J. Eduardo Ponce Vivanco

Encrucijadas

Los desafíos internacionales de Joe Biden

Encrucijadas
J. Eduardo Ponce Vivanco
26 de noviembre del 2020


La patética reacción de Donald Trump frente a su derrota y el triunfo de Biden anticipan la profundidad de los cambios políticos que veremos en EE.UU. Las designaciones para cargos claves anunciadas por el líder demócrata revelan un reflexivo proceso de selección que anticipa importantes golpes de timón en el escenario internacional para enmendar el caótico manejo de la política externa al compás irrefrenable del
tweeter presidencial.

El duopolio USA-China que domina la geopolítica mundial es una realidad que Washington y Pekín deberían equilibrar con finura y sentido de futuro. Es una relación totalmente interdependiente, y el hecho de que su manejo tenga impacto global impone una responsabilidad moral y política a ambos gobiernos por su incidencia inevitable en la paz y el bienestar de todas las naciones. Lamentablemente, los últimos cuatro años demuestran que ambos están en falta.

Es verdad que la tarea es casi imposible por los intereses nacionales en juego, comenzando por la ambición del dúo que compite por la hegemonía mundial y por la incidencia de actores tan diversos como Rusia, India, Irán, Israel y los propios aliados europeos y asiáticos. En el nefasto legado de Trump predominan la guerra comercial, el proteccionismo, las sanciones unilaterales, la impredictibilidad, el debilitamiento de las organizaciones y los tratados internacionales, la minimización del servicio diplomático norteamericano y la envenenada polarización de la vida política en EE.UU. La revitalización de la OMC, la OMS y el Acuerdo de París sobre cambio climático estarán entre los pendientes de Biden, así como el rol de su país en la región Asia-Pacífico (APEC) y la relación con los países latinoamericanos, tradicionalmente descuidada y/o mal manejada por Washington.

No hay espacio para mencionar los problemas que aquejan a los países de nuestra región, cuya geografía política cambiará con las elecciones del próximo año; pero es evidente que los focos de tensión más conflictivos se ubican en el eje Cuba-Venezuela, los regímenes próximos al Socialismo del Siglo XXI y los políticos que animan los Foros de Sao Paulo y de Puebla, que intervienen sin disimulo para ganar más adeptos en su confrontación ideológica y política con “el imperialismo norteamericano”. Los cuatro años de Trump fertilizaron el crecimiento exponencial de la presencia China, que no se limitó a ayudar a esos países sino a multiplicar sus vínculos económicos y comerciales con las democracias pro occidentales de la región.

La diferencia con el pasado es que las ideologías o los valores democráticos ya no están tan presentes en un escenario donde China se ha convertido en el principal mercado de las exportaciones de naciones como Perú y Chile, además de haber colocado sus capitales en sectores fundamentales de sus economías (como el energético y el minero). Para enfrentar esta realidad imperativa y recuperar su influencia regional, la administración Biden tendría que comprometer sus mejores esfuerzos y olvidar la cómoda segmentación de sus tradicionales campos de interés (entre los que predominan el narcotráfico y la inmigración).

La vecindad y el futuro crecimiento de América Latina deberían ser vistos con inteligencia y prioridad por la diplomacia del gobierno Biden-Harris antes de asumir las riendas de la nación.

J. Eduardo Ponce Vivanco
26 de noviembre del 2020

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