Javier Agreda

Margarita, está linda la mar

La novela que consagró al escritor nicaragüense Sergio Ramírez

Margarita, está linda la mar
Javier Agreda
13 de diciembre del 2023


Sergio Ramírez (Nicaragua, 1942) ha incursionado con éxito en dos actividades tan disímiles como la política y la literatura. Fue uno de los líderes fundadores del Frente Sandinista y, tras el triunfo electoral de éste, fue elegido vicepresidente de Nicaragua. Como escritor se inició con el libro de cuentos
De tropeles y tropelías (1962) al que siguieron otras obras narrativas como Tiempo de fulgor (1970), Te dio miedo la sangre (1977), Castigo divino (1988, Premio Hammet Internacional) o Un baile de máscaras (1995). Tras retirarse de la política en 1996, asumió con más determinación su trabajo literario, lo que pronto se vio recompensado con el Premio Alfaguara para su novela Margarita, está linda la mar (1998), publicada hace exactamente 25 años.

La novela está basada en las animadas conversaciones de café de un grupo de amigos en la ciudad de León en 1956. Los temas recurrentes en ellas son dos: la reconstrucción, 40 años después de su muerte, de los últimos momentos de la vida de Rubén Darío (poeta emblemático y casi un símbolo en Nicaragua) y también el irrealizable proyecto de asesinar al dictador Anastasio Somoza. Finalmente, y a pesar de lo poco ortodoxo y discreto de la conspiración, uno de esos amigos –Rigoberto– consigue matar al dictador.

Muchas de las constantes de la narrativa de Ramírez se muestran en esta novela: la preocupación por determinados períodos de la historia de Nicaragua, la prolijidad narrativa y descriptiva, sus casi naturales sentido del humor y de la ironía. La cohesión de estos elementos le permite crear un mundo literario personal, en el que tanto los personajes históricos como los ficticios comparten lo esperpéntico, desmesurado y contradictorio.

Así, Darío no es sólo el gran poeta sino también un alcohólico, obeso e impotente, ampuloso para vestir y para hablar. A Somoza lo vemos en diferentes etapas de su vida como falsificador de monedas, inspector de sanitarios de la Rockefeller Fundation, o asesinando a Leonardo Argüello para llegar al poder. Y, entre otros, también figuran el sabio Debayle –amigo personal de Darío y suegro de Somoza– y una peculiar galería de personajes: La Caimana, Quirón, El León de Nemea, “Pedro Infante”, etc.

Las historias de Darío y de Somoza son contadas en paralelo, apelando a la técnica que MVLL ha denominado “vasos comunicantes” y que permite al narrador, partiendo de ciertos elementos comunes (lugares, situaciones, personajes), pasar continuamente de un relato a otro. Pero lo que más llama la atención en este libro es el trabajo con la sonoridad de las palabras, así como la riqueza y minuciosidad de las descripciones. Todo lo tropical y desmesurado de las culturas centroamericanas y caribeñas, lo barroco y lo “real maravilloso” (como en Carpentier o García Márquez) se conjugan aquí con el arte y el placer propios de las narraciones orales.

Temáticamente lo que Ramírez nos plantea es el viejo problema de la identidad latinoamericana, las dudas entre lo propio y auténtico, representado por Darío (el creador del modernismo) y lo moderno-occidental representado por las novedosas técnicas y aparatos del Dr. Debayle. Los fracasos quirúrgicos de éste (operaciones con propósitos tan absurdos como cambios de color de los ojos) grafican, a través de lo grotesco, los posibles resultados de una modernización a la fuerza en países como Nicaragua. La oposición modernidad-tradición se repite en la otra historia de la novela, esta vez entre el protegido de los yanquis Anastasio Somoza y su asesino el poeta Rigoberto.

Ya hemos mencionado la huella en esta novela de autores como MVLL, García Márquez o Carpentier. Ramírez, como los mejores escritores de su generación, asume la herencia del boom para hacer una nueva y diferente narrativa. Su propuesta incorpora elementos provenientes de la cultura de masas (músicos como Bienvenido Granda y los Churumbeles; la radionovela “El derecho de nacer”), asumiendo una actitud más irónica y lúdica con respecto a los acontecimientos “maravillosos” (en su mayor parte narrados por personajes que apenas habían nacido cuando esos hechos sucedieron) y hasta con las convenciones narrativas mismas mediante constantes apelaciones a los lectores.

A pesar de ciertas concesiones al gran público y de su casi obsesiva búsqueda de lo humorístico, Margarita, está linda la mar es una muestra de la calidad y continuidad de la narrativa latinoamericana. Sergio Ramírez hizo de este libro una verdadera celebración del arte de narrar, “una obra total, rebosante de pasión y de nobleza literaria” como afirma el acta del jurado que le concedió el Premio Alfaguara de Novela.

Javier Agreda
13 de diciembre del 2023

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