Construir confianza

Sobre la desconfianza ciudadana en ciertas instituciones del estado

Jorge Basadre, el historiador de la república, escribió un libro titulado “Perú Problema y Posibilidad” en el siglo XX.  A pesar de los años transcurridos, el Perú sigue siendo un problema, pero también una posibilidad de construir una patria grande que satisfaga las expectativas de todos y en la cual unos podamos confiar en otros, echando por tierra -de una vez por todas- esa frase denigrante de que dice ”no hay peor enemigo de un peruano que otro peruano”.

Los grandes enemigos de los peruanos son la desconfianza, la corrupción y la baja calidad de la educación. Quizás la mayor injusticia en el país sea precisamente no otorgar educación de buena calidad a todos los peruanos, porque es a partir de ella que se puede hablar de generar confianza. Esta se construye en función de que entiendo el planteamiento del otro, lo rebato, construyo sobre lo que dice y propongo alguna opción y, entre ambos, erigimos una alternativa viable y razonable para todos.

Lo que está ocurriendo en el país es el desborde de una delincuencia que se construye sobre el “todo vale” para alcanzar el objetivo.  Es el dejar de lado las normas de convivencia pacífica para optar por la satisfacción inmediata a cualquier precio.

Parte de la función rectora de los estados es construir confianza desde el ejercicio de la autoridad y el reforzamiento del Principio de la Autoridad. Si la autoridad política actúa de manera pusilánime frente a quienes se colocan al margen de la ley, el mensaje social es: todo es posible al margen de la autoridad y, por lo tanto, se puede chantajear, extorsionar, amenazar y, por último, ejercer el sicariato como recurso.

La sociedad peruana tuvo una actitud tolerante frente a los cupos exigidos por un sector de los dirigentes de construcción civil. Todas las autoridades lo sabían, pero nadie actuó, y la convivencia se hizo costumbre. La delincuencia alimentada regularmente decidió ampliar su negocio mal habido y pasó a extorsionar a las unidades de transporte en el norte del país.  Desde Tumbes hasta Chimbote, es común escuchar que muchos taxistas deben pagar un cupo diario para que “los dejen trabajar tranquilos”.

En Lima norte, San Juan de Lurigancho, el distrito más populosos del país, se ha visto amedrentado porque las instituciones educativas de esa zona están siendo objeto de extorsión, sin importar qué tan pequeñas o grandes sean. Todos tienen que pagar un “nuevo impuesto a la delincuencia”. ¿Por qué no denuncian estos hechos? Porque se desconfía de la autoridad y de los aparatos de la administración de justicia, como son la Fiscalía y el Poder Judicial.

Muchas veces se ha propuesto conformar un cuerpo de élite que recupere la confianza ciudadana por su efectividad policial, pero también se requiere que la labor sancionadora del Estado demuestre la misma continuidad y eficiencia en toda la administración de justicia.  De lo contrario, el esfuerzo es vano.

La labor preventiva es sin lugar a dudas importante, pero qué labor preventiva se puede desarrollar donde los niños y jóvenes han abandonado las prácticas habituales de interrelación social para relacionarse a través de dispositivos electrónicos, porque es más seguro no salir de casa.

La estrategia del avestruz no es precisamente la más eficiente en la coyuntura actual.  Hay que motivar a la ciudadanía para que se exprese en defensa de su libertad de trabajo y de su derecho a disfrutar de los frutos del mismo, por medios directos o indirectos.  Tengamos presente que la libertad se sostiene en la confianza de unos y otros.

Por Guillermo Vidalón del Pino

08 – Jul – 2015