Daniel Brousek

Corrupción y circo político

El sombrío futuro del actual mandatario

Corrupción y circo político
Daniel Brousek
16 de febrero del 2018

 

Si bien es cierto que la corrupción es un mal endémico de la clase política, dado que la coexistencia del poder y el dinero implica una poderosa seducción para los corazones débiles, el actual Gobierno sobrevive angustiosamente en jaque por las revelaciones que hacen los funcionarios del consorcio brasileño en el ámbito judicial, y que obligan constantemente a Pedro Pablo Kuczynski a cambiar su discurso respecto a sus compromisos con Odebrecht. Esto definitivamente ha repercutido en la sociedad, no solo trayendo inestabilidad sino además una parálisis en las inversiones, ante el sombrío futuro del actual mandatario. Son muchas voces que ya rumorean un escenario de transición para el vicepresidente Martín Vizcarra.

Cabe, sin embargo, precisar que esta coyuntura no es nueva en el Perú. Conversando con el doctor Fernán Altuve, historiador y amigo personal, me comentaba sobre el Gobierno de José Rufino Echenique (1851-1855), quien estuvo envuelto en un serio escándalo por las sospechas de haber inflado los montos del pago de la deuda interna para beneficiar a un grupo de amigos suyos. ¡Qué curioso! Esto suena bastante conocido y contemporáneo. Todo apunta a que Kuczynski tendrá el mismo final que Echenique.

De la acusación que afrontó Echenique —y que devino en un clima de ingobernabilidad y líos sociales—, se desencadenó la gran revolución liberal de 1854, encabezada por el ex presidente Ramón Castilla, que desembocó en una sangrienta guerra civil y que llevó a Echenique al exilio. A esto, me decía Altuve: “En el Perú ha habido muchos gobiernos débiles. Pero envueltos en escandalosos actos de corrupción en el ejercicio de sus funciones, el último antecedente es de hace 160 años”.

Por tanto, el camino que aconseja el doctor Fernán Altuve al actual presidente es el sinceramiento, como se lo sugirió a sus ex clientes de Odebrecht. “Si el presidente hubiera transparentado y declarado a principios del año pasado que sí tenía una relación con Odebrecht, pero que como presidente se comprometía a luchar contra la corrupción, no hubiese tenido ese efecto. Pero prefirieron esconder la cabeza, mentir reiteradas veces y en mensajes a la nación, y así tapar el asunto. Pero reventó”. Y añadió con seguridad: “Se vienen más cosas”.

Y ahora, ¿qué nos espera?. La agenda de un país no puede reducirse a si en tal fecha declara Barata, si el ex presidente Toledo señala que no se le sigue el debido proceso, si “eu fazer visita” o no “eu fazer visita” a Keiko Fujimori, si los hijos de Ollanta Humala y Nadine Heredia no tienen a sus papás en casa, si Gareca renovará contrato después del Mundial, si Kenyi Fujimori se toma otra foto con la ex primera dama, si la CIDH está de acuerdo o no con el indulto al ex presidente Fujimori o con la Constitución Peruana sobre los matrimonios heterosexuales, si Marisa Glave va convocar otra marcha por la vacancia, en vez de abstenerse en el Congreso para votar por tal cuestión, o si Susana Villarán se tomó una foto con Jorge Barata, a pesar de que nunca se reunió con él. Y así, etcétera, etcétera, etcétera, de todo este circo político que pareciera no mostrar salidas. Una clase política que no aprendió a discrepar y solo se dedica a engendrar irresponsablemente más odio y polarización.

A esto se suma el poco nivel de los programas periodísticos, que se entretienen en toda esta farándula secundaria y periférica antes que tocar los temas de fondo que permitirían al Perú salir adelante. No puede ser que después de casi 194 años de vida republicana, lo único que nos une sea el fútbol y una clasificación al Mundial. La historia del Perú, su cultura, su gente y su identidad reclaman y exigen una clase política que sepa ponerse por encima y ayude a la gobernabilidad, que genere confianza, que lidere con autoridad y que sepa llegar a acuerdos por el país (con políticas de Estado claras, más allá de cual sea el mandatario de turno), que no regale el país (ni sus peajes) a consorcios brasileños y, por último, además urge un Poder Judicial no hipotecado a intereses ni subordinado ante el crimen organizado y la delincuencia.

 

Daniel Brousek
16 de febrero del 2018

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