Juan Sheput
El autoritarismo como mecanismo de sobrevivencia
Los conflictos o diferencias se deberían resolver a través de las instituciones
La política tiene como uno de sus fines la búsqueda del bien común. El bien común es la pretensión de lograr algo bueno o beneficioso para todos los miembros de una comunidad. Esa comunidad tiene un gobierno que la regenta y un Estado al cual pertenece. Desde Santo Tomás de Aquino se sabe que esta búsqueda es el objetivo supremo de la política, instrumento fundamental para lograr dicho fin.
En el Perú el gobierno de Dina Boluarte, deslegitimado, con una aceptación paupérrima de menos de 5%, ha dejado de lado la búsqueda del bien común en pro de un mecanismo de supervivencia. Cuenta para ello con una sustantiva mayoría en el Congreso, a la cual tampoco le interesa el bienestar colectivo sino durar hasta el 2026 y más allá, si les es posible. El deseo de sobrevivir es tan grande que no les importan las consecuencias que esto acarrea para la sociedad y para ellos mismos.
Es así como la política en el Perú se ha desvirtuado. El gobierno de Dina Boluarte ya no se comunica con la ciudadanía a través de las instituciones ni rinde cuentas a través de los medios de comunicación. En una democracia esta comunicación sería clave para la búsqueda de consensos, para el ejercicio del poder. En la misma línea, los conflictos o diferencias se tendrían que resolver a través de las instituciones, en las cuales se expresa la igualdad de derechos y donde se procesan los temas de tal forma que, en medio de ceder y exigir, se busque el mejor resultado para la población.
En los sistemas autoritarios sucede lo contrario. No existe la división de poderes ni el control político sino la anuencia o complicidad de por lo menos dos poderes del Estado contra el tercero, y se dictan leyes o normas que buscan la satisfacción de los fines de supervivencia u otros que se persiguen. Lo mismo pasa con los conflictos. No se resuelven a través de las instituciones, sino que son procesados en base a la descalificación, utilizando solo los medios de comunicación o las redes sociales como mecanismos de difusión sin admitir respuesta ni polémica. Es decir, sobreviene el mundillo autoritario, en que los conflictos nunca se resuelven sino, más bien, pasan al escenario de la contienda de carácter político, al margen de la institucionalidad.
No es exagerado decir que este proceso se dio en Venezuela, país en el cual, al igual que acá, los crecientes ímpetus autoritarios fueron avalados por partidos cómplices o ingenuos, empresarios mercantilistas y Fuerzas Armadas. Es decir, dejaron avanzar a Hugo Chávez y su entorno. Cuando quisieron regresar era muy tarde. En el Perú, con los mismos que asesoraron desde una isla caribeña a Chávez, podríamos llegar a lo mismo.
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