Democracia, civismo y descentralización

Esperanza y preocupación marcan el discurrir de los resultados de las elecciones regionales y locales del último domingo. Lima y Puno constituyen en esta oportunidad las antípodas en las decisiones de sus pobladores. Y transcurridas más 48 horas del evento nacional, seguimos tomando conocimiento de distintos comentarios y opiniones que invitan a reflexionar. En este marco, un aspecto recomendable e importante a tener en cuenta en el análisis de los resultados electorales y su prospectiva es evitar que nuestros sentimientos o inclinaciones políticas influyan en la evaluación del desenlace, pues lo que importa es realizar un examen serio y que nos aproxime a la realidad.

En esa línea preocupan, por ejemplo, las afirmaciones que aluden a la “partida de defunción” de Fuerza Popular, Apra, PPC, Solidaridad y la izquierda, así como al resurgimiento de Acción Popular. Así, se desconoce que los partidos se constituyen con el único objetivo de tomar el poder ciertamente por la vía electoral y en el marco del ejercicio de la democracia. En ese sentido no mueren, no desaparecen; si sus militantes tienen vocación política, persisten y actúan en el marco del Estado de derecho.

En ese derrotero, vale hacer las siguientes interrogantes: ¿podría alegrarnos la desaparición de los partidos en un contexto de construcción o fortalecimiento de la democracia? y ¿podríamos cuestionar o malinterpretar opiniones o posiciones expresados en el voto? Sobre todo cuando la participación en actos como los que estamos comentando corresponden al civismo de las personas, en tanto se trata del respeto a las normas existentes, involucra la tolerancia de derechos de los otros y coadyuva al fortalecimiento de la democracia.

Ahora bien, un aspecto a tener en cuenta son los indicadores sociales manifiestos en la campaña y consiguientemente en los resultados, veamos: apuesta por el fortalecimiento de la democracia (al margen de sus fortalezas o debilidades, con candidato propio o sin él, han participado todos los partidos existentes), rechazo al autoritarismo y uso del amedrentamiento o violencia como instrumento político para resolver discrepancias, exigencias de transparencia en las propuestas (claridad en lo que se propone hacer), necesidad de mejores o mayores niveles de comunicación (la población exige respuestas no demagogia), combate a la corrupción (apuesta por gente honesta), así como exigencia de partidos sólidos.

Estas elecciones, como ensayo democrático, recogen de los peruanos, por encima de las campañas mediáticas, la necesidad de superar las actuales confrontaciones entre los poderes del Estado, enfrascados en temas alejados de sus principales necesidades y aspiraciones. Además encargan la solución de los problemas cotidianos a los gobiernos locales y regionales, anunciando a la vez la vigilancia en el cumplimiento de los compromisos propuestos.

Si bien queda la segunda vuelta para algunas regiones, hemos sido partícipes de un evento democrático como lección de civismo que exige —a modo de salida a la actual confrontación entre el Ejecutivo y el Legislativo— la lucha honesta contra la corrupción, el fortalecimiento de las instituciones democráticas y el respeto de la constitución y normas existentes. Todo ello en el marco del Estado de derecho, el retorno al camino de la descentralización y el fortalecimiento de la democracia; cuestiones que legítimamente pueden y deben hacerse en los niveles intermedios de Gobierno.