Dante Bobadilla
El amauta y el científico
Especialistas del espectáculo y la manipulación colectiva

Es cierto que las cosas ya no son como antes y que todo está venido a menos. Es el caso del título de “amauta” que desde tiempos incaicos se reservaba para los personajes más sabios de la comunidad y que ejercían la docencia. Pero hoy se le chanta el título a cualquiera. Una vez más tenemos a la izquierda manipulando conceptos y desvirtuando valores. ¿Cómo es posible que llamen “amauta” a Pedro Castillo, cuando el pobre hombre no sabe dónde está parado?
Tuve el placer de ser alumno de un verdadero amauta: el Dr. Pedro Ortiz Cabanillas, médico y científico, autor de la Teoría Sociobiológica Informacional, un aporte peruano a la ciencia mundial que, debido a la falta de ciencia en el Perú, no tiene la promoción y el renombre internacional que merece, siendo incluso superior y más compleja que la autopoiesis propuesta por los chilenos Humberto Marturana y Francisco Varela, que sin embargo tiene difusión y prestigio a nivel mundial.
El amauta Pedro Ortiz llegaba siempre puntual a su clase, a veces vistiendo aún su guardapolvo añil del Rebagliatti. Consultaba la hora en su reloj y empezaba su clase puntual. Usaba tizas de colores y poco a poco iba llenando la pizarra con un gráfico mientras explicaba la función de una cadena de péptidos, por ejemplo. Años después lo oí en una conferencia explicando su teoría sociobiológica y su teoría de la personalidad. Eso es lo que hacen los científicos: investigan, descubren y generan teorías explicativas, además de enseñar. La última vez que lo vi estaba sentado con su esposa en un chifa de la Av. Canadá. Un año después me enteré casualmente de su muerte, que apenas mereció una breve nota interior en la prensa.
Pero las cosas han cambiado mucho en este milenio. Hoy un científico acapara portadas. Me entero de que el principal científico peruano es Modesto Montoya, promocionado por la prensa de izquierda como representante de la ciencia en el Perú. Dice haber citado a los candidatos a reunirse con él para definir el futuro de la ciencia, que, según él, pasa por la creación de un Ministerio de Ciencia, hecho que habría sido garantizado por el “amauta” Pedro Castillo. No perdió tiempo en señalar que la candidata Keiko Fujimori no acudió a la cita porque seguramente no le interesa la ciencia.
Me puse a indagar los aportes de nuestro principal científico. Por mucho que busqué no hallé nada. Su breve biografía en Wikipedia tampoco da muchas luces. Solo dice que es un importante “promotor de la ciencia” y un organizador de eventos científicos. Un amigo me pasó una lista de artículos donde aparece su nombre entre una docena de autores, pero son reportes de experiencias clínicas publicadas al granel (cuatro o cinco por año) en una revista Open Access, en la que pagas para que te publiquen. Lo más cercano a la ciencia de Modesto Montoya es su investigación en el campo de la fusión fría, algo que finalmente quedó señalado como el fraude científico más grande de los últimos tiempos.
La página web de Modesto Montoya es un portal de noticias “científicas” de toda clase, donde lo más curioso es que está formando su “Partido de la Ciencia”. Ha reclamado ser el padre de la frase “sin ciencia no hay futuro”, empleado por los morados como eslogan de campaña. Parece que ese es finalmente su único aporte a la ciencia. En fin, es otro caso típico de apropiación cultural de la izquierda peruana. Quieren expropiarnos la ciencia para fortalecer la idea de que la izquierda es el sector que congrega a los “intelectuales”, novelistas, poetas, artistas, pensadores, filósofos y científicos. Debemos añadir que el principal terrorista era nada menos que filósofo. Y ahora todos ellos están liderados por un amauta. Glorioso, realmente.
Pero no nos dejemos impresionar por la izquierda. Siempre han tratado de presentarse como los dueños de la verdad, la moral, la memoria, la cultura y hasta de la ciencia. Es decir, todo lo bueno está en la izquierda. En la derecha solo hay malvados empresarios explotadores a los que solo les interesa el lucro. Para hacernos creer en este ensueño tienen su cartel de intelectuales de café, sus escribas que figuretean en cada feria del libro, sus periodistas dueños de una verdad sin hechos, sus ejércitos de marchantes amaestrados y sus circos de “víctimas” que aparecen en cada campaña electoral. En realidad solo son especialistas del espectáculo y la manipulación colectiva. Vendedores de humo, sueños y quimeras.
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