho. Si hacemos un balance de las ganancias totales de un medio de prensa escrito, las noticias se venden mejor en páginas de tinta roja y amarilla. La manipulación de la noticia visceral y morbosa ha hecho de la violencia el pan caliente de los medios. Y la noticia política no es ajena a esta forma de venta.

Se dice que la prensa independiente se encuentra en esos países donde hay mayores niveles de consenso y tolerancia. Pero ¿acaso un esquema de libertades impide la manipulación de la noticia y la degeneración informativa? ¿Hace a la prensa renunciar a su subjetividad cuando se atribuyen ser los dueños de la verdad? Si antes eran los gobiernos militares los que sometían la libertad de prensa, hoy lo hace el poder económico. No lo perdamos de vista.

 
Elizabeth Zea Marquina
02 de febrero del 2017

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