Jorge Nieto Montesinos

La ceguera estratégica

La ceguera estratégica
Jorge Nieto Montesinos
01 de julio del 2014

¿Combate a la inseguridad, o solo a la percepción de inseguridad?

La política de tolerancia cero de la policía de Nueva York nunca fue, verdaderamente, de tolerancia cero, como lo cree el sentido común que admira el lucimiento machista de la mano dura. Muchos estudiosos han mostrado que el objetivo estratégico de aquella política ya clásica fue doble: primero, sacar de las calles el mercado de la droga y llevarlo a espacios cerrados (clubes nocturnos, bares, cafés); y, segundo, reducir y controlar la violencia relacionada con el tráfico. Para ambos propósitos un instrumento decisivo fue el incremento del personal en la unidad antinarcóticos: en la década del 90 aumentó su número en 127 %. Una vez cumplidos los objetivos estratégicos, en la década siguiente paulatinamente se redujo en 58 %. Repito, objetivos estratégicos nítidos y herramientas a la altura de los mismos. Conviene recordarlo hoy que la política de “mano dura”, también nombrada de “pantalones bien puestos”, parece ser una tentación general.

Las políticas de “mano dura” tienen el defecto de meter dentro de un mismo saco prácticas sociales muy distintas. La ilegalidad, la informalidad, el contrabando, la delincuencia común, el crimen organizado, terminan siendo, o lo mismo, o, menos simplonamente, un todo atado por una red invisible. Tolerar una es tolerarlas todas. Por tanto, hay que combatirlas en bloque, sin excepción, hasta erradicarlas absolutamente. Ese es el origen de la ceguera estratégica frente al fenómeno criminal que ha hecho que estas políticas terminen casi siempre conjugando el verbo fracasar. Tener un diagnóstico matizado de la situación es indispensable para establecer objetivos estratégicos y derivar de ellos los instrumentos necesarios. Y las metas. Y los tiempos. Es decir, un plan.

Sin objetivos estratégicos será difícil convocar, convencer y movilizar a las instituciones y los actores interesados en acabar con la inseguridad que, sin embargo, están más dispuestos que nunca. Sin objetivos estratégicos –operacionalizados como para economistas- será difícil, también, lograr el apoyo de la caja fiscal para dotarse de los instrumentos indispensables para alcanzarlos. Sin un plan, la voluntad presidencial no estará nunca muy comprometida y, tarde o temprano, se labrará la soledad de quien lleva el encargo y su renuncia.

En ello las estadísticas algo dicen. Durante el gobierno actual los ministros del sector han durado en promedio 5.8 meses. Menos que en los dos gobiernos previos, Toledo y García, cada uno de los cuales con 7 ministros para el ejercicio completo, promediaron 8.5 meses en el encargo. Menos, incluso que en el primer gobierno Belaunde cuando, entre censuras y obstrucciones, lograron un promedio de 6.8 meses. En gobiernos democráticos los militares, como los policías, no han superado el año en el Ministerio, ambos con una sola excepción. Como es fácil intuir, sí han sido ministros longevos en gobiernos autoritarios: promediaron 16 meses con Fujimori, 14.7 con Morales Bermúdez, y 41 meses con Velasco.

Tener objetivos estratégicos e instrumentos adecuados para conseguirlos en distintos espacios y niveles –un plan-, no estÁ reñido con publicitar éxitos día a día. Por el contrario, los hace perdurables, como en Nueva York con su política de tolerancia cero. Ahora, si el plan verdadero es combatir únicamente la percepción de la inseguridad, entonces con el impacto en medios basta. Pero para un gobierno serio esto sería tan irresponsable que es increíble. ¿No?

Por Jorge Nieto Montesinos

Jorge Nieto Montesinos
01 de julio del 2014

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