Daniel Córdova

Cuando Fujimori ganó en primera vuelta

Cuando Fujimori ganó en primera vuelta
Daniel Córdova
27 de enero del 2016

Sobre el declive del anti-fujimorismo

Escribo estas líneas camino a París después de dar una conferencia en la Universidad de Grenoble en donde sustenté mi tesis de doctorado en 1994. Dejé esta ciudad en 1995 con muy poca información sobre lo que venía pasando en el Perú, con una tesis bajo el brazo sobre el desarrollo de Corea del Sur y la “inviabilidad” de nuestro país. Grande fue mi sorpresa entonces, cuando constaté que las reformas “neoliberales” habían tenido éxito y, sobretodo, que con la captura de Abimael Guzmán había empezado una clara derrota del terrorismo de Sendero Luminoso.

Trabajé en 1995 en el equipo de Javier Pérez de Cuéllar sin mucha convicción, la verdad. Era una batalla perdida. Me estaba reencontrando en Lima con antiguos izquierdistas convertidos entusiastamente al fujimorismo. Otros no llegaban a tanto pero se desempeñaban con éxito en la función pública. La gran mayoría del país reconocía el éxito del gobierno. El anti-fujimorismo, que surgió cinco  años después, era marginal, casi inexistente.

Y es que en 1995, hasta el elector más joven recordaba las bombas del terrorismo, las colas para comprar leche ENCI, los cortes de luz y de agua, el toque de queda. A todos le quedaba claro que algo radicalmente positivo había ocurrido y que la gestión del gobierno no había sido ajena a ello. Quienes criticaban el autogolpe de 1992 no dejaban de reconocer aquello.

Lamentablemente, hubo un Montesinos apañado por el propio Fujimori. Y (no se dice mucho) lamentablemente también el espíritu reformista abandonó el ministerio de Economía (MEF) a lo largo del periodo 1995 – 2000. Fui de manera fugaz parte del equipo de Dante Córdova (con quien no me une parentesco alguno) defenestrado junto con Santiago Fujimori por Montesinos, quien utilizó a Pandolfi para la ocasión. También traté de ayudar a Ricardo Márquez a montar Prompex, operación ninguneada por un MEF que no quería saber nada con el papel promotor del Estado. Asistimos luego a la paralización de la inversión de la Shell en Camisea y a la prostitución del Poder Judicial, de la prensa y de las Fuerzas Armadas, todo manejado por el “Doc” Vladimiro Montesinos.

Con la interpretación auténtica y el intento de segunda reelección Fujimori terminó de suicidarse políticamente. Los vladivideos fueron el tiro de gracia. El regreso a América Latina, un torpe manotazo de ahogado que lo llevó a prisión. Fue así que surgió el anti-fujimorismo contemporáneo, aquel que solo recuerda el lado oscuro del régimen y que no duda en criticar el modelo económico que nos sacó del hoyo.

Conozco anti-fujmoristas militantes que trabajaron entusiastamente para Fujimori. Y a otros que en aquella época reconocían resignados sus méritos y se limitaban a críticas puntuales como, digamos, las que le hicieran luego a Toledo, García o Humala. Son los padres de jóvenes que no recuerdan Tarata, las “duchas” con baldecitos, la escasez de comida  o el intragable “pan popular”, las tareas a la luz de las velas y las bombas como música de fondo. Para ellos, los hijos de la izquierda que optaron por aceptar a pie juntillas los prejuicios de sus padres, la historia del Perú comenzó con Montesinos. Las estatización de la prensa de Velasco y los latrocinios durante el primer gobierno de García, por ejemplo, no existieron.

El anti-fujimorismo tuvo su apogeo hace una década. En 2011, con Keiko en segunda vuelta, ya se anunciaba el inicio de su declive. Ahora, el disco rallado de 2011 no funciona más. Keiko, con la moderación de su discurso y el veto a las viejas glorias del fujimorismo, ha tenido el acierto de cuidarse de darle carne a los leones. Y de ganar las elecciones, tendrá la oportunidad para reivindicar a ese presidente que hace 20 años tenía seducidos a dos tercios de peruanos.

 

Por Daniel Córdova

 
Daniel Córdova
27 de enero del 2016

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