Raul Labarthe
¿Cuál es el problema con la política identitaria?
Se puede odiar, excluir y destruir utilizando cualquier discurso político

Mucho se ha hablado acerca de este tema desde la derecha política. Aparentemente, esta sería una más de las tantas “nuevas formas” de hacer política con las que el progresismo amenaza a la democracia y los valores republicanos. A la política identitaria se le atribuyen el fraccionamiento social, el enfrentamiento entre grupos humanos, el fomento de los conflictos sociales, y la generación de un ambiente de crispación en el que la libertad de expresión es imposible. Pero ¿qué es realmente la política identitaria? ¿Es realmente la causante de todos estos males?
La política identitaria es una aproximación a la problemática social que considera que ciertos grupos de personas deben crear agendas comunes basadas en aquellos rasgos que los definen. Estos rasgos pueden ser de todo tipo: raza, sexo, orientación sexual, clase social, nacionalidad, lengua, religión… y la lista sigue. Por ejemplo, es muy conocido dentro de esta categoría, el feminismo radical, que considera que la raíz de la desigualdad entre el hombre y la mujer es que ciertas sociedades estarían basadas en el patriarcado. Sin embargo, existen otros movimientos basados en la política identitaria, normalmente asociados con el progresismo, como la agenda LGTBIQ+, el indigenismo, etc.
Pero cabe preguntar: ¿cuál es el problema con estos movimientos? ¿No estaríamos todos de acuerdo en que todos estos grupos merecen ser protegidos o respetados? Las mujeres, los homosexuales, los indígenas, los afrodescendientes y los obreros, todos ellos –sin duda– podrían requerir de cierta acción política para salvaguardar sus derechos en caso de sufrir alguna discriminación que afecte a su grupo específico. De hecho, la derecha también hace política identitaria. ¿Qué son las organizaciones de padres de familia, de confesiones religiosas, de hispanistas y otros, sino la lucha por formar una agenda común para un grupo humano que se considera que comparte ciertos intereses por su rol, su religión o su lengua?
Podríamos llevarlo más lejos, ¿son los colegios profesionales, los gremios empresariales, o los sindicatos ejemplos de política identitaria? Bajo la definición planteada, lo son. Por lo tanto, si existe algún problema con la política identitaria ejercida por el progresismo, este no reside en establecer planes comunes para cierto grupo humano; porque si así fuera, veríamos los mismos problemas en todos estos grupos, y lo cierto es que no todos ellos son negativos. En definitiva, podríamos llegar a decir que la política moderna en cierta medida siempre consiste en practicar la política identitaria como instrumento para la movilización de grupos con características compartidas, enfatizando un “destino común”.
¿Dónde reside el problema entonces? Los vicios de estos movimientos se encuentran en la forma en la que esta movilización se intenta fomentar. ¿Estas causas buscan unir al grupo a través del odio hacia un “enemigo común”, o más bien buscan resolver realmente sus problemas? ¿Se busca dividir entre los buenos, quienes están dentro del grupo, y los malos, quienes están fuera de él? ¿Esta identidad llega a ser tan fuerte que termina ‘vaciando’ de contenido a los individuos que pertenecen a este grupo? Son realmente estos los factores que definen si una política identitaria es un peligro social o es un movimiento organizado para exigir demandas razonables.
De hecho, añadiría que una política identitaria nociva no reconoce ideologías. Se puede odiar, excluir y destruir de manera fanática utilizando casi cualquier discurso político (y no político). El fascismo y el nazismo son claramente ejemplos de esto; así como también lo son el maoísmo o el pensamiento Gonzalo. Las sectas religiosas y hasta algo tan simple como el endose a un equipo de fútbol pueden ser fuentes de estos males. El radicalismo reside mucho más en la dinámica de grupos y en el impacto psicológico que esta tiene en los individuos, que en una mera división de la sociedad en grupos con intereses comunes. Debemos apuntar ahí, si queremos realmente establecer de modo correcto a los responsables de dividir a los peruanos, sean estos de izquierdas o de derechas.
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