Juan Sheput
Del Puerto de Chancay a la ampliación de la Vía Expresa
El debate en torno a varias grandes obras de infraestructura
Como un síntoma de que nuestro país se está transformando, en un corto tiempo nos vemos enfrentados a tres grandes obras de infraestructura que ocupan un interesante espacio informativo. Son el Puerto de Chancay, el nuevo terminal del Aeropuerto Internacional Jorge Chávez y la ampliación de la Vía Expresa hacia el sur de Lima. Todas han generado expectativas positivas y también críticas. Y ambas son justificadas ¿Por qué? Porque son sistemas complejos de ingeniería. Desde allí abordaré mi reflexión.
A los pocos meses de su inauguración, en diciembre del 2000, el sistema de transporte de Bogotá, el Transmilenio, tuvo que paralizarse en varios sectores por problemas en las losas de las vías en que se desplazaba. El rápido deterioro se interpretó como un error de diseño de parte de la cementera encargada, que hizo que los problemas se mantuvieran hasta el 2007.
Ese mismo año, en febrero, se inauguró en Santiago de Chile el Transantiago, sistema de transporte que, según el presidente Lagos, prometía cambiar el futuro de los usuarios gracias a la nueva dinámica de movilización que traía. Desde el primer día surgieron los problemas. Los expertos pidieron 20 días para hacer los ajustes, luego un trimestre. Han pasado 17 años y aún subsisten una serie de problemas que han devenido en estructurales en lo que ahora se llama la Red Metropolitana de Movilidad.
Por otro lado en Lima, el Corredor Metropolitano, ideado desde inicios de siglo e inaugurado en el 2010, desde un principio enfrentó las consecuencias de su cortoplacismo. Las colas que sobrepasan su servicio y los problemas colaterales que conlleva, así como el sabotaje consentido del transporte informal, han hecho que se asegure que el Metropolitano nunca fue una solución para el transporte de una ciudad como Lima, que tiene 12 millones de habitantes. Se atribuye estos problemas a un apresuramiento y a errores de diseño inicial, como implementar las rutas sobre vías ya existentes, como la propia Vía Expresa.
En Ingeniería, cuando surgen este tipo de resultados lo usual es trasladar la culpa a la planificación. Pero en realidad es algo más sofisticado que eso. Se trata de un problema de diseño, de manejo del entorno, de puesta en marcha. En proyectos de esta índole hay una integración entre todas las fases del proyecto.
En el caso del Transantiago, el Transmilenio de Bogotá o el Metropolitano de Lima, los sistemas trabajan a pérdida y arrastran una serie de inconvenientes que han sido aceptados por los usuarios. No han solucionado el problema del transporte, sino que, en algunos casos, hasta lo han complicado. En todos primó el entusiasmo, en especial de sus promotores.
Y he allí uno de los principales elementos para poder entender el desempeño mediocre del sistema. Los sistemas mencionados, todos, fueron elogiados en su momento y ofrecidos al público como la gran solución a la problemática del transporte. En los tres casos las maquetas y las exposiciones en 3D fueron el estímulo para la esperanza. No se entendió si era una solución o no. Se aplaudió, básicamente, la ambición del proyecto, lo que no garantiza su éxito. Mucho menos que su planteamiento o diseño sea el ideal.
Esto ya es un problema en Ingeniería. No es recomendable alabar a un sistema a escala, en maqueta, conociendo solo su diseño básico sin esperar la operación ¿Por qué? Porque en estas instancias no se cuenta con toda la información, datos que provienen del entorno y del proyecto, pues se trata de sistemas abiertos, que influyen y son influenciados por los sistemas que los rodean.
Los sistemas de transportes mencionados son una expresión de lo que se conoce como “Sistemas de ingeniería”. Según la definición de la división de Sistemas de Ingeniería del MIT y de la National Academy of Engineering, son una clase de sistemas caracterizados por un alto grado de complejidad técnica y social, procesos elaborados, destinados a cumplir importantes funciones en la sociedad. Además, son sistemas de gran escala que afectan y son afectados por factores políticos, económicos sociales de los espacios en donde operan; presentan incertidumbre, ambigüedad y riesgo. Y al ser altamente complejos, tienen propiedades emergentes; es decir situaciones que no se pueden predecir ni siquiera en la etapa de simulación y que surgen de manera imprevista en la implementación.
En consecuencia, hay que tomar en cuenta que en el mundo hay una serie de proyectos que contando con los mejores datos, presupuestos, consultores, profesionales y recursos terminan en grandes fracasos. Son Sistemas Complejos de Ingeniería. En nuestro país en estos momentos tenemos ejemplos concretos de este tipo de sistemas: el puerto de Chancay, el nuevo terminal del Aeropuerto Jorge Chávez y la ampliación de la Vía Expresa de Lima. Todas estas iniciativas son sistemas complejos de ingeniería. Al ser sistemas de gran envergadura tienen una serie de componentes y variables que empiezan a funcionar al mismo tiempo, con resultados que implican incertidumbre, ambigüedad y riesgo.
Este tipo de sistemas tiene propiedades emergentes. No se sabrá lo que funcionará y lo que no funcionará hasta su operación, por lo que hay que someter a prueba los componentes planteados en el diseño y las acciones consideradas en la planificación. En otras palabras, hay que experimentar, mucho. Es lo que en la gestión de proyectos complejos se denomina hacer pilotos, “paralelos” (si se piensa sustituir a otro sistema en funcionamiento) o marchas blancas.
En el caso del puerto de Chancay se requeriría un piloto o comisionamiento de obra o de pruebas, cuestión que se va a hacer desde el día de su inauguración. En el nuevo terminal del Aeropuerto Internacional Jorge Chávez se debería ejecutar un “paralelo” con los procesos críticos que en la actualidad se utilizan y que amenazaban con colapsar terriblemente si se inauguraba apresuradamente.
Y de la Vía Expresa ¿qué se puede decir de la ampliación de la Vía Expresa? Pues que no se tiene expediente técnico (con lo cual los riesgos se irán descubriendo durante la construcción) ni tiene diseño definitivo (con lo cual no se puede anticipar la relación con los sistemas internos y externos). Es decir, resulta algo completamente insólito en materia de construcción de grandes obras de infraestructura e ingeniería.
No faltarán personas que dirán que no tiene importancia el énfasis en el diseño o la planificación. Gran error. No solo se trata de evitar pérdidas de recursos, sino también de hacer obras que en lugar de mejorar la situación la empeoran. Es lo que se conoce como la resistencia a las políticas. Es algo que en su libro Design Rules dejan claramente establecido los profesores Baldwin y Clark: “Creer que planificación, diseño, implementación y operación no son integradas o son etapas aisladas es, siendo generoso, no entender la naturaleza del problema que se está manejando”.
Un libro clásico de las políticas públicas –Implementación, de Jeffrey Pressman– indica que una política pública no se debe evaluar en términos de lo atractiva que sea para la población, sino en función de si se puede implementar. Exige que se respete la metodología. No podemos, por ejemplo, impulsar una obra descubriendo sus riesgos conforme se avanza porque no se tuvo, iniciado el proyecto, algo fundamental como un expediente técnico y un diseño adecuado.
Nuestro país está lleno de obras inútiles o abandonadas. Respetemos la ingeniería, entendamos los sistemas complejos de ingeniería. Cuidemos nuestros recursos, hagamos las cosas bien.
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