Hugo Neira

Escocia y la cuestión de la nación

Escocia y la cuestión de la nación
Hugo Neira
22 de septiembre del 2014

Reflexiones desde el plebiscito escocés para aproximarse a la no-nación peruana

Lo ocurrido en Escocia se comenta en el mundo entero. En cada país, en cada comunidad política, y por diversas razones. Una sociedad como la escocesa ha debatido, abierta e inteligentemente, un tema trascendente, y sin insultos ni agravios, las dos grandes corrientes han ido a urnas. Sabemos el resultado, no quieren el fin del Reino-Unido. Que es su nombre y no el facilón de Inglaterra. Apliquemos conceptos histórico-políticos y no solo geográficos. Han decidido permanecer en una Monarquía constitucional que federa espacios y pueblos. ¿Cuál hubiera sido el escenario si ganaba el Sí separatista? Los escoceses estarían dándose una defensa propia y un cuerpo diplomático. Todo eso es caro y a veces ilusorio.

Han optado, pues, por no tener un Estado-nación. El término puede parecer complejo, y lo es. Pero es mejor para enfrentar la complejidad de la modernidad política. El Estado- nación aparece, en general, en la construcción del Estado y la nación moderna. Del XVI al XIX. Pero la noción de Estado guarda un contenido jurídico e institucional. Y la nación un contenido territorial, cultural, una forma de vivir. En la historia de la humanidad, ambas realidades se imbricaron. Pero no siempre. En el caso de Escocia está claro. Siguen siendo una vieja nación. El plebiscito no altera usos y costumbres. En el plano político, resulta ser una saludable continuidad.

En Francia, Le Monde, saluda en ese voto la “sagesse”. Quiere decir en este caso, sensatez. La noción se estaba haciendo poco frecuente. No fue la que adoptaron yugoslavos vueltos hoy croatas y serbios. Ni la opción que sueñan los separatistas catalanes. Renán decía (1882), «un ayer, un presente, un mañana en común» (en mi libro ¿Qué es Nación?,  p. 68-75). La fórmula es vigente, pero ¿en nosotros? Nuestros Libertadores optaron por una República. Dejaron a otras generaciones la construcción de la igualdad y lo nacional. Lo uno son derechos. Lo otro, propósitos comunes. Ahora bien, ¿el Perú es vivido como una “comunidad de destino” por un cajamarquino, un limeño y un arequipeño? Me temo que no. Y sin embargo, en el XXI es una suerte tener Estado y nación, aunque inconclusos.

«La nación es un hecho universal», dice Jean Baechler, es “morfología”. A la vez materia y espíritu. Algunos hoy —en la era de la globalización— consideran a la nación un trasto viejo. Error, existen los Imperios. Las naciones son su par contrario. Sirven, en Europa y en América Latina, y por todas partes, para protegerse de los Imperios y sus buitres. Otros sueñan con la “Integración de Nuestra América”. No me parecen muy ‘socialistas’ sino chavistas, fusiones nazis. En América Latina la tarea es otra, interna. Edificar, desde cada Estado, lo que los escoceses ya tienen: una nación. Gellner decía que son las elites las que hacen las naciones, no los pueblos por sí solos, que tienden a lo tribal. Pero, a pocos años de cumplir doscientos, para ser nación tendríamos que tener lazos de cohesión social. Digo, en el adentro de la realidad peruana. Una interacción mayor entre nosotros mismos. Desde carreteras y vías férreas que unan a peruanos, a cursos de historia en las aulas. Nada de eso hay por culpa nuestra. Y la no-nación marcha a un lamentable cumpleaños en el 2021.

Por Hugo Neira
(22 Set 2014)  

Hugo Neira
22 de septiembre del 2014

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