La amenaza terrorista global

Sobre la urgencia de recuperar los sistemas de inteligencia del Perú

El mundo atraviesa por un período de creciente inseguridad, los ataques terroristas de ISIS en Paris y medio oriente nos recuerdan los años de la criminal agresión de Sendero Luminoso y el MRTA, bandas terroristas que, en aquellos años, encontraban fácilmente refugio en países como Francia y Suecia.

Las consecuencias probables pueden alcanzar proporciones descomunales, los atentados simultáneos en Paris, además de recitar las causas históricas de las cruzadas (que la obsesión contemporánea por los sentimientos de culpa han desvirtuado en la conciencia occidental) han causado un impacto emocional y estratégico de similar proporción al asesinato del Archiduque de Sarajevo, el evento que gatillo la primera Guerra Mundial.

A diferencia de las dos grandes guerras del Siglo XX, esta vez Latinoamérica, por sus recursos naturales, sería, inexorablemente, parte de cualquier disputa que el mundo intente resolver a tiros y bombazos. La ofensiva de la eficiente inteligencia cubana que viene abriendo las puertas al reEmplazo chino de las inversiones occidentales y la cercanía de los gobiernos bolivarianos a Irán y Rusia son claros indicadores de tal probabilidad.

Estados Unidos, aún incapaz, desde Vietnam, de aprender a nadar exitosamente en las tormentosas aguas de los conflictos de tercera generación, es víctima del mismo complejo colectivo de culpa que Europa. Mientras siga primando en USA la crisis de identidad, seguirá perdiendo aliados, influencia y poder, aún cuando continúe siendo la mayor potencia bélica. De continuar esa tendencia, se agudizará la confrontación entre la cultura y la democracia latinoamericanas, (esencialmente occidentales, como fruto del mestizaje cultural) y la concepción oriental de gobierno mediante la combinación de la dádiva magnánima y el más absoluto temor, con inevitable crecimiento de la inseguridad.

Dicho esto, al futuro gobernante peruano le toca redefinir rápidamente los roles de la Inteligencia estatal (estatal, subrayo, no gubernamental), las Fuerzas Armadas y la Policía, para enfrentar las amenazas a nuestros ciudadanos con mejor suerte que estos cuatro años y medio al garete.

A partir del 29 de Julio, el sistema de inteligencia deberá enfocarse urgentemente en dos tareas:  

a)    Reconstruir las imprescindibles redes humanas de recopilación de información acerca de los riesgos y amenazas a la seguridad del Estado y sus ciudadanos, que en el frente externo incluyen y a la vez trascienden la visión exclusivamente militar y en el frente interno incluyen pero a la vez exceden largamente la visión policial clásica.

b)    Generar una real capacidad de análisis predictivo, capaz de anticipar escenarios, de modo que la autoridad política no sea jamás sorprendida por lo que suceda. Conga, Bagua, Pichanaki, Tía María, son claras muestras de escaladas inaceptablemente sorpresivas.

Algunos candidatos, surfeando las olas de la desesperación ciudadana, hablan de la utilización de las FFAA en la lucha contra la delincuencia. Una simple división del número total de sus efectivos entre el número de distritos con alta criminalidad, deja claro que la ubicación callejera de patrullas no es viable. Razonablemente, en tiempos de paz, solo se podría utilizar las FFAA para complementar la seguridad, encargando a algunas fuerzas de élite el resguardo de algunas instalaciones estratégicas, preferentemente en zonas poco pobladas (plantas de agua, generadoras de energía, instalaciones de hidrocarburos) que hoy cuida la policía, aumentando así el número de efectivos policiales para otras labores. Pero aún esto requeriría de una preparación y equipamiento adicionales e implicaría un costo no necesariamente menor. Más económico para las arcas del Estado sería estudiar e imitar las exitosas respuestas a esta necesidad en otros países.

Por: Dardo López-Dolz