Ursula Chamochumbi
La mala actuación de Salvador del Solar
Aceptó un cargo sin estar preparado para ejercerlo

No podemos negar que el actual premier tiene algunas dotes actorales y que tantos años en su oficio le permiten ahora hablar ante cámaras —a pesar de estar defendiendo lo indefendible— con una soltura digna de los exiguos premios que ha obtenido en su carrera actoral. Desde que fue designado por primera vez para un ministerio, la cartera de Cultura, sus defensores —muchos de ellos demasiado fervientes como para creer que solo los acompañaba un sentimiento de amistad, admiración o esperanza— se empeñaban en señalar que además de ser un actor, Del Solar había estudiado Derecho y tenía una maestría en Relaciones Internacionales. Lo que les faltó analizar, o tal vez pensar, es que no solo se necesitan los títulos, se necesita además, y sobre todo, la experiencia en el campo, las actualizaciones que en una carrera como la de Derecho son constantes, conocer de cerca la realidad del país (al menos en el ámbito que le toque) y el manejo de las instituciones públicas. Porque, señores, hace mal no solo el que roba, sino el que acepta un cargo sin estar listo para ejercerlo.
Luego de su renuncia a la cartera de Cultura, y en una clara demostración de sus intenciones políticas (quería convertirse en presidenciable), aceptó convertirse en el segundo presidente del Consejo de Ministros del gobierno de Martín Vizcarra, lo que puede interpretarse como una deslealtad hacia PPK, ya que es bien sabido que este último pidió a sus vicepresidentes renunciar junto con él, que a mi parecer era lo correcto y lo que debió suceder. Sin embargo, Vizcarra tenía sus propios planes y la lealtad a Kuczynski no estaba entre ellos.
A partir de la designación de Del Solar como premier han sucedido una serie de hechos que poco o nada han ayudado a su imagen presidenciable. Podemos mencionar por ejemplo su actuación en el conflicto de Las Bambas, en el que —contrariamente a lo que había declarado en días anteriores, acerca de que el Ejecutivo no estaba interfiriendo con los demás poderes del Estado— ofreció a los delincuentes que estaban quebrantando la ley en esa zona, que sus delitos quedarían impunes. Esto tras la firma de un acuerdo que incluía, como primer punto, el archivamiento de las denuncias contra los hermanos Chávez Sotelo y otros, con lo cual uno de ellos incluso pudo burlar la cárcel que le correspondía por una condena anterior por falsificación de documentos en agravio del Estado. Es increíble que al final ese mismo Estado terminara favoreciendo a extorsionadores y delincuentes.
Pero las consecuencias de esa mala negociación se están viendo ahora en Tía María. No solo porque los pobladores saben que nada sucederá si violan la ley, sino porque los principales operadores de esta protesta saben que cualquier cosa que exijan al Ejecutivo les será otorgada. Lo que nos lleva a nuestro triste segundo ejemplo, la presentación del premier en un programa periodístico en el que —sin vergüenza alguna— trató de convencer a la audiencia de que el presidente no había dicho lo que dijo en el audio que ya todos conocemos. Por supuesto, después salió otro audio, más vergonzoso aún, que echó por tierra su credibilidad.
Finalmente —y no porque me falten ejemplos— mencionaré su desfachatez al acusar de deslealtad a Mercedes Aráoz, Carlos Bruce y Ana María Choquehuanca, cuando renunciaron —aunque tarde— a la bancada oficialista, en medio de una situación que ya no se sostiene. La lealtad es para el país, ministro, no para un gobierno que, tal y como ha quedado al descubierto, no actúa buscando el bien del Perú.
COMENTARIOS