Hugo Neira
Coronavirus 2019-nCoV y los tapujos para enfrentarlo
¿Obedeceremos a la razón o al capricho personal?
Es evidente que este tema es el que más ocupa al planeta entero y, por cierto, a nosotros los peruanos. Ya ha llegado. Este artículo comienza por lo que dicen los científicos y las medidas inmediatas que se toman no solo en China. En segundo lugar, nos detendremos en las medidas que se están proponiendo en el Perú: lavados de manos, toser con el brazo al frente y otras paparruchadas. El tercero es cómo afecta a la economía mundial. Desde ahora, hacemos saber lo que dice el diario chino Huaqiu Wang, de Pekín: que habiendo paralizado por completo la provincia en donde se inicia la plaga, «ya desestabiliza la China». Y en general, la economía.
El problema es mundial y, en consecuencia, acudimos a la prensa mundial. Ocurre que en el 2002 hubo un virus responsable del SRAS, que apareció en China. Dejaron de fabricar, salvo productos baratos, ropa, zapatillas, vendidas al mundo entero. Unos 17 años más tarde, otro coronavirus mortal ataca a China, hoy una de las ruedas más importantes de la economía mundial. Las multinacionales más importantes dependen de las fábricas chinas y sus trabajadores. Por el momento, según The New York Times, la General Motors y también Toyota, (y Ford y Renault) sufren del retardo de esa producción. Las autoridades de China, en las zonas críticas, retienen a sus obreros en sus casas, hasta que se controle la peste del 2019-nCoV, su nombre técnico. Desde ya, el crecimiento del PBI en China que estaba calculado en 6.1% (por encima de los Estados Unidos de Trump), ahora va hacia abajo, 5.6%. Es obvio que la América de Trump se frota las manos.
Esta vez, ante las repercusiones del virus 2019-nCoV, el 29 de enero pasado, por la mañana, desembarcaron 6,000 médicos para reforzar Hubei, la provincia afectada, donde está Wuhan y sus laboratorios. Exámenes médicos pueden ser tomados a todos los habitantes en toda la provincia en cuarentenas impuestas. Ya sabemos que el tiempo en que el virus delata sus efectos es corto, unos 14 días. Aunque hay casos en que parece que retorna. En realidad, la humanidad está aprendiendo qué es ese virus. Y para completar el negro panorama, resulta que muta incesantemente.
Entre tanto, ¿qué pasa en los países vecinos? En Argentina, sensatamente, a los viajeros que llegan del extranjero se les pide que permanezcan 14 días en sus casas. Estuvieron algunos en Italia, cuyo cuadro de contagiados es grande. La dicha cuarentena no es muy larga, repito, a lo más 15 días. Si algún viajero está contaminado se puede curarlo y, además, evitar la contaminación con parientes y conocidos. Estar enfermo no es una sentencia fatal. Estos virus tienen una mortalidad variable. El Ébola, cuando aparece en África, tiene una tasa de mortalidad de 43.9%. Y el 2019-nCoV es de 2,1%. Aunque esto cambia según la edad. En suma, hay diagnóstico, atención y modos de frenarlo. Lo que no hay, todavía, es una vacuna. Entre tanto...
En cuanto al Perú, me sorprende que el ministro de Educación avance que no habrá ninguna suspensión de clases. Mientras que en China las clases se están haciendo desde computadoras, lo que se llama no presenciales. Y en Francia, no van a mantener el festival de Cannes, así evitan la imprudencia. Alguien puede estar contaminado pero no lo sabe. Luego vendrá la tos, la fiebre, y ya es tarde. Acaso no para el enfermo sino para aquel que por azar ha sido contagiado.
Además de lavarnos las manos (¡donde haya agua!), ¿adiós por un rato a esos apasionados apretones de mano? ¿Nada de besuqueos a las damas? ¿Es eso suficiente? Me sorprende que no se hable de las famosas mascarillas. En la TV peruana se ve a chinos como cancha caminando con sus mascarillas. ¿Y no es cierto, acaso, que en otros países, la gente las ha comprado? ¿Por qué el Perú no las importa o las fabrica? Corre una tendencia muy peruana, el tapujo de llevar eso en la boca. En un artículo de Federico Salazar, a quien conocí mejor en un viaje, invitados a España, y que me parece una persona seria y razonable. Pero me sorprende, Federico, que digas que «ese uso es absurdo». ¡Pero no es solo para enfermos o enfermeras! Es para que los que están sanos puedan seguir estando sanos!
No soy el último que se alarma. He leído en las redes a un español Dani Sánchez-Crespo, a quien no conozco personalmente, decir algo temiblemente real. Está preocupado. «Podemos trabajar en serio o esto puede salir mal». Nos dice que trabaja mucho con China. Y ha visto el enorme esfuerzo para detener el coronavirus. Pero señala que la Organización Mundial de la Salud «avisa que hay países que no están tomando este tema en serio». Y señala a Italia y España. ¿Sería ese nuestro caso?
Y si eso pasa en países europeos, me dirán qué puede pasar en estas semanas en este país, que queremos tanto, pero sin cerrar los ojos. El Perú y las costumbres peruanas tienen varias virtudes, pero también enormes defectos de comportamiento. Es el país en que los coches no respetan la luz roja, los peatones no suben a los puentes colocados sobre las carreteras para que no crucen la pista. Donde unos pocos pagan impuestos. Donde no nos gustan ni normas ni reglas. Esa plaga, me temo, no es solo eso, sino una prueba, una suerte de plomada, para saber cuánto una colectividad de millones de almas obedece a la razón o al capricho personal.
En el caso del Perú, no se admite medidas fuertes por tres razones. La primera es el culto a la virilidad. Al macho, el hacerse el hombretón como dicen los mexicanos. Ya veo los machazos que se dan la mano, tosen con el brazo, etc. La segunda razón, nuestro sistema laboral puede guardar en casa su personal de empleados y obreros, aquellos que trabajan en el lado formal de la economía. Pero, eso no puede ocurrir con el 75% que son informales. La informalidad ha sido un bien para el país y las clases populares puesto que tienen chamba. Mis respetos. Pero esta vez, ante un accidente natural, se prueba su precariedad. Una oficina, una usina puede cerrarse y pagar salario. Un mercadillo no.
Hay una tercera causa, la no decisión. En otra república, las decisiones que afectan la vida corriente podrían ser comprendidas. Pero aquí, solamente la población con oficios y actividades formales, no los informales. La gran mayoría lo tomaría como una ingerencia, una intromisión. Claro está, para evitar el matadero que se nos viene encima y del cual nadie tiene la culpa, me temo que nadie con poder va a tener la entereza, la presencia de ánimo, para establecer las reglas de la emergencia actual. Si eso no se hace, entonces, vivimos el crepúsculo del deber. Se gobierna mirando las encuestas. Además, el no gobierno nos haría un mal enorme. Lo malsano, lo latente, es que la gente peruana como en otros lugares, está comenzando a decirse, «los sistemas democráticos no son los mejores para responder la crisis». En las redes, a Dani Sánchez-Crespo: «En China, el partido comunista dice 'todos a casa’, y la gente obedece». En Perú, hoy, no se gobierna. Se domina. No es lo mismo. Espero equivocarme. Es una crisis y se necesita aplomo. Es difícil decir a la gente que hay actos y gestos que no son los adecuados, por ahora. Pero Palacio debe hacerlo.