Ernesto Álvarez Miranda
El odio a Alberto Fujimori
Desmontó el empobrecedor modelo económico de las izquierdas
Alberto Fujimori, el ingeniero que lideró la Universidad Nacional Agraria, el que presidió la ANR dando dura batalla por la autonomía universitaria, es el mismo que surgió luego como candidato antisistema contra la racionalidad derechista del mejor Vargas Llosa. Apostó al Senado y terminó en Palacio de Gobierno. Básicamente, su plan de gobierno fue presentarse como el “lado B” del necesario sinceramiento de la economía. El antagonista perfecto apenas pudo leer fichas durante el debate presidencial, pero al ganar la elección, supo desechar al equipo de barbudos economistas marxistas para recorrer el mundo financiero de la mano de Álvaro De Soto e instalar en el MEF al sólido grupo de Carlos Rodríguez Pastor, reinsertando al país en la comunidad internacional y salvando nuestra economía de décadas de desastroso populismo izquierdista.
Entusiasmado con su éxito, se dejó convencer para dar un golpe de estado desde Palacio. Y en lugar de concertar voluntades haciendo política, cerró las Cámaras presididas por dos pepecistas que bien pudieron acompañar su labor gubernamental, Roberto Ramírez del Villar y Felipe Osterling. Fue evidente entonces que el ingeniero no iba a jugar con las reglas del Estado de Derecho el difícil torneo que le había tocado en suerte, por lo que, no solo el terrorismo sería combatido al estilo Montesinos, también la oposición democrática.
Larga es la lista de aciertos y errores del ingeniero. Estos días serán largamente recordados y evaluados, pero sospecho que, como en el caso del presidente Leguía, los odios y las pasiones impedirán un juicio ponderado del histórico personaje que marcó época. Como Leguía, que modernizó el estado aristocrático, no tendrá ninguna avenida ni plaza importante con su nombre, siendo más trascendente que mucho civilista desconocido, que mucho millonario sin mérito.
No creo que los jueces hubieran investigado con académicos del extranjero la forma de condenar a Sagasti, si a este personaje de izquierda le hubiese tocado enfrentar a Sendero Luminoso, en todo caso, la figura de autoría mediata probablemente no le sería aplicada, porque requiere que el actor tenga dominio de los eventos, y es conocido que, en el aspecto militar, era Montesinos quien daba las órdenes. Por lo que es dudoso que realmente haya sido justo condenarlo por La Cantuta y Barrios Altos, a no ser cómplice de encubrimiento y obstrucción a la justicia, actividades en las que sí participó, pero demandan una pena menos severa.
Sí, la izquierda lo odia porque desarmó el Estado velasquista con el que convivieron Belaúnde y Alan García (en su primer gobierno). Redujo la actividad empresarial estatal al haberse comprobado su ineficacia y corrupción, dejando sin fuentes de financiamiento a dirigentes extremistas y sindicatos mafiosos. Con el fujimorismo se difundió el concepto de que es la actividad privada la que crea riqueza, no el voluntarismo del Estado, y la evidencia reveló la pérfida naturaleza del empobrecedor modelo económico de las izquierdas.
La última venganza de Alberto Fujimori fue morirse pronto, cuando sus odiadores clamaban indignados por la supuesta falsedad de las enfermedades que enfrentaba. También en eso quedaron en evidencia.
COMENTARIOS