Javier Agreda
Invitación al viaje
Reseña del recién publicado libros de cuentos de Julio Ramón Ribeyro
Uno de los mayores acontecimientos del año para la literatura peruana es la publicación del libro Invitación al viaje y otros cuentos inéditos (Alfaguara, 2024), un conjunto de cinco relatos inéditos del querido escritor Julio Ramón Ribeyro (Lima, 1929-1994), recuperados gracias a la paciente y dedicada labor del crítico Jorge Coaguila, estudioso de la obra de Ribeyro y autor de su biografía oficial: Ribeyro, una vida (2021).
Estos cinco cuentos fueron escritos a mediados de los años setenta, una de las épocas de mayor productividad de Ribeyro. Durante este periodo, el autor publicó la primera edición de la recopilación de su obra cuentística –La palabra del mudo (1972)–, y libros de otros géneros, como la novela Cambio de guardia (1976), los ensayos literarios de La caza sutil (1975), la obra dramática Santiago, el pajarero (1975) y la primera edición de Prosas apátridas (1975). A la vez, estaba escribiendo el libro de cuentos “Silvio en el rosedal” (1977), que incluye algunos de sus relatos más conocidos, como “Tristes querellas en la vieja quinta”, “Alienación” y el que da título al libro. En ese momento de plenitud creativa, es comprensible que algunos cuentos que el autor seguramente quería seguir corrigiendo y puliendo quedaran olvidados en algún cajón. Porque, como señaló Daniel Titinger en su libro “Un hombre flaco” (2004), Ribeyro tenía un peculiar sistema de “edición” de sus propios textos(*).
Pasemos a los cuentos. El primero y más extenso (ocupa casi la mitad del libro) es “Invitación al viaje”, que narra la aventura de Lucho, un joven escolar de clase media que decide pasar una noche completa recorriendo los lugares más sórdidos de los barrios pobres de la periferia de Lima (al parecer a inicios de los años sesenta). El recorrido por ferias callejeras, bares marginales y prostíbulos clandestinos pone especial énfasis en la miseria de los lugares y la degradación de quienes los frecuentan. Como siempre, destaca la calidad de la prosa de Ribeyro (a pesar de algunos detalles que el autor no llegó a “pulir”), especialmente en las descripciones de ambiente y detalles. Sin embargo, no está logrado uno de los aspectos fundamentales de este tipo de cuentos ribeyrianos (en la línea de “Una aventura nocturna”): la presentación de los motivos y emociones del protagonista. El narrador parece siempre distante de su personaje; una distancia que se nota además en el irónico título, tomado de un poema de Baudelaire, en el que se describe un lugar donde “todo es orden y belleza, / lujo, calma y voluptuosidad”.
Más interesantes resultan los dos siguientes cuentos: “La celada” y “Monerías”. El primero se encuadra dentro de la línea de relatos fantásticos del autor, en los que una situación aparentemente normal se convierte finalmente en algo desconcertante, en este caso por la extraña duplicidad de uno de los personajes. Es un cuento que evidentemente debería tener un final más apropiado. “Monerías”, en cambio, es el más elaborado de estos textos, una especie de sátira – en la línea de “Explicaciones a un cabo de servicio” y “Espumante en el sótano”– una fuerte crítica a la burocracia y la formalidad de cierto tipo de personas. Es la historia de un empresario que intenta exportar monos y, para ello, trae un gran número de esos animales a Lima. Sin embargo, los trámites administrativos para la operación resultan interminables, y los monos se escapan y, por su comportamiento salvaje y violento, generan un caos en la ciudad. En el prólogo de este libro, el escritor colombiano Santiago Gamboa lo interpreta erróneamente como un cuento con “un tinte crítico y social enfocado en los derechos de los migrantes andinos”. Es una afirmación racista (compara a los migrantes andinos con esos monos salvajes) y que no toma en cuenta la inteligencia y criterio literario de Ribeyro, autor de obras tan reivindicativas como Atusparia (1981).
Los dos últimos cuentos del libro son “Las laceraciones de Pierre Luca” y “Espíritus”, relatos breves con finales abruptos y pretendidamente sorprendentes, pero que de alguna manera no se integran bien en el realto. En el primero, resulta demasiado fuerte la oposición entre la vitalidad del protagonista y su repentina e injustificada muerte. “Espíritus” remite inevitablemente a “Ridder y el pisapapeles”, con el marcado contraste entre la intensidad y el dramatismo de un suceso sobrenatural y lo pequeño e intrascendente del objeto que deja como testimonio.
En suma, al menos tres de estos cuentos, con algunas correcciones del autor, bien pudieron ser parte de La palabra del mudo. Eso basta para que Invitación al viaje y otros cuentos inéditos resulte un agradable reencuentro con la obra de uno de los más queridos escritores peruanos.
* “Su escritorio tenía seis cajones. Apenas escribía algo, lo ponía en el primer cajón. Un mes después volvía a leerlo y, si aún le gustaba, pasaba al segundo cajón. Un mes más tarde, repetía el ejercicio y, si todavía le gustaba, lo guardaba en el tercer cajón… y así hasta que llegaba al sexto cajón y era, entonces, publicable”.
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