Jaime Chincha

¿Hasta dónde se ha infectado el Estado?

¿Hasta dónde se ha infectado el Estado?
Jaime Chincha
04 de julio del 2014

Los largos y poderosos tentáculos de la corrupción

Miren a Orellana. Al cierre de este artículo, se daba el lujo de sentarse en la orden de captura que pesa sobre él. A través de quien funge de su vocero, alcanza a decirnos que no hay condiciones para entregarse. Así, con la insolencia del que se cree (o se sabe) protegido. No es fácil descabezar una red siniestra que medró con la complicidad de jueces y fiscales de todo pelaje. Encarcelar y procesar a Orellana va a traerse abajo a varios peces gordos en las instituciones públicas que este abogado supo penetrar. Su juicio pondrá a prueba a todo el sistema.

Orellana bregó amistad y simpatía en casi toda la judicatura con su pasquín "Juez justo". Juzgado que ibas, juzgado en el que te encontrabas con la dichosa publicación. El abogado supo darle a los magistrados donde más les gusta, humanos al fin y al cabo: el ego. Fotos, cherrys y demás remilgos a cambio de suavizar los procesos que fue acumulando. Estafas, expropiaciones, remates, chantajes y una ruma de delitos que se trabaron, se dejaron pasar, o se suavizaron desde los despachos donde, puntualmente, llegaba la publicación del clan Orellana.

El Congreso debe conformar ya mismo la comisión Orellana. Y la debe presidir Víctor Andrés García Belaunde, el congresista que más lo ha investigado y quien más ha padecido, en carne propia, los ataques del aparato mediático del abogado. Así como la comisión que investigó a Montesinos fue presidida por la oposición, que sufrió de todo cuando denunció la corrupción de entonces; así también hoy son los que no están comprometidos con Orellana quienes deben liderar las pesquisas que establezcan hasta dónde infectó el Estado la organización de este tenebroso personaje. Con lo cual, me temo que los legisladores deberían dar señales de saneamiento y levantar la inmunidad de Heriberto Benítez, señalado por casi todos los que denuncian a Orellana, como el brazo político que validó y defendió sus acciones delictivas.

Hago la comparación con Montesinos porque, después de la red descubierta en los noventa no se había visto una organización tan grande, con brazos tan poderosos y con tanta gente grande comprometida con delitos que llegan hasta el lavado de activos y la asociación ilícita para delinquir. A Orellana ya le han congelado las cuentas, pero no es suficiente. Encima quien debiera liderar su captura, el Ministro Urresti, está más preocupado en otras denuncias que Humala conoce. Acá se juega el todo o nada de nuestra frágil institucionalidad. Acá están comprometidos el fiscal anterior y el actual. Hay jueces, políticos, periodistas y autoridades regionales jugando a ser mafiosos con las manos manchadas de dinero sucio. Y si el gobierno hace las cosas a medias (protegiendo a Martín Belaunde, por ejemplo, debido a su cercanía con la pareja palaciega) vamos a seguir presenciando a los demás Orellanas que hay en el país, pasándose la ley por encima, a vista y paciencia de la mismísima legalidad.

Por Jaime Chincha

 

Jaime Chincha
04 de julio del 2014

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