El necesario soporte intelectual de la libertad

¿Se imaginan a una persona buscando donde introducir un Betamax o un VHS en un decodificador o una laptop? ¿Ridículo? Bueno, la tecnología no es lo único que evoluciona; las amenazas al libre mercado, la democracia y la libertad personal también evolucionan. Lo que funcionó una o más veces en el pasado para enfrentar amenazas locales, difícilmente será eficaz para enfrentar amenazas en un mundo en que no solo el comercio se ha globalizado. Un mundo en el cual la frontera entre las amenazas políticas y las amenazas criminales se ha esfumado, y capitales personales y estados (o estados teóricamente enfrentados entre sí) actúan en alianza circunstancial para obtener más poder y consolidarlo, no pocas veces en el extremo opuesto del globo terráqueo.

Cuando los líderes políticos o económicos de las culturas cortesanas creen erróneamente poder volver las herramientas que usaron sus padres o sus abuelos, están siendo tan realistas como un loco tratando de forzar un casete en el puerto de carga de un iPhone. La insistencia tozuda en aplicar viejas metodologías cortesanas (que en su tiempo funcionaron con caciques mesiánicos locales) a las cuales son inmunes los no nativos de esa cultura, acaba siempre por ocasionar la perdida de la libertad y la identidad.

La especialización profesional occidental (Iberoamérica incluida) en los distintos campos de la producción y venta de bienes y servicios ha evolucionado en la forma de hacer más utilidades; incluso ha evolucionado en la gestión del factor humano al interior de la empresa y en la relación con sus clientes y proveedores. Pero ha dejado de entender que respira y se mueve en un mundo más amplio, hoy globalizado, plagado no solo de oportunidades, sino también de riesgos y amenazas provenientes del mundo socio-político y del mundo criminal, que no pocas veces se hacen uno. Quien no entienda esto y no entienda el carácter asimétrico de la conflictividad de la generación que hoy vivimos, acabará relegado, enterrando su libertad (y su patrimonio) y el futuro de su progenie sin enterarse qué pasó.

Bastante grave es la extendida tendencia a tragar sin digerir intelectualmente la prédica propagandística que tras cincuenta años de infiltración progresiva (sin contrapeso inteligente ni sostenido) del clero, el magisterio y la academia, ha formado generaciones de profesionales con un parche intelectual que nubla metódicamente su visión. Estos profesionales, en masa, han pasado a ocupar lugares en el mundo empresarial y laboral (las víctimas), en el mundo mediático (los cómplices) y en el aparato estatal (los victimarios), donde jueces, fiscales y toda gama de funcionarios públicos hacen irrelevante la orientación ideológica de los elegidos (mientras aún haya elecciones libres y limpias), pues deberán gobernar con ellos sin poder sacárselos de encima.

En la década del setenta en los Estados Unidos, mucho antes de la actual globalización, un brillante grupo de intelectuales encabezados por el presidente de la Corte Suprema, detectó oportunamente esa intrusión, conformando lo que se se conoció como “La Liga de los defensores de Cartago”, que permitió (gracias al compromiso sostenido de recursos provenientes de fortunas identificadas con los valores nacionales) contratar, generación tras generación, a profesionales del derecho, la economía, la filosofía, la historia y la política, que pudieron dedicarse a tiempo completo a la labor de creación académica. Eso dio y da soporte intelectual, estratégico y táctico a la defensa del sistema de libertades, libre mercado y gobierno con eficientes herramientas de control y contrapeso (check & balance). 

Nacieron así, Cato Institute, Heritage Fundation, Atlas Fundation y otros Think Tanks y Cátedras ad Hominem, no dependientes de los intereses personales de ningún sector empresarial, que han sabido defender y hacer prosperar la economía y el nivel de vida de sus ciudadanos. Igualito que en Perú.