León XIV: Pontífice en el tiempo actual

Un Papa no es ni puede ser de izquierda o de derecha. Seguir, continuar y perfeccionar la doctrina social de la Iglesia es seguir al mismo Cristo, cuyo mensaje fundamental de caridad y amor al prójimo obliga, sin duda, a que haya una conducta coherente de respeto, cuidado y protección “al otro”. Se entiende que si no amo al otro, que es mi prójimo, y no lo amo como a mí mismo, no puedo conducirme por la senda de la doctrina cristiana y católica que nos obliga no solo a una fe como pauta de vida, sino a llevar esos postulados a la práctica, a partir del gran y nuevo mandamiento de Jesús: “Amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a ti mismo” (Mt 22, 36).

Y esta reflexión la hago a partir de lo que he venido escuchando por parte de muchos nuevos “vaticanistas” que tratan de encontrar alguna pista singular para entender lo que el nuevo Pontífice León XIV está señalando como pautas de su pontificado, y el deseo que manifiesta de una cierta continuidad con la doctrina social de la Iglesia, formulada por León XIII en la importante encíclica titulada “De Conditione Opificum”, más conocida como la Rerum novarum, publicada el 5 de mayo de 1891. Ese documento buscó ser la voz del Magisterio en un mundo complejo que empezaba a dar muestras de grave laicismo y secularización. Y no puede ser visto como una formulación propiamente de ideología política, sino como la indispensable visión cristiana de lo que venía sucediendo en la Europa de entonces que, además de los efectos sociales y económicos de la referida revolución, empezaba a vivir la aparición de nuevas formas de gobierno y la difusión de ideas políticas e ideologías confrontadas entre sí. 

Yo no soy ni pretendo ser una vaticanista más; tan solo expreso unas ideas desde lo que entiendo que se ha convertido en una necesidad de conocer, y porque soy una católica medianamente enterada y muy interesada. Precisamente, eso es la Rerum novarum, es decir y proclamar en cada momento y de manera actual lo que se ha dicho siempre y hacerlo acotado al lenguaje contemporáneo y comprender que en la Iglesia y solo a partir de lo que conocemos como el Depósito de la fe, las cosas se hacen nuevas, necesariamente actuales sin transgredir un milímetro la doctrina, ni el mensaje ni la tradición. Esa es la novedad eterna del mensaje de Cristo que es siempre un mensaje actual, válido y dirigido a todos.

El mensaje doctrinal y apostólico de León XIII se entiende en el contexto de su tiempo cuando la revolución industrial había generado pautas de conducta de tremendo desdén hacia los trabajadores y una creciente pasión y deseo desmesurado por las ganancias lo que generó una brecha aún mayor entre los que poseían y los desposeídos. No se trata de señalar que solo a partir de ese pontífice, la Iglesia haya empezado a actuar en el campo de la justicia social; lo ha hecho desde siempre pues esa es la esencia de Cristo y esa conducta es parte de la esencia misma de Su Iglesia. Fueron las condiciones que se vivía entonces las que obligaron a que se escuchara la voz del Magisterio.

Hoy el mundo atraviesa una nueva revolución y quizás son las comunicaciones, la velocidad en la difusión de los acontecimientos, la tecnología y la profunda desesperanza que vive el hombre encerrado en su yo hedonista lo que requiere de una voz apostólica que, estando firme en las bases de la doctrina y la tradición, ilumine estos tiempos que a veces aparecen con mucha perversidad, injusticia, creciente pobreza e indiferencia al sentir y vivir del otro, porque la fe y el culto a Dios no pueden estar disociados de la vida social de cada uno y de la Iglesia como institución. Hoy el fantasma de la guerra parece tener presencia constante, el mal como opción, la destrucción como objetivo, el uso de los hombres por el hombre mismo, la gravedad de los pueblos marginados y empobrecidos, la distancia entre ricos y míseros, el irrespeto a la vida y el abandono de los más débiles, van formando un caldo de cultivo muy grave que, sin duda, motivarán expresiones pontificias y han de haber sido justificación explícita al momento de elegir su nombre y entender que ser “pontífice” es, en muchos sentidos, ser puente.

Con el estilo que ha caracterizado e individualizado a cada pontífice, es necesario señalar que todos han tenido preocupación por esos temas y de allí algunas encíclicas y cartas apostólicas que dan cuenta de ello.

Lo cierto es que tener una profunda y dolorida conciencia de la realidad que el hombre vive, no tilda a un pontífice ni de ser de izquierda ni de derecha; los márgenes de la doctrina, el magisterio y la tradición, marcan y marcarán siempre el rumbo de la voz y del mensaje y ello en nada se convierte en una postura política, sino en la expresión de un pensamiento que es coherente con los fundamentos de la fe.

Con tan solo un mes en el sillón de Pedro y llevando sobre sus hombros el peso de una responsabilidad que no alcanzamos a imaginar, León XIV da muestras muy interesantes de sus lineamientos pues ya ha sido claro, directo y tajante definiendo aspectos que, en el ámbito de la fe y la doctrina no son negociables, porque están en el sustento mismo de lo que fue el mensaje de redención, custodiado en el depósito de la fe por más de dos siglos y en ello, la Iglesia siendo antigua, es moderna y actual.