Por qué los militares no se levantan contra Maduro

Para quienes conocimos la carestía de productos de primera necesidad, fruto de la destrucción deliberada del sistema productivo peruano y la corrupción desvergonzada que se instaló en el Perú el 3 de octubre de 1968 (un tema sobre el que hasta hoy nadie escribe en la prensa) debería resultar sencillo entender porque es tan difícil que los oficiales militares se rebelen contra el régimen gestor de su bienestar selectivo.

Durante la infancia conocimos lo que era correr a hacer colas (cuando llegaban los productos) para poder acceder a los cupos de leche, arroz o azúcar asignados por el “Gobierno Revolucionario de la Fuerza Armada”. La carne de vacuno desapareció de los mercados, la margarina remplazó a la mantequilla y solo era posible encontrar productos importados en los bazares militares. Recuerdo que en tercero de media (14 años) los hijos de militares iban manejando al colegio el Dodge Coronet de papi sin que ningún policía se atreviese a pararlos.

Aún hoy no es difícil encontrar oficiales, a su vez hijos de militares, que sin detenerse a pensar el costo que pagamos la inmensa mayoría de peruanos, añoran aquellos años cuando papi podía construirse una casa en Chacarilla, aunque su sueldo no alcanzase. Total, el delito de lavado de activos se inventaría décadas después. Esos años de dictadura militar cercana a Fidel Castro (con ligera estadía de Raúl en la costa norte del Perú), y que gritaba no estar alineada con EE.UU. hipotecó hasta hoy a Rusia nuestro equipamiento pesado terrestre y aéreo, con el consiguiente “intercambio cultural”, léase campo abierto para el espionaje y la infiltración para el largo plazo (¿2019?).

Hugo Chavez afirmó cuantas veces pudo su admiración por “Mi general Velasco”, a quien consideró su modelo. Recordemos que estudió en la EMCH durante aquellos años. Luego, con el padrinazgo castrista, perfeccionó el modelo opresor que tanto admiró. Y tras su muerte, su reemplazo Nicolás Maduro acabó de convertir a Venezuela en un infierno. Pero en ese infierno donde el narcotráfico campea, que es dirigido por las figuras más importantes de la cúpula castrense (ahora que recuerdo, fue durante los años del socialismo del siglo XX, conocido como velascato, que el narcotráfico empezó a desarrollarse en Perú), haciendo beneficiarios de esa corrupción a oficiales promovidos a dedo, tras un largo período de adoctrinamiento y ¨limpieza ideológica¨.

Conversaba no hace mucho con un capitán de navío de la Infantería de Marina venezolana, refugiado y subempleado (como muchos) en Perú. Me decía que a todos los que se graduaron desde que asumió Chavez, los cubanos les lavaron el cerebro y que todos los generales y almirantes activos eran parte de la boliburguesía narcotraficante, por lo que era inviable confiar en ellos. Queda pensar solo en los oficiales activos graduados con anterioridad, que no hayan sido purgados ya por la contrainteligencia cubana, lo que plantea un dilema de liderazgo difícil de resolver. Queda la opción ya intentada de “torcer” a algún oficial general, pero la historia de lo ocurrido después en situaciones semejantes solo lo hace factible si los EE.UU. acceden a duplicar la estrategia exitosa contra los carteles colombianos: nueva identidad protegida para los altos mandos que ayuden a derrocar al tirano. Pero a diferencia de los narcos, Irak, Rusia y China cuentan con sistemas de inteligencia que hacen que incluso esa opción no sea tan segura.

Me temo que la solución puede tardar. Y estoy seguro que va a costar sangre.