Édgar Villanueva

¿De la crisis de gabinete a la crisis de Mototaxi?

¿De la crisis de gabinete a la crisis de Mototaxi?
Édgar Villanueva
22 de septiembre del 2017

Se declara la guerra al interior de Fuerza Popular

“No por mucho madrugar amanece más temprano” (Anónimo)

El 25 de julio, en esta misma columna, sostuvimos que en el seno del fujimorismo habría nacido una corriente anti indulto. Esta aserto ha sido corroborado por Kenji Fujimori, cuando este martes declaró “Yo creo que en el fondo, detrás de esta posible expulsión de mi partido, hay gente [de la bancada] que no quiere ver al ingeniero Alberto Fujimori libre”. Exigió además el cese de “este maltrato sistemático (…) y de trabajar al miedo” contra su persona y reiteró que su punto programático fundamental es la “lucha por la libertad” de A. F. Más claro no canta un gallo. Entonces sí existe una corriente anti indulto.

Cuán fuerte es ese bloque y cuáles sus intereses, es materia de análisis, especulación y hasta de cizaña antifujimorista. Lo que no se distingue es una discrepancia ideológica o programática. Es más, Kenji se siente tan o más dueño de Fuerza Popular que cualquier otro.

Sin subestimar el amor filial de Kenji hacia su padre, el tema va más allá y escala a nivel político, pues entra en abierta controversia con la cúpula que ejerce el poder en FP, a quienes él acusa de ser parte de la corriente anti indulto. Y amenaza con luchar por impedir que los “encaramados” (trepadores, según la RAE) en los cargos, logren expulsarlo de “su casa” (El Comercio 20-09-2017).

La guerra interna está declarada, no importa quien la haya iniciado. Una guerra que deberían resolver ellos, ya que se trata de una pugna intestina por la hegemonía. El problema se complica cuando esta lucha pretende ser trasvasada, por una de las partes, hacia esferas más allá de sus fronteras, sugiriendo tener ya pactada una alianza con refuerzos externos para salir victorioso contra los “encaramados”.

Todo indica que a pesar del marketeo político y mediático de Kenji, la correlación de fuerzas le es aún favorable a los keikistas. Solo Kenji parece estar enfrentando las batallas. Para cambiar esta correlación de fuerzas dice tener una “bomba política”, que sería el indulto, y que por ese objetivo está dispuesto a soportar la “dictadura”, “la trampa”, “la mezquindad” y la “ordalía” de sus enemigos. Hasta el triunfo.

En efecto, Kenji afirma que su arma secreta ya está por llegar. O sea que la “la libertad (de Alberto Fujimori) ya está cercana” (ibíd. El Comercio). En buen romance: el arma secreta la trae PPK. Por esa “seguridad”, a la que se sumarían gestos y guiños anteriores, se han empezado a tejer especulaciones mil, y algunos afirman “de buena fuente” (¿?) que el indulto, bien cocinado y sazonado, será servido a Kenji ni bien retorne el presidente del Vaticano. O sea “aquicito no más”.

Preguntas a PPK: ¿Le interesa acudir de refuerzo en esta guerra, a favor de una de las partes? (sin perjuicio de las consecuencias jurídicas nacionales e internacionales que acarrearía un “perdón médico” anormal). ¿Le conviene inmiscuirse en una guerra que no es suya, ahora que se ha generado un remanso político, aunque momentáneo, entre el oficialismo y la oposición fujimorista, y que podría ayudar a administrar, a futuro, la cohabitación política forzada? ¿Acaso PPK pretende jugar el papel de Aquiles en el rescate de una supuesta Elena, secuestrada en la Troya mototaxista? ¿No sería mejor (digo no más), que en línea de campaña y cumpliendo su compromiso, proponga un proyecto al Parlamento para otorgar prisión domiciliaria a todos los reos mayores de 75 años con enfermedades graves y que cumplan sus condenas en mejores condiciones, junto a su familia y legalmente?

Edgar Villanueva

 
Édgar Villanueva
22 de septiembre del 2017

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