Javier Agreda

Los 120 años de Mariátegui

Los 120 años de Mariátegui
Javier Agreda
20 de junio del 2014

La vigencia de su crítica literaria y sus ensayos culturales

Hace pocos días se cumplieron 120 años del nacimiento de José Carlos Mariátegui, ocurrido en Moquegua, 14 de junio de 1894. Como se sabe, Mariátegui es uno de los tres grandes “héroes” culturales del Perú del siglo XX, junto con César Vallejo y José María Arguedas. Desde el ensayo, la poesía y la narrativa, respectivamente, cada uno de ellos marcó lo “políticamente correcto” dentro de la literatura y se constituyeron casi en paradigmas para los escritores peruanos.

A inicios del siglo XXI, podemos comprobar que mientras Vallejo y Arguedas mantienen plena vigencia, Mariátegui no ha tenido la misma suerte, especialmente entre el gran público lector, acaso debido a los serios cuestionamientos que han tenido en las últimas décadas las derivaciones políticas del marxismo, corriente de pensamiento que él fue uno de los primeros en traer a Latinoamérica. Sin embargo, estos 120 años del Amauta son una buena oportunidad para señalar que su obra, al menos su crítica literaria y ensayos culturales, sigue siendo válida y motivo de numerosos estudios.

En primer lugar hay que señalar que Mariátegui era un marxista heterodoxo y que como ensayista se le suele considerar dentro del grupo de valiosos intelectuales que, partiendo de algunos aportes marxistas, desarrollaron sus reflexiones con bastante libertad: Lukacs, Benjamin, Gramsci, Sorel. En la época de Mariátegui, a estos pensadores se les solía agrupar bajo la denominación de “marxistas románticos”. Incluso la ortodoxia estalinista usó ese término (romántico) para descalificar a la obra del peruano, en un artículo escrito en 1941 por V.M. Miroshevsi, consejero del Buró Latinoamericano del Komintern.

Acaso el texto en el que Mariátegui explica mejor este aspecto romántico de su obra es “El hombre y el mito”, en el que dice: “La fuerza de los revolucionarios no está en su ciencia; está en su fe, en su pasión, en su voluntad. Es una fuerza religiosa, mística, espiritual. Es la fuerza del Mito”. Fuera de los aspectos teóricos, estas ideas hacían que Mariátegui apreciara especialmente a aquellos escritores y artistas que expresaban ese mito moderno, la voluntad renovadora, el “alma matinal” de su tiempo. Así, supo valorar antes y mejor que nadie la poesía de César Vallejo, el cine de Charles Chaplin y la narrativa de James Joyce, que en muchos aspectos iban en contra de las propuestas estéticas marxistas.

Pero lo que hizo a Mariátegui un crítico tan acertado fue su constante esfuerzo por acercarse a las obras artísticas y literarias con la mayor apertura, sin prejuicios ni esquematismos de ningún tipo. Así, a pesar del valor que le deba a sus propuestas del mito y al alma matinal, no tenía ningún reparo en dejarlas de lado cuando se trataba de reconocer el valor y la calidad de obras que otros marxistas descalificaban por considerarlas decadentes y burguesas. Solo hay que leer los elogiosos artículos que le dedicara a la poesía del peruano José María Eguren y a la del alemán Rainer María Rilke; o a las obras de D'Annunzio, Anatole France y Valle Inclán, que “con su obra magníficamente crepuscular, agotaron todos los colores, todos los desmayos, todas las ambigüedades del ocaso”.

“Signos y obras” fue el título que los herederos de Mariátegui le dieron a una recopilación póstuma de artículos de crítica literaria del Amauta. Y acertaron plenamente, pues los dos grandes criterios con los que evaluaba el arte y la literatura eran el carácter de “signo” de su tiempo y el de “obra”, en la acepción de trabajo en proceso, construcción de algo nuevo. Pero ambos criterios estuvieron siempre subordinados a un acercamiento empático y desprejuiciado a las obras mismas, y a la honestidad y justicia de sus valoraciones. Un verdadero ejemplo para los críticos de toda época y tendencia ideológica.

Por Javier Ágreda

Javier Agreda
20 de junio del 2014

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