Pedro Corzo

Oposición y opositores

Enfrentar a una dictadura populista demanda solvencia moral y coraje

Oposición y opositores
Pedro Corzo
28 de agosto del 2023


Desarrollar una oposición política efectiva en una sociedad democrática es un asunto complejo y delicado. Pero cuando se reta a una dictadura la situación se agrava drásticamente, puesto que el propósito de los autócratas es la conservación para siempre del poder. Y para eso deben destruir a los opositores, antes de que se conviertan en una fuerza capaz de destronarlos.

Esta reflexión motivó al ex prisionero político Amado Rodríguez, 23 años tras las rejas, decir, cuando se hacía oportuno, que “en Cuba hay muchos opositores, muchos valientes, pero aún no ha sido posible en estos más de 60 años, articular una oposición eficiente porque la dictadura lo impide con sus frecuentes redadas, más el férreo control social que ejerce sobre la población”. Y es que uno de los primeros requisitos del absolutismo, es imponer un severo control sobre la ciudadanía a través de una represión sistemática, continua y brutal.

Otro factor es la indigencia económica de los opositores, particularmente, cuando la dictadura actúa en el marco de un sistema totalitario. Si la guerra demanda dinero, la política no se queda atrás, así que controlar los bienes limita su desarrollo y el acceso a los mismos es traición que los gobernantes no se creen, pero sus servidores sí.

Las elecciones, aún en democracia, son difíciles y complejas, así que no es complicado imaginar bajo dictaduras como las de Cuba, Venezuela, Nicaragua y Bolivia, como son los falsos comicios a los que convocan, particularmente, después de las experiencias de los autócratas Rafael Correa y Daniel Ortega, quienes llamaron a elecciones sin amarrar bien el fraude. 

Por otra parte, como la gestión pública es un monopolio del estado-gobierno, la operatividad política de sus contrarios es sumamente complicada, factor que no impide la aparición de los Opositores, sin que deje de ser sumamente peligroso desarrollar y articular, una oposición eficiente que pueda retar con probabilidades de éxito al gobierno.

Para integrar una oposición viable es imprescindible que se incorpore a la misma, con total compromiso, un porcentaje de personas similar al sector que integra el núcleo duro del poder. Digamos que cualquiera de nuestros déspotas tiene un 35% de la masa electoral identificado con su programa; de ser así, el opositor debe tener un respaldo similar, si quiere competir con posibilidades de éxitos, en el supuesto caso de que las elecciones no sean amañadas.

Un factor que juega plenamente a favor de esos gobernantes es la proliferación de candidatos. Cuando se presentan muchos aspirantes, aun siendo unas primarias, la fuerza opositora se divide, salvo que los pretendientes y sus partidarios, tengan una absoluta voluntad de cambio con independencia de quien lo dirija.

Además, hay una situación –a pesar de lo mucho que se ha repetido no ha servido de enseñanza a los líderes opositores– especial, y es que el régimen, al estar consciente de la farsa electoral que promueve, no hace concesiones en lo que atañe al poder electoral. A sabiendas de que los opositores, por su discurso democrático, están en cierta manera obligados a participar, aunque no existan garantías suficientes para los comicios.

Enfrentar una dictadura, particularmente las populistas de cualquier signo, demanda una gran solvencia moral y mucho coraje. Los autócratas, políticos, o simples delincuentes, no respetan las diferencias y recurren al crimen sin contemplaciones. También les sobran los perros de presa que, creyendo, que interpretan la voluntad de sus amos, casi nunca se equivocan, despedazan a los enemigos de este.

Además, es importante destacar, que una de las características fundamentales de estos regímenes es el alto nivel de participación política de la población. Es difícil encontrar indiferentes. Se está en contra o a favor, siendo lo más notable la cólera, irascibilidad e intolerancia, que hace acto de presencia en las discusiones relacionadas con la cosa pública, una situación que invariablemente termina a favor de la autoridad.

No se debe obviar, lo considero la base de esta columna, que los depredadores políticos –sean castro chavistas, marxistas o fascistas– no consideran a quienes se les oponen como meros rivales o adversarios. Para ellos, quienes los rechazamos somos enemigos a destruir física y moralmente. En consecuencia, quienes no estén de acuerdo en que sus condiciones de vida cambien por decisiones de los otros, que sus opiniones sean censuradas, deben prepararse para enfrentar enemigos mortales, que buscan su destrucción.

Pedro Corzo
28 de agosto del 2023

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